MARTÍ, VISTO POR EL POETA BALLAGAS
Es miércoles 19 de Mayo de 2010, aniversario 115 de la caída en combate del Mayor General del Ejército Libertador José Martí Pérez, El Delgado del Partido Revolucionario Cubano, y Héroe Nacional de Cuba. En un Homenaje Póstumo, que rendimos todos los hombres de bien, presento la Conferencia «La Condición Martiana», dictada por el poeta Emilio Ballagas Cubeñas, el mediodía del jueves 28 de enero de 1943; aniversario 90 del natalicio del Apóstol Nacional Cubano. El auditorio lo formaron reclusos comunes y políticos, así como personal militar estacionado en la Cárcel Provincial de Santa Clara.
Similar acontecimiento ocurrió días después en la Cárcel de San Juan de los Remedios. El texto estuvo inédito hasta 1991, fecha en que apareció en el Anuario Martiano, sección Vigencias, (14): 258-259, Centro de Estudios Martianos, La Habana. No obstante, durante varias décadas, una copia del original, junto a las palabras de presentación del dramaturgo villaclareño, estuvo conservado en el archivo de Severo Bernal Ruiz, Declamador Dilecto de Las Villas.
Ballagas (Camagüey, 1908-La Habana, 1954), residió en Santa Clara entre 1933 y 1948, territorio en el cual ejerció labores de pedagogo en la Normal de Maestros de esta ciudad del centro de Cuba.
Ese texto dedicado a Martí, de total vigencia y amplio contenido teológico, recuerda pronunciamientos emitidos por Ballagas en «Castillo Interior de Poesía», donde dice: «En una época de colaboración en que la comunidad de bienestar es anhelo ecuménico, un ansia de los espíritus auténticamente cristianos inspirados en la fe de los grandes fundadores, el poeta no ha de quedarse solo en poeta, sino fundirse amorosamente al hombre, a su hermano...»
En toda la poesía de Ballagas hay cierta invocación a la Muerte. Aquí alude a pasajes bíblicos, y precisa que sin crecimiento espiritual persiste una obra infecunda, como quien recuerda: « [...] Hay más dicha en dar que en recibir». HCH 20.32-35, así como: «¡Dichoso aquel que usa de su libertad sin cargos de conciencia!...»; RO 13.22, y: «Dejen caer el rocío, ¡oh cielos!, desde las nubes dejen llover la justicia». IS 45.8.
Si leemos la Biblia Devocional de Estudio [Antiguo y Nuevo testamento] (1996): Versión de Cuasimodo Reina (1569), revisada por Cipriano Valera (1602), con otras revisiones: 1862; 1909 y 1960, vemos que: «El espíritu se recibe por la fe», GÁ 3.11, p. 271. Sin embargo, mayor precisión se encuentra en la «Epístola Universal de Santiago»: «Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, sino se demuestra con hechos, es cosa muerta», STG. 2.17; y «Tal vez alguno dirá: Tu tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos, y yo te mostraré mi fe con mis hechos», STG. 2.18, y «Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe», STG. 2.24.
Al acudir a Martí vemos que en «Generoso deseo», precisa, «[…] El pensamiento se ha de ver en las obras. El hombre sólo cree en las obras. Si inspiramos hoy fe, es porque hacemos todo lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en nuestra inspirada unión, nos quitaríamos voluntariamente el poder si le quitásemos a nuestro pensamiento su unidad.».
Ballagas cree, tal como apuntó en la conferencia «Castillo Interior», que «La salvación del hombre está en el espíritu; la salvación de la poesía también…», pues constituye un “estado de gracia” que engrandece la obra de lo humano y hace perdurar sus esencias, aunque las formas cambien o se transformen.
Martí, por su parte, el 4 de junio de 1884, en artículo para La Nación, de Buenos Aires, sintetiza que: «[…] ¿Quién no ayuda a levantar el espíritu de la masa ignorante y enorme, renuncia voluntariamente a su libertad…»
De similar manera en «Maestros Ambulantes», La América, Nueva York, mayo de 1884, detalla: «Solo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad…».
Con ustedes, dejo aquí los conceptos que emitió hace más de seis décadas el poeta Emilio Ballagas, un sentido homenaje de nuestro tiempo a José Martí; el más universal de todos los cubanos, un hombre incansable por la libertad de los pueblos y del bienestar común entre los hombres.
«LA CONDICIÓN MARTIANA»
Por Emilio Ballagas Cubeñas
Dicen que Don Miguel de Unamuno, el poeta, el maestro español, hombre de sustancia martiana― solía llevar una cruz que, colgada de su cuello, pendíale por encima del chaleco. Una cruz sensible y evidente que proclamara a los ojos su dolida filiación cristiana. Más pequeña aún que esa cruz unamunesca es la que como flor viva de mi angustia llevo yo en la solapa, porque no merezco aún, y quizás no merezca nunca la gracia de una cruz mayor.
Pero la cruz pesada, doliente y luminosa es aquella que el cristiano o el martiano vigilantes, cargan sobre la carne del espíritu. La cruz invisible y grande, no por invisible oculta; la cruz que era en Unamuno sed de eternidad y de inmortalidad, sed de una España digna, digna como la Cuba en cuyo sueño se consumió Martí. Que este sueño en carne viva era la cruz alada del maestro cubano, y la herida del hombro le hizo exclamar: «En la cruz murió el hombre un día, pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días».
Cuéntese que cuando se separó Martí de la familia de Don José María Sardá, el catalán bueno que quiso aliviarlo del trabajo de las canteras, regaló a las hijas de aquel un gran crucifijo como el más hermoso presente que puede hacer un cristiano agonista. Cuéntese que unas cubanas revolucionarias de Key West obsequiaron también a Martí un crucifijo. Porque la cruz era el destino y el símbolo del que dijera: «Los redimidos allá en lo venidero llevarán sobre sus hombros a los redentores». Y eso es lo que hacemos ahora nosotros ―hijos de su obra, redimidos por su santa palabra― en cada aniversario de su natalicio. Llevar sobre nuestros hombros a Martí, levantarlo sacramentalmente por encima de nuestras cabezas, y dar testimonio de su evangelio americano.
Este es a mi leal entender el sentido de la conmemoración martiana que cada veintiocho de enero celebramos con renovada fe en nuestros destinos nacionales, por encima de la condición humana. Pero palabra y fe no bastan porque tenemos que justificarnos también por las obras, oponiendo a la inevitable condición humana la salvadora condición martiana. El único modo de que se conozca que en verdad somos martianos es llevar la cruz de amor y de dolor que el fundador americano condujo hasta Dos Ríos. «Por las marcas de vuestras llagas ―dice Pascal de Cristo― os conocerán vuestros discípulos; por las mismas huellas dolorosas tú conocerás a los que fueron tus discípulos.» Por el sacrificio cotidiano y la renuncia al fácil enriquecimiento conoceremos en la actualidad a los verdaderos martianos, no por el brillo efímero de la palabra elocuente. Venid como Martí y os creeré de inmediato. Vengamos investidos del espíritu martiano y no será difícil que se nos crea. No de otro modo.
Salgamos, no cada año, sino a cada paso, a dar testimonio de la ética y de la estética martiana, ya que ambas se integran en una sola pieza: la vida honesta como obra de arte. Que no en vano dijo Keats, el poeta inglés: «Verdad es bondad y bondad es belleza, y esto es todo lo que necesitas saber».
Muchas gracias, Emilio Ballagas, Enero de 1943.
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