MARTÍ EN LA ESTÉTICA DE BALLAGAS
Por Luis Machado Ordetx
(Fragmento de un libro en preparación sobre el pensamiento de Martí en escritores cubanos durante las cinco primeras décadas del siglo XX).
En la literatura, también en el periodismo, persiste un desciframiento de lo simbólico, de circunstancias transhistóricas. El hecho artístico recala más allá del signo lingüístico. En eso reside, como aseguró Jorge Luis Borges, el examen de la capacidad de una obra literaria o periodística. El texto se desprende del escritor y continua vivo, inalterable, en otros tiempos.
La exigencia, desde una perspectiva sincrónica, afianza la reflexión. ¿Qué dice Martí en permanencia insoslayable dentro del pensamiento ideoestético y la creación artística de una época indeterminada y en la escritura de otros hombres?
Esa es la huella, y la localizamos en la misión periodística y por encargo que desplegó el poeta Emilio Ballagas Cubeñas (1908-1954), quien al margen de su quehacer poético y pedagógico, reclamó, en este sentido, una revalorización puntual.
¿Por qué? La crítica y la historia de la Literatura Cubanas no han reparado de una manera íntegra en ese rastro singular, de pertenencia martiana, de fulgor nacionalista. Incluso, han especulado más, sobre todo en el plano poético —el de mayor realización artística en Ballagas—, sin determinar cuál sintetiza la envergadura o infinitud de lo que Humberto Eco denomina “lecturas posibles” aludidas y admitidas en una escritura. En tal sentido, Luis Álvarez Álvarez tiene absoluta razón cuando expone: «Extraña permanencia la de Emilio Ballagas en nuestra poesía, donde se mantiene como un recinto aislado o una peligrosa excepción. La crítica, década tras década, parece estar más dispuesta a concederle algún sitio, uno cualquiera, que a descubrir el suyo exacto».1
La perspicaz observación condena también al escritor camagüeyano a una exclusiva valoración de la poesía. Cierto es que esa constituyó la mayor amplitud artística. No fue la única y definitoria en un corpus literario de marcada dimensión histórico-cultural. Todo está dado por una visión reduccionista que condena la extensión más abarcadora de su escritura literaria. Álvarez Álvarez propone y fustiga, y da horizontes para la búsqueda puntual. También olvida de manera tangencial otra parte trascendente del servicio social, profesional y cultural que legó Ballagas a su tiempo. O sea, las influencias, el ejercicio del periodismo, la ensayística y la pedagogía, contenidos todos en columnas que sustentan una visión orgánica o aclaratoria del escritor.
Tal parece que Ballagas dejó una admonición a la contemporaneidad. Al recordar al poeta y dramaturgo español Fray Félix Lope de Vega y Carpio, precisó que «[…] el hecho de celebrar un centenario no ha de ser en sí mismo un fin, sino instrumento para acercarnos al genio…»2 En Lope de Vega, el articulista José Martí también reconoció que en su «[…] frente cabían todos sus dramas…»3
Con Ballagas diría más: no “acercarnos” como aseguró el poeta, al genio literario, al puro individualismo histórico, sino a una época y su trascendencia a la posteridad.
En 2008 dos libros saldaron las deudas con Ballagas, justo en su centenario de natalicio. El lector cubano tuvo un re(encuentro), uno más, con la magistral poesía y la prosa que el escritor camagüeyano ofreció a la Historia de la literatura nacional y universal. Por desgracia, ambos textos4 —debido a un diferendo del heredero por los correspondientes derechos de autor—, están condenados a circular exclusivamente en Cuba. Ese suceso no lastra una eternidad de encantamiento con un discurso literario de inaudito acabado estético. En realidad, ese escritor pertenece a la residencia enciclopédica del pensamiento humanístico de cualquier época.
Octavio Paz afirmó que el «[…] hombre que se distrae, niega el mundo moderno…»5 Con Ballagas, en una superficie u otra, sustentamos esos “instrumentos” que exigió para adentrarnos en los vericuetos de la averiguación histórica. Ahí se incita un cúmulo sostenido de inferencias sincrónicas, y también diacrónicas, con el pensamiento humanístico, ideoestético y de cubanía —por el sentido raigal del término— de las exposiciones teóricas y de crítica artística y literaria de Martí.
El aniversario 90 del natalicio del más universal de todos los cubanos instituyó la exacta fecha que ofreció Ballagas para transmitir a sus coetáneos, y también a la contemporaneidad, qué lo acercó a Martí. Dio las claves para mostrar cuáles representaron sus puntos de contactos más próximos, y cómo deseó redimir al hombre de aquellos entuertos que deparó la vida en su decurso histórico y literario ante la contemporaneidad cubana. Tenía razón: su generación cultural formada hacia finales de los años 20 del pasado siglo, había recibido un antecedente de honestos intelectuales encargados de reconstruir el paso inquebrantable de Martí por el firmamento de la Patria.
Fue también el sentido más próximo de exponer una precisión nacionalista, propia, que desatara al país de la “ineficiencia aparente” de los desgobiernos republicanos que operaban desde el “pillaje y la desvergüenza” sobre la conciencia del cubano. Casi cinco décadas estuvo escondida a la crítica y la historia de Cuba la primera alusión directa de Ballagas a la raigambre del pensamiento de Martí.
Está concebida desde una óptica teológica, cristiana, de filiación patriótica y de puro humanismo. El contexto que escogió para esgrimir sus fundamentos, al menos los más abiertos y defendidos, así como las circunstancias del auditorio, y los esfuerzos de escritores villareños agrupados en torno al Club Umbrales (1936-1944), dan inusual valía a la labor comunitaria, cultural, y de reconocimiento al sustento antiimperialista, cubano, independentista y humanístico de Martí.
Era una prueba terminante, demostrativa, de que la «[…] amistad me premia, a mí, que es otro modo de amor…», según la sentencia del Apóstol.6 De enero a mayo de 1943 se dictaron cinco conferencias en la Cárcel de Santa Clara, el principal centro penitenciario de la central provincia de Las Villas.7 Emilio Ballagas, profesor de la Escuela Normal para Maestros, inauguró el ciclo de disertaciones para recordar el jueves 28 de enero el aniversario 90 del natalicio de Martí.
Por tema escogió “La Condición Martiana”, una visión de humildad ecuménica, de evangelio americano. Decantó el poeta las particularidades en las cuales por «[…] el sacrificio cotidiano y la renuncia al fácil enriquecimiento conoceremos en la actualidad a los verdaderos martianos, no por el brillo efímero de la palabra elocuente…»8
Un cienfueguero, el poeta Pedro López Dorticós, el miércoles 19 de mayo cerró esas magistrales presentaciones con un esbozo de la “Intimidad en cartas de Martí”, texto que luego completó con el propósito de dar la estatura espiritual del hombre y del Apóstol en su correspondencia con Manuel Mercado.9 La presencia allí de Raúl Ferrer, Juan Domínguez Arbelo, López Dorticós y Ballagas, los cinco disertantes, refrendó el ánimo de concordia intelectual, y de virtud, en torno al singular ideario americano del cubano universal.
Volviendo a Ballagas, el poeta sabe a la perfección que, con Martí «[…] ¿Quién no ayuda a levantar el espíritu de la masa ignorante y enorme, renuncia voluntariamente a su libertad…»10 Cree, como dijo en su “Castillo Interior de Poesía”, que la:
«[…] salvación del hombre está en el espíritu; la salvación de la poesía también; [porque el] verdadero poeta sabe que el hecho lírico puro es inefable e incomunicable y, conciente de esta realidad, habla como él “sabe” y “puede”, como el que sabe poco y puede mucho, como el que se alza sobre los talones sin acercarse al cielo ni más ni menos, pero soñando que su frente se quema en azul místico...»11
Era, como puntualizó, engrandecer el gesto humano, atalayar y perdurar sus esencias sin importar que las formas o las actuaciones cambien a partir de las circunstancias. Marcó la confidencia por el “Homo Hominis Lupus”, como si espetara, o repitiera a voz ardiente, con Martí a su Ismaelillo: «Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura y en la utilidad de la virtud.»12 A partir de esa cualidad, devoción y condición absoluta de la mirada de Martí hacia los hombres, Ballagas destacó un realce para el ser social, y lo apreció desde la óptica del pedagogo y del escritor, como cualidades inherentes a una exquisita existencia patrimonial de todos los cubanos.
Ya en «Castillo Interior», había dicho antes que «En una época de colaboración en que la comunidad de bienestar es anhelo ecuménico, un ansia de los espíritus auténticamente cristianos inspirados en la fe de los grandes fundadores, el poeta no ha de quedarse solo en poeta, sino fundirse amorosamente al hombre, a su hermano...»13 El apunte de Ballagas tiene un colofón, un escenario en el cual Martí sugirió que «Solo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad…»14
Ese artículo, aparecido en la edición de La América, de Nueva York, en mayo de 1884, explicó circunstancias inseparables a la naturaleza humana y a los estados de “prosperidad” constante: ser bueno es el único modo de ser dichoso; ser culto es el único modo de ser libre. Fue esa la propagación que quiso legar Ballagas a la posteridad con su inicial conferencia.
También representó el ánimo que insufló el Club Umbrales a los convocados a las cinco disertaciones. No eran hombres doctos, tampoco pedagogos los que exigió Martí en su puntualización de los “Maestros Ambulantes”, sino conversadores para redimir la ignorancia, fomentar cultura, y salvar al hombre. Los cuatro disertantes elegidos —Ballagas tuvo dos presentaciones— para presentarse ante un inusual auditorio, más allá de sus respectivas profesiones, tenían un fervor humanístico y lealísimo al sueño cumbre de Martí: el ansia de total libertad de la patria y la concordia entre todos.
Desde esa fundamentación, Ballagas va al hallazgo de la visión teológica, humana y sincera de la prédica martiana. Por eso rebuscó en su propia fe religiosa, y también indagó y exteriorizó el conocimiento que tiene sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Hizo énfasis en el presagio de la muerte, y en determinados pasajes bíblicos que rebosan el crecimiento espiritual, no como obra efímera, sino como sustancia cósmica, imperecedera.
Cree en la certeza de la historia de la humanidad, e invocó entre los reclusos y carceleros que «[...] Hay más dicha en dar que en recibir». HCH 20.32-35. Alabó por el «¡Dichoso aquel que usa de su libertad sin cargos de conciencia!...» RO 13.22, y porque todos «Dejen caer el rocío, ¡oh cielos!, desde las nubes dejen llover la justicia». IS 45.8.15
¿Por qué ese tono expositivo, de vehemencia y liturgia sacramental, bíblica? ¡Ah, Ballagas recurrió con insistencia a una frase antológica de Martí! Recordó con el Apóstol que «En la cruz murió el hombre un día, pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días».16 La cruz, alada en este caso, es valorada como alegoría, como un símbolo, una sentencia, un destino procreador de la vocación independentista, bolivariana, antiimperialista, antirracista y americanista del Cubano Mayor.17
Ballagas juzgó, desde un “humilde e insobornable entender” que palabra y fe no bastan «[…] porque tenemos que justificarnos también por las obras, oponiendo a la inevitable condición humana la salvadora condición martiana.»18 Tendríamos que volver la mirada hacia los motivos bíblicos, y observar esa analogía azarosa a partir de suceso en el cual «El espíritu se recibe por la fe», GÁ 3.11. Sin embargo, mayor precisión se encuentra en la lectura a la «Epístola Universal de Santiago», donde se sentencia que «Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, sino se demuestra con hechos, es cosa muerta», STG. 2.17.
Mayor denotación refrendó el poeta cuando aludió a que «Tal vez alguno dirá: Tu tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos, y yo te mostraré mi fe con mis hechos». STG. 2.18. De igual modo ilustró ese acontecimiento humano y espiritual al clamar que «Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe», STG. 2.24.19
La palabra y la razón son inmensas, dijo Martí. Un mayor destinatario afloró cuando el «[…] pensamiento se ha de ver en las obras. El hombre sólo cree en las obras. Si inspiramos hoy fe, es porque hacemos todo lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en nuestra inspirada unión, nos quitaríamos voluntariamente el poder si le quitásemos a nuestro pensamiento su unidad».20 Esa mirada retrospectiva la encontramos en el pensamiento de Ballagas cuando anunció en su “Castillo Interior”, de manera sentenciosa, que «[…] lo humano también es monstruoso en la medida que se aparta de la semejanza divina impresa en la criatura por el Creador».21
Los pronunciamientos de Ballagas se sustentan desde una óptica ecuménica, cristiana, ya lo dije antes, a partir de profunda filiación religiosa que alcanzó un parangón singular en su visión literaria y periodística. Por tal razón pretende, como dijo en esa conferencia leída en la Sociedad Cultural Ateneo de Villaclara, cinco días antes de la presentación de López Dorticós en el reclusorio provincial, que la «[…] salvación del hombre está en el Espíritu; la salvación de la poesía también…»22 Entiende y defiende ese «estado de gracia, de concordia y confraternidad» que engrandece la obra de lo humano y hace perdurar sus esencias, aunque las formas espirituales y de actuación social cambien o se transformen de manera afirmativa en la mirada del entorno comunitario.
Allí insiste en que el poeta está consciente que “todo hecho lírico puro es inefable”, como aludiendo a Martí en un encantamiento sublime. Al cierre de la disertación, dice el camagüeyano: «Salgamos, no cada año, sino a cada paso, a dar testimonio de la ética y de la estética martiana, ya que ambas se integran en una sola pieza: la vida honesta como obra de arte. Que no en vano dijo Keats, el poeta inglés: “Verdad es bondad y bondad es belleza, y esto es todo lo que necesitas saber”».23
Es como recordar el probo pronunciamiento del Apóstol en sus “Maestros Ambulantes”: «Solo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad…»24
Ahora, ¡qué raro! ¿Por qué Ballagas hace un recordatorio en torno al ideario poético, ensayístico y filosófico del inglés John Keats, un hombre de espíritu protestante, antibíblico, muy diferente a su credo religioso y estético? No brota otra explicación que atribuirlo a la carácter de la naturaleza y a la vida cotidiana como atributos insustituibles de la experiencia sentimental, el paisaje amoroso y el mundo “caballeresco” que determinan el conocimiento que encierra todo desempeño humano.
Tal como indicó Ballagas, es como un atributo de virtud. Desde la oscuridad percibe la luminosidad y el sentido de la vida intrínseca a cuánto de «excelencia» e indulgencia asisten a la «condición humana» en la reafirmación activa dentro de una sociedad. Cierto es que el poeta camagüeyano constituye un hombre de amplia cultura universal, de dominio fluido del idioma inglés, y personifica una cualidad positiva para impregnarse de todas la fuentes del saber. No tiene fronteras que lo dispersen de cualquier conocimiento, y disfruta del gusto predilecto de Martí por la lírica cautivadora de un escritor del calibre de Keats, impuesto con marcados parangones en la recreación de un contexto de perfecta divinidad.
NOTAS:
1- Luis Álvarez Álvarez (2004): «Emilio Ballagas, desde este fin de siglo», en Saturno en el espejo y otros ensayos, p.109, Ediciones UNIÓN, La Habana.
2- Emilio Ballagas (2008a): «Centenario de Lope», en Prosa (Selección, prólogo y notas de Cira Romero), p. 379, Editorial Letras Cubanas, La Habana.
3- José Martí (1975): «El Centenario de Calderón», en Obras Completas, tomo 5, p. 125, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
4- Cfr. Emilio Ballagas (2008): Obra Poética, (Compilación y Prólogo de Enrique Saínz), Editorial Letras Cubanas, La Habana, y Emilio Ballagas (2008): Prosa, Ob. cit.
5- Octavio Paz (2003): El Arco y la Lira, p. 38, Fondo de Cultura Económica, México.
6- José Martí (1975): «Carta a Fernando Figueredo”, en Obras Completas, tomo 1, p. 294, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
7- Fue frecuente que los intelectuales de la localidad hicieran visitas y sesiones culturales en centros penitenciarios villareños. Desde principios de la sexta década de siglo XIX, en 1862, la cárcel de Santa Clara, destinada a detenidos por causas «políticas» o comunes, estuvo radicada en las actuales calles Villuendas, esquina a Carretera Central. A partir de 1931 tuvo al frente la Audiencia de Las Villas, con el propósito de efectuar y agilizar los procesos legales. Ese lugar, desde 1977, dejó de ser centro penitenciario, y tras una readecuación de sus instalaciones, se convirtió en escuela especializada para la enseñanza de niños ciegos o débiles visuales. Cfr. Luis Machado Ordetx (2006): Kilates del testigo, 61-86, Editorial Capiro, Villa Clara.
8- El texto, hasta 1991, estuvo parcialmente inédito dentro de la vasta papelería escrita por Emilio Ballagas durante su permanencia profesional y literaria en Santa Clara. Su original se localizó en 1988 en la documentación que el declamador presentó al autor. Cfr. EMILIO BALLAGAS: «La condición martiana», en Anuario Martiano, sección Vigencias, (14): 258-259, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991.
9- Cfr. Pedro López Dorticós: «Intimidad de Martí en sus cartas a Manuel Mercado», Conferencia leída en la sesión celebrada el 30 de marzo de 1950 en la Academia Nacional de Artes y Letras, en Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, tomo XXXI, año XXXVI, pp. 126-171, La Habana. Las disertaciones anteriores correspondieron a Juan Domínguez Arbelo con “Martí, crítico teatral” (jueves 25 de febrero), y a Raúl Ferrer Pérez con “Martí y sus Versos Sencillos”, dictada el 22 de abril de 1943.
10-José Martí (1963): «Carta al Director de La Nación, Nueva York, junio 7 de 1884», en Obras Completas, tomo 10, p. 60, Editora Nacional de Cuba, La Habana.
11- Emilio Ballagas: (2008a): «Castillo Interior de Poesía», Ob. cit., pp. 288-289.
12-José Martí (1964): «Ismaelillo», en Obras Completas, tomo 16, p. 17, Editora Nacional de Cuba, La Habana.
13- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., p. 289.
14- José Martí (1975): «Maestros Ambulantes», en Obras Completas, tomo 8, 289, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
15- Cfr. La Biblia, Dios Habla Hoy, (1993): Sociedad Bíblicas Unidas, México.
16- JOSÉ MARTÍ PÉREZ (1963): «Carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui», en Obras Completas, tomo 1, Ob. cit., p. 28.
17- Cfr. JOSÉ MARTÍ (1981): «Carta a Manuel Mercado», en Obras Escogidas, tomo 3 (Noviembre, 1891-Mayo, 1895), pp. 576-579, Editora Política, La Habana.
18- Cfr. EMILIO BALLAGAS: «La condición martiana», en Anuario Martiano, sección Vigencias, (14): 258-259, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991.
19- Cfr. BIBLIA DEVOCIONAL DE ESTUDIO [ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO] (1996): Versión de Cuasimodo Reina (1569), revisada por Cipriano Valera (1602). Otras revisiones: 1862; 1909 y 1960: La Liga Bíblica, Sociedades Bíblicas en América Latina, Estados Unidos.
20- JOSÉ MARTÍ (1963): «Generoso deseo», en Obras Completas, tomo 1, Ob. cit., p. 424.
21- Cfr. Emilio Ballagas: «Castillo Interior de Poesía», revista Letras Cubanas, 3(11): 246-291, La Habana.
22- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., 9823- Idem., p. 25924- José Martí (1975): Ob. cit., tomo 8, p. 289
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