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CRÍTICA ARTÍSTICO Y LITERARIA

LITERATURA INFANTO-JUVENIL, LA DEVOCIÓN DE CELIA MARÍA HART

LITERATURA INFANTO-JUVENIL, LA DEVOCIÓN DE CELIA MARÍA HART

Por Amador Hernández Hernández (Escritor cubano).

Reconozco que la autora de los libros (La Habana, 1963-2008) Apuntes revolucionarios, Haydée del Moncada a Casa, It’s never too late to love or to rebel y Les debo verlos libres, tiene con los encrucijadenses un vínculo que pasa por la sangre y por el espíritu de vecinos admirables, asimismo confieso que para mí era más que todo la hija de Yeyé y de Armando Hart, que con su sola visita al pueblito origen de sus familiares maternos bastaba para convocar a sus coterráneos a invadir la antigua casona, propiedad de la familia Santamaría Cuadrado, donada luego como Museo Municipal, con el propósito de rememorar esas historias de estirpes ilustres o satisfacer la nostalgia de regresar a las calles por donde muchas veces pasearon el tío enamorado y la madre delicada en busca de esos sueños que colman el alma y hacen grandes a los hombres.

Leer entonces su cuaderno Historias en día de lluvia con José Julián, publicado por Ediciones Abril en el año 2012, constituyó tener la posibilidad real de calibrar de forma armónica a quien fue en vida una mujer de ciencia y revolución. Desde la dedicatoria misma a su madre, expresión de los agradecimientos vitales al recuerdo materno por hacerla partícipe de su proyecto propio para las almas enamoradas que cruzan sin temor los senderos de la luz, el leyente comprende que penetrará un libro donde la inteligencia y el cariño irán de la mano en esa aventura deliciosa con que la autora nos hará recorrer los apasionantes caminos hacia la verdad, esa verdad que algunos padres tercamente intentan esconder a sus hijos por el simple hecho de subestimar la agudeza de los chicos.

En la presentación del texto Jorge Lozano Ros, advierte: “Por los caminos de La Edad de Oro transitan estas narraciones. Sus diálogos irradian sabiduría, sencillez y sinceridad. Nos revelan los desvelos de una madre para educar a sus hijos, a quien puso por nombre el del Apóstol de la libertad”. Indudablemente, Lozano Ríos fue testigo de cómo nació y creció esta necesidad de ternura de Celia y el superobjetivo que se había planteado desde la primera hasta la última palabra: instruir y educar. ¿No fueron acaso estos mismos preceptos los que motivaron al Héroe de Dos Ríos a enfrentar con gallardía la redacción de la Revista para los niños de su América? 

José Julián fue el inquieto hijo de doña Leonor; el niño de ojos despiertos y de espíritu pasionario por un amor que desbordaba todos los deberes circunscritos al ámbito familiar, que ascendió gracias a la estrella que ilumina y mata. José Julián es el hijo de Celia María Hart Santamaría, fruto de su compromiso moral con el hombre que echó su suerte con los pobres de la tierra. 

Arrobado por las inquietudes de la revolucionaria, de la mujer de ciencia, de la hija de “sus padres” celebrados por la historia grande de la patria, de la madre por encima de todo, vamos acompañados de la maternidad exquisita y reveladora de esta artista de la palabra a descubrir, junto con su vástago, los porqué de la lluvia, de las tormentas, de los misterios dulces de un nombre, de la grandeza de un líder de la historia, de la verdad sobre Cristo Jesús y de las leyes que rigen el universo donde residimos, hasta llegar al acto más sublime de la naturaleza: el advenimiento de un nuevo hombrecito o mujercita al hogar para multiplicar la felicidad.

La lluvia servirá de telón y pretexto para que Celia María encuentre el modo ingenioso para calmar el espíritu impaciente de su adorado hijo. Está implícito en este libro un mensaje de amor, un llamado a la reflexión sobre la importancia de orientar a nuestros hijos en su andar por la vida, advierte en no desperdiciar ni un solo minuto; cada segundo es trascendente en esa misión educativa. Contagiará al lector con optimismo y sabiduría para que se convenza de que el resultado de tantos desvelos será el legado más preciado para un futuro mejor.

“A los que tienen niños como los míos les digo: ¡No dejen pasar una gota de lluvia sin una historia sea cual sea o al menos una sonrisa!”, con las propias palabras de la autora, los dejo, entonces con este bellísimo libro, más bello por el trabajo inteligente de la ilustradora Hanna González Chomenko, para que acompañen a José Julián en la aventura de leerlo.

BALLAGAS EN SOMBRA; EL VISIONARIO Y LOS RESORTES DEL YO

BALLAGAS EN SOMBRA; EL VISIONARIO Y LOS RESORTES DEL YO

Por Luis A. Pérez de Castro (poeta y narrador cubano)



El ensayo, según definición del Manual de la Lengua Española, no es más que la acción y efecto de ensayar. Escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia. Representación de una obra dramática ante de presentarla al público. Prueba preparatoria. El libro que comento se inserta en ese mismo género. Sus páginas reúnen ocho trabajos que, en un inicio, obliga a preguntarnos: ¿Son o no ensayos? ¿Son o no ficciones?

Al descifrar tales afirmaciones es preciso recurrir, con ojo crítico y sapiencia, a sus interioridades, y navegar en todo lo que allí se dice. Hago referencia a Ballagas en sombra, del periodista e investigador Luis Machado Ordetx (premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara,  2009), publicado por la Editorial Capiro al siguiente año.

Ya en el 1996, con Coterráneos (premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara y divulgado por igual editorial), Machado Ordetx entrega no solo el quehacer de esta ciudad central de Cuba durante los años 30, 40, y 50, sino que, además, da los primeros vestigios de en la observación y sagacidad como  investigador enfrascado en descorrer “velos” culturales de la Historia Literaria.

Trece años después incluye otro título en su hacer de rastreador de la memoria cultural: Ballagas en sombra, compilación de innumerables documentos  —díganse cartas, poemas, testimonios y opiniones— inéditos que arrojan otras luces sobre el poeta cubano Emilio Ballagas Cubeñas (Camaguey 1909–La Habana 1954).

 Este libro, escudriñado y construido con oficio de orfebre durante veinte años, salió, no por azar, del testimonio y del archivo personal del declamador villaclareño Severo de la Caridad Bernal Ruiz, con quien Ballagas mantuviera una larga amistad e intercambio de correspondencia entre los años 1939 y 1948.

«Nada más indebido que profanar ciertos documentos, “concebidos” previamente –en soledad y urgencia- como goce íntimo, plácido, polémico o tendencioso; pero en el fondo no quedan otras alternativas», dice el ensayista en Códices del silencio, pórtico, a modo de prólogo, para su ensayo, y un poco más abajo, recalca que «Los asuntos que aborda Ballagas con Bernal pudieran dar lugar a múltiples lecturas porque muestran las claves (incógnitas) y respuestas que pocos comparten. Prevalecen confidencias, reclamos, el monólogo testimonial del instante que ayer, tal vez hoy, quizás mañana. Conviene sierre volver los ojos al pasado y hurgar en la memoria documental con el propósito de que nada desaparezca en una parte esencial de la identidad individual».

Y he aquí lo novedoso del ensayo; Machado Ordetx viaja al pasado de la vida del poeta cubano, y lo hace  libre de tabúes y desprejuiciado de todo el decir insidioso de cuántos —críticos o no— han abordado la obra de Ballagas; en ese tránsito muestra un estilo “sacerdoticio” al apoyarse en las premisas que ofreció Gastón Baquero, cuando dijo en 1954, a pocos días del fallecimiento del escritor camagüeyano: «Pertenece a la historia de la poesía cubana (…) y son muchas las páginas de esta que se escribirán bajo su nombre, si se quiere escribirla con justicia y verdad

Apegado a esa justicia y verdad, es que el ensayista logra recopilar, gracias, como señalé con anterioridad, a su sed investigativa y al archivo del declamador Bernal Ruiz, un grupo de cartas donde Ballagas, a través una prosa clara y, en ocasiones incisiva, aborda sus intimidades, los fundamentos estéticos, las creencias religiosas, y el compromiso con la sociedad en la cual, durante en muchas ocasiones, sintió el rechazo a su existencia.

 Hay en esas misivas una  fidelidad a los amigos y un amor sin límites para proteger la cultura cubana en toda su extensión. Cartas con un desgarramiento solo experimentado por un poeta que afirmara: «(quien sea) capaz de impresionarse ante la fina arquitectura de la rosa ha de serlo de sufrir con más intensidad que otro hombre alguno la injusticia humana o la barbarie de la guerra egoísta.». Cartas que desmienten la barbarie de esa propia guerra egoísta lanzada por Rosa Pallas, Argyll Prior, Virgilio Piñera, y otros que en sus escritos solo juzgaron en la parte más oscura del poeta; es decir, en sus desajustes personales —que en nada lo diferenciaban del resto de los artistas de su época— e ignoraron el lugar que ya ocupaba su poesía, lo que representaba su peculiar entonación libre de todo egocentrismo, decantado de nimiedades y cualquier debilidad lírica y humana como quisieron hacer ver otros en los versos o textos teóricos que escribió.

Ballagas en sombra es un libro con un logrado intento no de ensayar “hacia”, sino de ensayar “desde” cualquier hermenéutica del discurso. Interviene en la confección del texto la inestimable “colaboración” del propio Ballagas con sus cartas, y también el  sabio azar de Machado Ordetx, el investigador villaclareño, al contar con la amistad de Severo Bernal y descorrer las “puertas” de  su archivo personal. Cada carta de Ballagas, entre todas las enviadas desde Santo Suárez, La Habana, otras ciudades de Cuba, y Nueva York, en Estados Unidos, pone de manifiesto una larga conversación donde predomina el “entre” nosotros —llámese Ballagas-Severo Bernal o viceversa—. Más que una conversación o un diálogo, parecen dos monólogos alucinados y desarrollados con una coherencia digna de envidiar.

 Pese a que Ballagas permanece bien distante allende o aquende de los mares, afirma: «Trágico el destino de las provincias donde no hay público para crear un teatro, donde no hay oídos para una coral popular ni sensibilidades finas para el verso. En toda Cuba pero más aún en el interior, hay que ir contra el aplauso;  torcerle el pescuezo, buscar otros estímulos más positivos o más ideales… porque nuestro vinagre no se compadece con su aceite burgués y digestivo.» El poeta parece perpetuarse, como aislado del declamador, y da la sensación de ignorar su presencia. Sin embargo, es todo lo contrario: ya  desde su primera carta, dirigida al amigo el 22 de septiembre de 1939 desde  la barriada de Santo Suárez, La Habana, Cuba, nos parece asistir a la discusión de dos locos encandilados con sus dilemas individuales.

 Ballagas se queja del costo de la vida, de las miserias humanas: «Ahora mi problema es de abrigo. Aún espero el envío del dinero argentino de mi antología y parece que “cero”. ¿No será que la presencia de Nicolás (Guillén) y de Virgilio (Piñera) por Sudamérica me está torpedeando la edición? Conozco el paño…», dice en una carta enviada el 25 de noviembre de 1946. Se lamenta de la brevedad de la vida, de la lejanía y de todo cuánto acecha  su destino; tal parece rendirse ante la incertidumbre. Severo Bernal, en cambio, se manifiesta con sorprendente optimismo y se dispone a dar cumplimiento a lo solicitado por el amigo.

El ensayista Machado Ordetx en todo el contexto escritural, ofrece al lector un libro ameno en cuyas páginas otea la ebriedad de Ballagas, un hombre que supo forjar su propio mito dentro de la poesía cubana; un hombre que no solo sufrió a causa de la angustiosa creación literaria, sino también bajo la égida de la incomprensión y el (no) reconocimiento de su existencia amorosa, hecho que lo llevara a expresar: «La vida de todo artista está hecha de huidas a sí mismo y de escapadas a la vida. Este limpio juego de balanza –justo equilibrio- es lo que mantiene el ímpetu creador, que a la vez es ansia comunicativa y no puede permanecer encarcelado dentro del individuo por muy vastos que sean los dominios del “yo”

Este libro, sin dudas, abrirá (otras) nuevas sendas a la “triste”  polémica sobre el homoerotismo en Ballagas; y el escritor se pregunta ¿qué importa?, a partir de las contundentes pruebas testifícales que muestra y que ayudan a reconstruir y develar la verdad dialogante de un hombre y su época; es la verdad de un hombre que podemos ser todos, pues «la originalidad estilística y temática de su obra estará siempre delante del misterio individual; ocurrirá, en fin, el traspaso dialogante de la pugna entre la norma impuesta por el tiempo», como asegura el ensayista; tal vez en ese asombro persista la nitidez del visionario en una forma de superar y sortear los finísimos resorte del yo impuestos por el tiempo y la existencia humana.

MUERTE DE LOS TALLERES LITERARIOS EN EL CENTRO CUBANO

MUERTE DE LOS TALLERES LITERARIOS EN EL CENTRO CUBANO

-Sobre una idea del poeta Roberto Manzano y la inevitable muerte de los encuentros provinciales de talleres literarios en Villa Clara.-

 

Por Amador Hernández Hernández, narrador e investigador.

 

Leyendo la página cultural del periódico Granma del 28 de octubre del presente año, pude apreciar en su justa medida el valor que ha tenido por décadas, para los escritores, la creación de los talleres literarios. Fundación que se remonta a los años setenta del pasado siglo. En el artículo de Madeleine Sautié Rodríguez, Roberto Manzano, uno de los más relevantes poetas de Cuba de estos tiempos, confiesa a la periodista que el poema Canto a la sabana, con el cual obtuvo el premio en el Segundo Encuentro Nacional de Talleres Literarios en 1975, le había cambiado la vida, "una forma de ser yo desde otro". Él, que había ejercido como asesor literario en esos años en su natal Ciego de Ávila, no invalida - en sus confesiones - el mérito de ese primer reconocimiento.

 

 

 Luego vendrían importantísimos galardones hasta convertirlo en la figura que es. Pero no dejó de registrar ese premio, resultado de su estancia en los talleres de creación literaria.

 

 

Fueron los filólogos, recién graduados por las casas de altos estudios, los que asumieron, en su mayoría, la iniciativa de nuclear a los miembros de la comunidad interesados en el universo literario.

 

 

Los frutos no se hicieron esperar, al punto de que fue necesario instituir los encuentros de talleres literarios a todos los niveles, no solo con carácter competitivo. Más interesante que el premio fueron los recursos y conocimientos que recibían los talleristas en su diálogo constante con los miembros de los diferentes jurados, asesores literarios, las conferencias y presentaciones de libros de aquellos escritores que formaban parte de la vanguardia intelectual del país.

 

 

Cierto es que fueron las décadas del 70 y del 80 del siglo XX las de más esplendor. De los talleres, en sus distintos momentos, brotaron figuras archiconocidas en los corrillos literarios de la provincia; por solo citar ejemplos, recordemos a Ricardo Riverón, René Batista Moreno, Luis Machado Ordetx, Rogelio Riverón, Lorenzo Lunar, Rebeca Murga, Yamil Díaz, Noel Castillo, Arístides Vega, Jorge Ángel (HP), Sigfredo Ariel, Frank A. Dopico, Pedro Llanes, Luis M. Pérez-Boitel, Daniel Alemán, los hermanos Catañedas, Maylén Domínguez, Jorge A. Pérez, Mildre Hernández, Joel Zequeda, Rodríguez Copa, José L. Santos, Luis Pérez. Pero la lista se haría demasiado larga. Todos con un rico historial dentro del campo de las letras.

 

 

Importantes ensayistas como Carmen Sotolongo, Arnaldo Toledo, Andrés Lora, Salvador Redonet, Pablo Guadarrama han brindado por años su apoyo incondicional a esta actividad.

 

 

La palabra taller en una de sus entradas léxicas plantea que es escuela o seminario de ciencias o de artes. Conjunto de colaboradores de un maestro. Recuerdo este concepto porque lo que pretende realizar el Centro Provincial de Casas de Cultura de la provincia es nefasto para la esencia del movimiento de aficionados a la actividad literaria.

 

 

 En el 2008 fue entendible salvar el encuentro provincial por la vía del concurso. Tres ciclones habían dañado la economía de país. Pero volver con esa alternativa como única opción este año, con todo y la crisis económica mundial, es inaceptable. Si no hay hospedaje o escasos recursos financieros, pudo pensarse en hacerlo en un solo día en cualquiera de los centros o instituciones culturales de la provincia.

 

 

Concursar con una obra literaria, enviada con anterioridad, para que un jurado decida, sin criterios de talleristas, la obra ganadora, lejos de ser una buena idea, desmotiva y puede incluso desmovilizar a los que se reúnen sistemáticamente en sus municipios. El encuentro provincial es insustituible.

 

 

El Centro Provincial debe recordar que los talleres de la Enseñanza Superior realizaron su encuentro en el Instituto Superior de Ciencias Médicas y el Territorial de la FAR en la militar Camilo Cienfuegos. Y todos en un día. ¿No tiene Cultura centros educacionales donde se pudo aplicar esta misma variante? ¿Tal vez en la Casa de la Ciudad, o la del Joven Creador? En los duros años del Período Especial los Encuentros Provinciales de Talleres Literarios jamás dejaron de efectuarse.

 

 

De todas formas dejo la posibilidad para que los talleristas y asesores literarios de las Casas de Cultura municipales opinen.

 

 

Esta es mi verada. Y como bien dijera el marxista y luchador italiano Antonio Gramsci: "Toda verdad es revolucionaria".  

 

JUGÁRSELA AL CANELO, PRADO VERDE

JUGÁRSELA AL CANELO, PRADO VERDE

Para no olvidar un libro aparecido dentro del pradito verde del verde prado nacional

 

Por Jorge Luis Rodríguez Reyes

 

 

Si en Cuba existiera crítica literaria (no adjetivo: seria, real, sistemática, verdadera, etc., porque para tener esas connotaciones primero debe existir, y en ese sentido ni Descartes,  con su famoso aforismo puede venir a socorrernos), no tendría que esperar varios años para desobedecer cuestiones éticas que manan ante la decisión de reseñar un libro de un amigo.

 

Casi cinco años han pasado y que sepa, no se ha dicho nada  del libro Jugársela al canelo, del joven autor Félix Ruiz González,  nada más allá que las opiniones,  mayoritariamente elogiosas  en el caso anterior, que se  emiten en nuestras modernas  ágoras culturales: pasillos, oficinas editoriales, instituciones de  cultura, café literiarios, presentaciones efímeras, etc., desde donde muchas veces se legitiman o se subvierten, casi siempre para bien,  las estratificaciones  jerárquicas o los  feudos literarios de nuestro canon  nacional o  provincial.

 

Desde que surgieron las editoriales provinciales, fortalecidas por las impresoras Riso a inicios del 2000, han  aparecido no pocos buenos libros que demuestran la validez de tal proyecto y consolidan la fortaleza de una cultura literaria, que sospechada , dormía en los "praditos verdes" de la no existencia, donde para existir la única premisa era estar y estar solo resultaba si se aparecía en los planes editoriales nacionales y "nacionales" era un adjetivo para uso mayoritario de los habaneros.

 

No intento hacer una defensa de la Riso, porque para ello no haría falta hablar tanto: solo bastaría leer los catálogos provinciales en cada Feria Internacional; como tampoco intento enfocar estas palabras a otras cuestiones,  ya debatidas, y casi superadas,  del acontecer cultural cubano,  pero siempre es adecuado pasar revista,  aunque sea someramente,  por tales contextos.

 

Si hacemos un recorrido por el péndulo temático nacional veremos como hay temas reiterativos desde el Papel Periódico de la Habana hasta hoy: lo rural, lo épico, la doble moral, las becas (más acá), etc. Siempre retomados con nuevas connotaciones, con nuevos enfoques: porque cada vuelta en la espiral nos va limpiando el camino futuro y nos  aporta el acervo anterior.

 

Si el tema rural no ha regresado con  fuerza superior al de la  doble moral, si no  ha superado,  en vigor, al  replanteo del anquilosado tema épico ( en una revisión de lo épico a niveles cotidianos como: montarse en un bote o en asegurar algo para alimentarse, etc. ), y si tal tema no ha regresado, (quizás, vestido de gala, al igual que otros temas tan implosivos: todos destapados en aquellos noventas,  con tantos derrumbes), ha sido por varias causas,  y  repito, este texto no es el espacio idóneo para analizarlas, pero son cuestiones de no  desdeñar ante cada creación donde predomine, en cualquier variante,  el tema rural.

 

El libro Jugárselo al canelo, aparecido en la  Editorial Capiro de la provincia Villa Clara en el año 2005, reúne siete historias que versan sobre la cotidianidad de un entorno rural. Ruralidad  que no está centrada entre la dicotomía civilización versus barbarie porque ya ha llovido mucho desde la literaturización de las pampas argentinas y porque aún hoy  desconocemos cuál  de los dos polos es más civilizado.

 

Los siete cuentos reconstruyen aquellas pocas zonas que van quedando  casi sin voz de nuestro entramado social,  y el autor le agrega su visión; enriqueciendo con su pericia y dominio técnico las historias contadas que no escapan a las "epopeyas" cotidianas, pero estas,  por la destreza narrativa y la limpieza textual nos agradan a pesar de estar ya saturados por tantos años degustando  similares argumentaciones y que a diferencia del libro Jugárselo al canelo, han resultado en simples bodrios.

 

Es difícil dejar de admirar ciertas elaboraciones poéticas que como géiser explotan en los cuentos de Félix Ruiz; construcciones donde se destaca el  uso de verbos o adjetivos  que responden al idiolecto de los personajes  y  enriquecen el texto de forma natural. Como muestra de ello  estos tres fragmentos  extraídos del cuento "Con el agua a la cintura", tercer cuento del libro:

 

"(...) Eran bastante parecidas, ambas con esas  piernas fuertes que tienen las mujeres del campo y con ese misterio  de venado trotándole en el ámbar de las pupilas..."1

 

" (...) Al rato, con la brisa y el salitre del mar escarbándole en los ojos, se asomaron a la costa(...)"2

 

"(...) ya entraban en el mar que, inmóvil a esa hora de la mañana, parecía un desmesurado estanque muerto. "3

 

Los restantes seis cuentos mantienen la solidez y la tersura de  ese venado que trota en el ámbar de los ojos  campesinos. No llevan  ni la desmesurada mirada bucólica, tan dada a estos temas, ni  el desafuero peyorativo de nuestra literatura más premiada. El autor parece no importarle  ser premiado, parece no importarle no aparecer en antologías becarias de compadrazgos y otros usos extensivos de nuestra letras y apuesta por la callada  percusión de su cincel y es que muy pocas veces la vida de un batey moderno en Cuba  ha aflorado en la literatura cubana con la intensidad de este libro,  que a pesar de ser la primera publicación del autor,  nos augura  una solidez narrativa y un empeño donde sale ganando el arte, y si aún   desconocemos los nuevos proyectos del autor  es algo que no nos debe inquietar, porque tales autores prefieren trabajar las palabras, buscarles las expresión precisa. Y no lo duden, él es quizás   uno de los pocos escritores,  que como dice un conocido,  no confunde literatura con  vida literaria.

 

 

 

 

1- Ruiz, Félix: Jugársela al canelo, Editorial Capiro, 2005, p. 20.

 

2- Ídem,  21.

 

3- Ídem, p. 22.

 

 

MARTÍ, ANTICLERICAL

MARTÍ, ANTICLERICAL

 

 

 

- Martí:   "anticlerical" revisitado, o una(s)  relectura(s) a  su   paradigma  ético.  Un vistazo a Jesús de Nazaret: un paradigma ético de José Martí, libro de Delio G. Orozco González.

 

 

Por Jorge Luis Rodríguez Reyes (Escritor cubano, residente en Villa Clara).

 

 

 

 

A Cintio Vitier:  

que más que presidente

 de la república de las

 letras, era un sincero

martiano y

un honorable cubano. 

 

 

 

 

Todo pueblo necesita ser religioso. No solo

lo es esencialmente, sino que por su propia

utilidad debe serlo (...) un pueblo irreligioso

morirá, porque nada en él alimenta la virtud.

 

 

José Martí. Hay en el hombre.

 

 

 

 

 

Entre los tangibles e imperecederos aportes de las Publicaciones Territoriales ha estado la descentralización de un discurso habanocentrista  y esto en casi cualquier disciplina, además de la posibilidad real de publicación para cualquier creador nacional, ubicado lo mismo en la falda de una ceiba avileña que en el centro mismo del más  manso o intranquilo  ojo de buey del río Toa.

 

 

Y es que insertado en una polémica (de la) capital  ya casi añeja, (y con aportes, a excepción de pocos, más que beneficiadores: castrantes), la Editorial Orto,  de la provincia  Granma  publicó en el 2005 el  ensayo: Jesús de Nazaret: un paradigma ético de José Martí, de Delio G. Orozco González. Su autor es licenciado en historia e investigador de  la ciudad de Manzanillo y director del Archivo Histórico de dicha ciudad.   El libro recorre una temática de posiciones encontradas entre estudiosos del tema martiano y donde no pocas veces las tensiones han bordeado otros tópicos que escapan al ámbito académico e incluso martiano. 

 

 

¿Por qué se nos ha escamoteado la creencia religiosa de José Martí? ¿Acaso se demerita  por ello?  ¿Y si se admite -de una vez por todas-  que él abrazó  la fe de Dios, dejará de ser nuestro primer hombre? ¿Acaso fue un mero retórico al afirmar aquel día de mayo del 95, en su probable  último discurso -relatado por Manuel Piedra  Martel, en las memorias de ese villareño insurrecto- : "[... ] por Cuba estoy dispuesto a que me claven en la cruz". ?1 Son preguntas que afloran a todo aquel que se adentre en el estudio martiano  y que libros como el de Delio Orozco buscan responder.

 

 

En las primeras páginas del texto de Luis Toledo Sande: Anticlericalismo, idealismo, religiosidad y práctica en José Martí, se cita  lo siguiente: "el sacerdocio católico es necesariamente inmoral".2. Con frases lapidarias como esta se ha construido una imagen de Martí en guerra abierta contra la religión o por lo menos contra quienes la predican. ¿Pero Martí fue siempre tan radical en ese sentido?

 

 

Creemos que no. Martí combatió contra todo lo procolonial y si estos eran hombres de Dios -me atrevo a afirmar que él no concebía nada más importante que la lucha por la libertad de Cuba-, contra estos también lucharía, en bien de la patria. Además, no estamos ocultando la  probada postura anticlerical y laica de muchos de sus textos,  ni siquiera prestamos oídos sordos a textos citados por estos autores, prestos, más que a abordar el pensamiento martiano sin prejuicios o falsas imparcialidades, a luchar contra los llamados por ellos  sectarios, cuestionando a estos que reclamen a Martí para sí; entiéndase: católicos, cristianos, masones, etc. Toda una amalgama social que ve coordenadas dentro del pensamiento  martiano y el corpus de sus postulados.

 

A pesar de ello, afanados han estado la inmensidad de estos estudiosos martianos en un silencio, por lo menos editorial,  en lo relativo a la religiosidad   martiana, que nos hace volcarnos a ese aspecto y dar pistas para que encuentre cada uno  el sendero que desea. El pensamiento de Martí, como todo hombre cabal, no fue rectilíneo,  pero mucho menos ateo. Por eso inquieta ver a esos "mansos caimanes"  intentar cazarlo dentro del pantano (no cabe  palabra más gráfica)  ideológico, y  reclamarlo a su ideología, para   empotrarlo: lienzo difícil de empotrar si los hay,  a un ateísmo burdo. ¿Pero entonces no  serían ellos también sectarios?

 

Martí, lo intuimos todos,  es mucho más que eso.

 

Y entendemos que a Martí debemos arroparnos, no solo con Lezama que lo describió, acaso, de todas, la descripción más excelsa: "...un vecino arropado de los senderos, un solitario que mira de frente y se abanica con palmas. Una levita olorosa a camino, a monte, a ciervo que busca amparo...", 3 sino como un hijo se arropa, sin dobleces,  a su padre.    

 

Es cierto que en varios textos arremete contra curas, iglesias, credos, (Jesús de Nazaret,  acaso no hizo lo mismo en su momento) incluso exhorta  a los hombres de campo a separarse de los curas  que hacen tangible con su ejemplo a: "Ese Dios que regatea, que vende la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que manda  las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las manda al cielo, ese Dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero.

¡No, amigo mío, hay otro Dios! " 4 

 

En muchos textos, además de este, sus venablos, más dolidos que envenenados, van hacia el pecho de la iglesia. Lo entendemos: un clero católico que refugiaba en las iglesias a las tropas de España,  conspirando abiertamente contra los mambises y contra cualquier vestigio de oposición a España,  frenando el ascenso del clero criollo a las altas dignidades de la isla,   explotando al campesinado y danzando al son de las camarillas del poder, etc.  en fin, qué podemos esperar de Martí en ese contexto: sólo combate.

 

Lúcidos son sus artículos: "La excomunión del padre  Edward McGlynn", "El cisma de los católicos en Nueva York". Sobre los rejuegos políticos del papado  escribió: "El papa amenazado de expulsión", "El libro de un apóstata", "Entrevista de reyes", "Roma de gala, " "Final tumultuoso de un debate", " Los prelados de Sagasta", " Proceso ruidoso", "Benjamín Mecalusso", " Usanzas de hidalgos" , " Las pascuas romanas", " Los pueblos y los políticos", " Peregrinos y carlistas"  y  "Garibaldi".   Textos anteriores  que son la apoyatura central de la "construcción" de un  discurso martiano anticlerical y donde se explaya el apóstol en un lenguaje álgido  contra las  prácticas de personas e  instituciones que desprestigian la obra de Dios. 

 

Inmerso en ese dédalo está  el  breve e intenso ensayo: Jesús de Nazaret: un paradigma ético de José Martí, de Delio G. Orozco González,  y viene a sincronizarse con "recientes" obras,   como la de Rafael Cepeda,  que  han  dado un vuelco audaz al estudio y publicación del eje religioso en el pensamiento martiano. Vuelco que secunda a posturas sostenidas contra viento,  marea y otras inclemencias del trópico,  por el recién desaparecido Cintio Vitier, solitaria figura donde,  como pocas veces,  se han encarnado (literalmente) las enseñanzas martianas en un discípulo.

 

Delio Orozco realiza una extensa búsqueda bibliográfica y nos muestra un   guarismo interesante: hasta su investigación son 105 el número de asientos bibliográficos sobre el tema religioso en José Martí. De ellos  77 antes de la Revolución; de los restantes, 7 fueron publicados fuera de la isla, y de los otros  21,  publicados dentro de la Revolución: a  la mayoría, según el autor citado, a pesar de reconocer la religiosidad martiana,   muchas veces parece dolerles.  

 

Con la lectura del libro de la editorial granmense podemos adentrarnos sin contratiempos, de forma amena y  documentada, a una exploración que nos prepara para aventuras mayores  en la obra martiana que aún nos esconde prontuarios para fortificar nuestra alma contra cualquier contratiempo, ya sea espiritual o de cualquier índole. Y Delio Orozco ha sabido construir en su armonioso  ensayo una ruta para caminar  en un temario  que siempre lo han querido difícil  y espinoso cual Calvario,  pero al igual que Jesús de Nazaret y José  Martí, podemos recorrerlo con honestidad y decoro,  que espacio aún hay en él  para todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1- Piedra Martel, Manuel. Mis primeros treinta años. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001, p. 141.

 

 

2- Toledo Sande, Luis. Ideología y Práctica en José Martí. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, p. 128.

 

 

3- Guerra, Félix. Para leer debajo de un sicomoro. Editorial Letras Cubanas, 1998, p. 17.

 

 

4- Martí, José. Obras completas. Editorial  Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 383.

 

 

 

CONCLUSO PARA SENTENCIA, POEMARIO SUGERENTE

CONCLUSO PARA SENTENCIA, POEMARIO SUGERENTE

Palabras de presentación del poemario Concluso para Sentencia, de Iliana Aguila Castillo.-(In)concluso para festejo punitivo.- Las duplicidades del acto poético frente al escamoteo de la existencia.- Anotaciones.

 

 

Por José Luis Santos Muñoz, escritor cubano residente en Cifuentes, Villa Clara.

 

 

 

Nuestra suerte, turbia,

ha corrido

como las aguas del Sena.

Sólo el ansia de verlas,

de tanta sordidez puede salvarnos.

Creciendo en la obsesión de poseerlas,

de ser arrastrados nos libramos.

 

B. Caluff

 

 

 

1-     En Critica Postcolonial, Xerach Smeding elabora una suerte de impronta analítica: «los historiadores de los siglos XIX y XX han desarrollado un discurso histórico muy concreto, caracterizado básicamente por un sesgo excluyente cuya principal función era(es) la de arrojar hacia los límites mismos de lo moralmente aceptable a todos aquellos que personificaban, en sí mismos, los atributos contrarios al orden político-discursivo del momento. Afro-comunidades, asiáticos, chicanos, mujeres, homosexuales, intersexuales, transexuales, paganos y un sin fín de grupos diferenciados(...) constituyen lo que los teóricos postcoloniales denominan los subalternos.»

 

 

 

2-     Todo lo que anteriormente se infiere conlleva a reutilizar el complejo sistema binario: patriarcado/sujeto femenino como ente que sobrevive a las identidades estáticas o predeterminadas por la Cultura, la Historia o la Política; cultura de lo falogocéntrico/el otro de la hegemonía falocentrista. Expresado de un modo más nítido y explícito, la mujer, con independencia de su status social-operacional, obrera textil, artista, escritora, reclusa, etcétera, sólo desde posiciones de alteridad y allanamiento de lo instaurado por la tradición, pudiese emplazar a «ese otro silenciado venido de la memoria cultural»1, léase herencia hispánica, forjadora de un imaginario colectivo de fábula y se estratifica en el cuerpo masculino, sus símbolos eréctiles, fortaleza física o psicosomática, derecho de conquista y otras tantas legitimaciones que ya cimentadas (y sedimentadas) en ese mismo discurso corporal, relegan a su contraparte a planos de absoluta obediencia estamentaria: matrimonio, concubinato, roles domésticos y demás constructos del poder.

 

 

 

3-     Transcurre, amén de las digresiones sociológicas, el mes de febrero; estamos en el año 2006. Iliana A. Castillo y el que esto redacta, abordan un omnibús ex soviético o ex marxista si es que el medioevo automovilístico admite dichas exégesis. Viajamos a las antípodas del mundo, es decir, a la periférica Manicaragua, por aquel entonces, subsede, de la entrecomillas, Feria Internacional del Libro. Iliana toma y retoma el tópico del viaje, como se sabe, añoranza, postergación y trauma insular desde el acontecer escritural decimonónico hasta el presente, regido, dicho sea de paso, por la infiltración casi tautológica del planteamiento piñeriaño «La maldita circunstancia del agua por todas partes». Sólo que esta vez el asunto transita por la ruta de la experiencia propia y sus hierros lacerantes, por un trasiego que rehúye cualquier vestigio de cosmos preciosista: la hija que opta por la condición exílica, el ser amado que protagoniza un desgarrador episodio de abandono, un viaje a Holanda en el que peligraran soportes culturales eurocéntricos y dicotómicos mitos centros/periferia. Lejos estaba de imaginar (lejos estábamos de imaginar) que este corpus anecdótico de aparente transitoriedad catártica, sería como el acto de preñez de lo que más tarde brotaría parte de la imago, pero que hoy conforma el poemario Concluso para sentencia, Editorial Capiro, 2009.

 

 

 

4-     Desde los paratextos bíblicos que secciona el cuaderno a manera de exordios (Lucas, 11.33, 11.34 y 11.36) hasta su estructuración heterodoxa y mesuradamente tropológica, se advierte el manejo de recursos estilísticos signados por la elipsis, la brevedad que se desentiende de la herencia Haiku, el poder de síntesis, las connotaciones filosóficas, el rejuego desacralizante con el mito griego de la heroína por subyacencia, la clásica Penélope imantada al quietismo de un te status imposible de revertir o reconceptualizar. Lo percibimos a manera de interdicto en «Los labios de la Sibila»:

 

 

 

Pienso: aún no he podido interpretar los jeroglíficos

y el tiempo se acorta,

ya el agua no me parece tan oscura

si el gigante y roba quedando atrás.

No encuentro artilugios para desenvolver esta

madeja...

 

 

 

Y ya con mayor explícitud, desenfado y ansias de socavar la estereotípica estructura de pasividad genérica venida de la Odisea alcanza su momento estético más logrado en «Rueca»:

 

 

 

Esta rueca que he llevado conmigo desde otrora

siendo vana me ha creado cicatrices.

(...)Esta rueca me hizo olvidar al náufrago

que dejó de pensar en mi existencia

durante el ovillo de ultramar,

pudo haber sido deshecha por mortales

cuando desviada fue la barca

pero el oportuno Hermes salvó mi vida.

 

 

 

5-     Es de resaltar la irónica compartimentación textológica, mediante el uso de un tríptico que recaba apoyatura semántica y desplazamientos lexicales por terminologías pre-punitivas o indicaciones a la vieja usanza judicial: Las Evidencias, Presuntos Culpables y Las Pruebas.

 

 

 

6-     La hablante se sitúa a la par de la Avellaneda, la Condesa de Merlín, Lourdes Casal o Magali Alabáu, al revisitar desde la escritura espacios exaltados por la memoria y al mismo tiempo temidos, topográficamente desconocidos. Alarmante leitmotiv que en su momento Damaris Calderón se encargó de desentrañar o desjerarquizar: «El mito de la insularidad, estimulado desde el diario de Cristóbal Colón, la poesía de Silvestre de Balboa, Manuel de Zequeira y buena parte de la poesía del siglo XIX; la ineludible condición insular, sinónimos durante mucho tiempo en la poesía cubana de Paradisiaco, se encarga ahora de un valor semántico negativo. La criatura de isla, la alada criatura de Dulce M. Loynaz que siempre trasciende el mar que la rodea comienza a manifestarse de otro modo»2. En tal sentido del poema «Legítima», resulta un claro exponente de la indagación en el paradigma de la extraterritorialidad:

 

 

 

No estuvo acostumbrada al desamparo

ni a su rostro dibujado en la bruma.

(...)La perturbarle ciñe las alianzas del desenfreno

cuando Europa se percibe como símbolo,

se adentra en la espesura de un dédalo incierto,

no teme a sus pasadizos.

 

 

 

7-     La tesis exilar ovidiana, matizada, al decir de Luisa Campuzano, por un rechazo del espacio de acogida, una nostalgia incurable y una obsesión por el regreso es desplazada por el exilio como postura trasnacional, el exilio de Plutarco, para quien los límites del Universo, patria común del género humano, son los mismos para todos(...) y nadie dentro de ellos es un desterrado, ni un extranjero, ni un forastero: donde hay el mismo fuego, aire, agua3. En uno u otro caso, las coordenadas diaspóricas parecen imponer una vez más el giro mitológico de la bonanza fuera de los límites geográficos. En una mezcla de evidencia/ambivalencia lo postula «Inmersión», a mi juicio uno de los textos más breves y concisos, cuestionador de antiguas y trilladas visiones teleológicas:

 

 

 

Teje su red un muchacho,

no se detiene,

apuesta sumergirse en esas aguas

explorar cierta vida que imagina.

No desiste el empeño ese muchacho

aunque el mar le arrebate sus antojos

y vuelva a deshacerle las redes

en sus ansias está ganar Marbella.

 

 

 

8-     Con un debut en los predios de la letra de imprenta, y una apuesta sobria por «la metáfora de esencia, la noción de metaforicidad»4, y Iliana Águila deviene en hermeneuta de lo que pudiéramos nombrar: tópicos marginales: el in crescendo de la violencia en las calles del país, detalle que la homogeneidad del discurso oficial soslaya o patrimonio casi exclusivo del cuento y la novela. Hagan los presuntos lectores una parada en «Los cuernos del diablo», y experimenten la sobrecogedora sensación que obtube de su lectura no lineal:

 

 

 

La bruma envolvía aquella noche

cuando sentí los cuernos del diablo rosar mi boca.

Le mordí, como si mi vida dependiera

de lastimar su cuerno hasta quebrarlo;

el diablo acariciaba su glande,

la noche y la niebla eran sus cómplices.

Él se sentía dueño de todos los adoquines,

de mi angustia dependiendo de cuatro cardinales...

 

 

 

9-     Poemario transgresor, dialógico respecto a las otredades que exoneran al sujeto femenino de ancestrales marcas y constructos desvalorizantes. En fin, sincero hasta el denuesto, algo que «no se instaura desde la expresión de lo excluido si no que ha creado zonas alternas de generación de sentido, que dan lugar a un sujeto que no se afilia a las condicionantes heredadas sino que crea zonas de desplazamiento donde aboga por su subjetividad y se instaura por sí misma»5.

 

 

 

10- Transcurre el mes de febrero y estamos en el año 2006. Como pasajero de un omnibús fabricado en la unión de repúblicas y demás siglas en fermentación, atisbo paisajes vapuleados por la sequía, casas y rostros ferozmente tristes, más que un poema de C. Vallejo diría yo. Es de suponer: son casas y rostros que el país no incluye en el guión cinematográfico del día. En el asiento contiguo, una mujer de inenarrable belleza me fulmina con su carcaj repleto de flechas vivenciales. Sin que ella lo sospeche, comienzo ha urdir lo que luego sería el segundo poema de Los apagados muchachos del verano: «Iliana Águila dice muchacha en Ámsterdam y surge el poema».

 

 

Referencias:

 

1-     Helga Montalván, El sujeto femenino y la anarquía en el arte contemporáneo, La Gaceta de Cuba, No.2, 2006,p.33.

 

 

 

2-     Damaris Calderón, La poesía es una pistola caliente, El Caimán Barbudo, Edición 276, año XXX, p.30.

 

 

 

3-     Luisa Campuzano, Tristes tropicales exilio y mitos clásicos en poetas cubanas de la diáspora, La Gaceta de Cuba, No.6, 2008, p.28.

 

 

 

4-     Carmen Sotolongo, Canción del bosque de Nemí: enigma y símbolo, dimensiones regionales de la literatura cubana contemporánea, Ediciones Capiro, 1994, p.28.

 

 

 

5-     Helga Montalván, El sujeto femenino...ob.cit. p.34.

 

PALABRAS EN LUNA NUEVA

PALABRAS EN LUNA NUEVA

Por Yoel Sequeda Pérez (Escritor residente en Camajuaní)

 

Ciertamente, en algunas ocasiones, de poco sirven las palabras para dar definición a una cosa; tal es el caso de Un violín por las noches de luna llena,  cuentos del escritor remediano Jesús Díaz Rojas, aparecido en 2008 con el sello editorial de Capiro, de Villa Clara.

 

Sin embargo, ¿qué palabras usar para definir lo que en este volumen de arquitectura colonial se vuelve cimiento, pared y techo, el infortunio de la Villa San Juan de los Remedios apenas plantada en su suelo rojizo la bota del conquistador? ¿Cómo calificar el ensañamiento de la historia, el continuo ir y venir de corsarios y piratas, la estampida de los lugareños luego de que los frailes terratenientes José Gonzáles de la Cruz  y Cristóbal Bejerano, con marcadas intensiones económicas, azuzaran a la población hablándole del Maligno y sus legiones de demonios  empecinados en dañar la villa?

 

Mil palabras pugnan por calificar este tramo de la historia, comprendido entre 1672 y 1696; esa pelea cubana contra los demonios, cuyos efectos, además de personificarse en la fundación de importantes ciudades como Santa Clara y Placetas, se interpretan en la escritura del libro de Díaz Rojas. 

 

Ese rango de lo real maravilloso, que en tierra como la nuestra crece silvestre, es ágilmente abordado por el autor, quién lo vuelve una constante en cada página, al tiempo que hace poco menos que imposible la faena de calificar con términos comunes aquello que sucede en cada relato.

 

¿Qué palabras emplear para definir los desvaríos de una dama por los vahos insalubres de su sexo? ¿Qué vocablo para definir el apareamiento con una madre de agua? ¿Delito? ¿Violación? ¿Asesinato? ¿Servirán estas palabras para calificar las andanzas de la luz aparecida en el tercer relato? ¿Demonio? ¿Asesino en serie? ¿Cómo definir al señor personaje que en el tercer relato desconcierta a las a autoridades y doblega a los varones con suaves y extraños lirismos?

 

Y en medio de estos marasmos, nombres tan reales como Arsenio Martínez Campos, Alejandro de Humboldt, Francisco Carrillo. Más aún: Caibarién, La Habana misma. ¿Cómo definir las notas de ese violín que parece escucharse en cada renglón, los colores que cada página exhibe?

 

Siendo así, lo mejor será recomendar la lectura de este libro tan difícil de calificar con palabras corrientes. Solo alguien como Jesús Díaz Rojas, autor, además, de Ángeles en el umbral, Jaime y Sus labios escarlatas de púrpura maldita, editados por Capiro, puede darse estas mañas que, más que cautivar, enamoran; más que enamorar, seducen.

ARSENAL DE SABIDURÍAS

ARSENAL DE SABIDURÍAS

Por Luis Machado Ordetx

 

Empaparse, aunque sea por un relámpago de despojo de la presunción o de las sapiencias contenidas en esa mezcla de periodismo y literatura que cimentó  José Lezama Lima, por supuesto obliga a retomar aquellos comentarios sujetos a las columnas de excelencia que publicó hace once lustros en las páginas del Diario de la Marina; ocasión en que declaró una irrebatible realidad para nuestro tiempo en las «Torpezas contra la letra», y así de sencillo decía que «Vivimos ya en un momento en que la cultura es también una segunda naturaleza; tan naturans como la primera; el conocimiento tan operante como un dato primario...»

 

La raíz martiana caló con ampulosa hondura en todo el sistema poético y filosófico que dispuso ese creador en torno a la conceptualización de lo cubano; la entereza de la lectura y el firmamento del conocimiento humano trasladado ahora al empeño con que escritores y jóvenes se juntan nuevamente para dar cierre momentáneo al fuerte verano de 2009.

 

Digo momentáneo, por no estampillar lo efímero, en aras de remarcar que el disfrute de la lectura, y también el encontronazo entre quienes recrean historias reales o imaginadas, en verso o en prosa, se convierte por estos tiempos en una opción tentadora al ocupar parte del tiempo libre y, además, erigir una fuente inmejorable en el crecimiento humano.

 

 Ya es una tradición: así ocurrió durante «La Noche de los Libros», suceso que recordó el pasado viernes 3  de julio el aniversario 107 del natalicio de Nicolás Guillén, el Poeta Nacional Cubano. También, en situaciones precedentes, la palabra oral y la escrita convergieron en situaciones análogas ante públicos diversos.

 

Ayer en el apremio de la redacción, nuestra calle Lorda, aquí en el nacimiento del Parque Vidal,  absorbía el gentío con el susurro de las honorables metáforas del verso, en lo que se denominó Festival Juvenil de la Lectura; en otros lugares del país, incluso en Caibarién, llevó el atributo de Lecturas frente al Mar. Sea una cosa o la otra, el asidero es único: afincar al cubano en su cultura.

 

Nada más deleitable entonces que acudir a la «Sucesiva o Coordenadas Habaneras», ingenio de periodismo cultural y filosófico de Lezama Lima; precisamente la número 27 divierte con los senderos de la Feria del Libro del Invierno de 1949, soplo literario en que  comenta sobre los diferentes tipos de lectores, calados unos en las evocaciones; otros en el recuento del conocimiento, la analogía o la historia, y embebidos todos en la cultura nacional.

 

Eso se aprecia ahora; pues como apuntó: «[...] Son los días en que el libro sale de sus vitrinas y recovecos, donde, únicamente recibe las caricias y el trato de los curiosos y de sus amantes decididos...» Habló el poeta de las sorpresas del librero; de las casetas situadas en la frondosidad de los alrededores de un parque habanero; del hallazgo de los lectores; de la fortuna construida en papel y letras impresas.

 

Pero, las rarezas vinieron atesoradas en esta ocasión en el Diccionario de Términos de Escritura Dudosa, texto preparado para la editorial de Ciencias Sociales por los estudiosos Fernando Carr Parúas y Moralinda del Valle Fonseca. Ese libro, al igual que ¿Cómo estás...? Ortografía, de Luz Marina Hernández (Editorial Ciencia y Técnica) y Cervantes. Diccionario Manual de Lengua Española (Ediciones Pueblo y Educación), son de esas singularidades, por necesarias e imprescindibles, incluidas, entre otras ofertas, en las ventas que dejó la magia de la Feria.

 

Si Jorge Luis Borges denominó a la lectura «acto de felicidad»; Martí le atribuyó el sustento de «alimento perdurable», mientras Lezama Lima la consideró como misión de «sumergidos desfiles de los recuerdos»; justo eso constituye un libro -venga en un formato impreso o de la era digital-, un soberano arsenal de sabidurías.