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CRÍTICA ARTÍSTICO Y LITERARIA

CRONOS, ALFREDO DELGADO Y EL SILENCIO

CRONOS, ALFREDO DELGADO Y EL SILENCIO

Por Jorge Luis Rodríguez Reyes (escritor residente en Manicaragua)

 

Aunque se resistan a concederle esa función ciertos teóricos y estudiosos (muchas veces hasta autores), la Literatura Infantil debe propiciar un verdadero goce en el niño, un disfrute que, sin idiotizarlos -como pretende a  simple vista alguna televisión y  prácticas sociales contemporáneas-, el niño pueda transitar por ese albor vital con suficiente autonomía y poca subestimación intelectual, lo cual no tiene necesariamente que recargarse en una intención, muchas veces abusiva, de poéticas y temas que, de por sí, el niño ya sufre dentro del angustioso estado social que se vive en  muchos países, de los cuales Cuba no es excepción y donde  este tipo de  literatura, lejos de liberarlos,  los conduce,  como si los únicos caminos  fueran irremediablemente hacia aquella Roma sucia y envilecida  de  Plutarco, a esa atmósfera cotidiana y deprimente.

 

Las opiniones anteriores reflejan breves apuntes que he podido ir reuniendo a medida que avanzo en lecturas, desafortunadamente fragmentarias, de obras y entrevistas a autores de Literatura Infantil de nuestro país.  Y es que, opuesto a esas directrices, está la  narrativa del escritor Alfredo Delgado Pérez, manicaragüense que de manera injusta no ha recibido una atención sostenida y verdaderamente revalorizadora  de la crítica especializada, si es que se le puede llamar así a los pocos escritores y estudiosos de la materia cuyos criterios vienen a ser lógicamente canónicos, por únicos.

 

Sorprendente es,  a pesar de ello, que uno de los cuentos de Alfredo aparezca en el Software Educativo Los secretos de la lectura, destinado a la enseñanza primaria del país. El cuento escogido como materia de estudio se titula Juguete nuevo. Especie de lectura inteligente sobre la doble moral de muchos padres y donde el sarcasmo -ese, muchas veces, malévolo proceder- se une con una pequeña dosis de rejuego intertextual: Ares, el dios griego de la guerra: el niño; y el padre. Este, tras impartir una conferencia sobre la paz, le trae de regalo una escopeta, que Ares emplea para matar un sinsonte... , y se engrandece así la historia contada, salvando la anécdota que pudiera ser vana, en otra  cultivante y polisémica,  para bien del cuento y de esta temática .

 

Este minicuento también es material de estudio del valioso  libro de ensayos: La literatura desde y para la escuela del Dr. Juan Ramón Montaño Calcines, destinado a todos los Institutos Superiores Pedagógicos, lo cual denota la validez de la  narrativa de este autor y su inclusión en las cuidadosas y "oficiales"  obras literarias que engrosan la  lista de autores del sistema educativo cubano,  preconizando así su casi segura  canonización, lo cual refleja también nuevos aires en esas políticas de selección y una nueva mirada hacia el panorama literario actual.  Además, el mismo cuento está antologado en el libro ¡Mucho cuento! del escritor y crítico Enrique Pérez Díaz,   resultando esta  su narración más conocida y estudiada. 

 

El sello editorial Capiro, en su colección «Taita», publicó una recopilación de textos de este escritor  con título El cuento y otros cuentos, donde varios de ellos vieron la luz a principios de los noventa en el libro Una estrella distinta,  también de la misma editorial. El autor le agrega nuevos matices y retoca a la mayoría de estos relatos, sumándole  cinco piezas a la anterior entrega: El león, publicado dos años atrás en un pintacuentos; Guancho Guaguancho, La madre más linda del pueblo, El cuento y El sillón de los sueños, completando con ellos los catorce cuentos que integran este, ya nuevo libro de la editorial Capiro, que muestra,  por su  belleza, la dignidad con que se puede trabajar con pocos recursos. En él, donde lo infantil se conjuga con inteligencia  y amor, esa abstracción, transformada aquí  en palabra para saludar y crear un beneficioso matrimonio entre buena lectura y experiencia vital. Destinada al más indefenso receptor que verá a toda la sociedad reflejada de forma amena y donde los recursos literarios, lejos de entorpecer la lectura y el disfrute, muestran cómo se complementan talento, gracia y  suma  pasión para  contar.

 

En el libro la imaginación se desborda, pero lejos del desafuero de aquella literatura del boom,  aquí vemos el cubaneo y la gracia insular, tan deudora de la atención de un Mañach  como de una sincera mirada de los ojos de cualquier estudioso contemporáneo de Literatura Infantil, porque la llama con la cual se debe enseñar un niño, según Montaigne, la ofrecen estos  catorce cuentos del autor  Alfredo Delgado, y  Cronos, a pesar del silencio, lo dirá.

 

JUNTO AL LAGO; OTROS CUENTOS

JUNTO AL LAGO; OTROS CUENTOS

Por Luis A. Pérez de Castro (escritor residente en Santa Clara)

 

 

Con el ancla tirada sobre la tierra Alfredo Delgado Pérez escribió El cuento y otros cuentos (editorial Capiro, 2008), libro en que dejó sus sueños de marinero y amores en puentes lejanos y con el cual logra atraparnos con otro galeón de historias llenas de musicalidad; invitación que incita a meditar y a disfrutar todo lo bello que, lejos de lo contradictorio, facilita la vida.

 

El texto, dirigido a los lectores más exigentes -niños y jóvenes-, está estructurado en catorce historias breves, y transita por la modernidad sin dejarse arrastrar por los excesos de la fabulación.

 

Un sutil y elaborado pensamiento filosófico -preñado de enseñanzas; de ahí lo didáctico-, habita en estas páginas, al tiempo que imbrica asombros producidos en medio de una cotidianeidad sujeta al espíritu burlesco de los personajes-héroes que coexisten en las narraciones recreadas.

 

Las historias están escritas con elegancia, y estremecen por el amor que entregan los personajes, quienes hacen palpitan al compás de sus rebeldías; de esa manera El cuento y otros cuentos conmueve por la sencillez y sabiduría que trasmite, por la añoranza de un pueblo, un zoológico, un anciano cascarrabias, un perro callejero y una hermosa  madre en una comarca aferrada al pasado.

 

Con un lenguaje locuaz y ameno el escritor ofrece una batalla contra el tedio, la desesperación, y la ansiedad de la edad de sus protagonistas; y esa sensación extraña estremece el cuerpo ante las tentativas de cualquier traición, a la vez que hilvana un puente entre realidad y fantasía, y también entre los problemas concretos de la vida y la capacidad innata de los niños en superarlos.

 

Allí reside un niño que dialoga con un león y llora sin importarle que los monos imiten su sollozo; de igual modo recoge anécdotas de un duende azul disfrazado; de un anciano llamado Guancho guaguancho, quien es  capaz de mentir para hacerle agradable el tiempo a los semejantes.

 

 Aparece en esas páginas un perro con hambre de cariño; una madre que ignora a su pequeño escritor; otro niño al que le dicen Mayito y cabalga bajo la lluvia sobre su yegua paloma; un abuelo cultivador de sueños; Ares, feliz por su juguete nuevo, y Pica pica, otro anciano, de origen andaluz y muy mal hablado, pero poseedor de noble como nadie podría imaginarlo.

 

En la narración habita un caimán capaz de vencer a un ciclón; también hay un pescador y su perro Pancho, los cuales deambulan detrás de una ranita albina; incluye a un pintor de siete años que apenas ha mudado la mitad de sus dientes, y Nelia, una niña que, con solo una mirada, es capaz se ridiculizar  al héroe del aula.

 

El libro tiene una escritura precisa y, con imágenes salpicadas por la ingenuidad, muestra esos detalles que pasan furtivamente por nuestras vidas y se convierten en secretas evoluciones que hacen crecer y recordar escenas pasadas en nuestro entorno familiar.

 

Todos los cuentos entablan relaciones con ese mundo de sutilezas y connotaciones de una literatura que logra ir más allá de las fronteras genéricas para descubrir, a la par, un maravilloso arsenal de vivencias que solo pueden ser trasmitidas por un hombre anclado en la tierra después de tanto y tanto navegar por lagunas, pantanos y estanques de ciudad natal: Manicaragua.

 

Entonces, queda en pie la invitación a subir a un galeón para que aprendamos a soñar.

AJUBEL, EL FLACO

AJUBEL, EL FLACO

Por Luis Machado Ordetx

 

Ajubel, el Flaco, mira al terruño de Sagua la Grande, cuando tomaba lecciones de artes plásticas, allá en la escuela «Fidelio Ponce de León», animada por los maestros del pincel Manolo Guillermo Fernández García y José Ramón (Pepito) Núñez Iglesias. Fue tanta la perseverancia del discípulo, y la calidad de las lecciones aprendidas que, un excelente día a finales de los años setenta del siglo pasado, ese que lleva casi una década en el adiós, que aquel muchacho alto y desgarbado, comenzó a colaborar con el semanario humorístico Melaíto, recién constituido por entonces.

 

A la redacción de Vanguardia, a unos 30 kilómetros del asentamiento natal de Alberto, a quien casi nadie identificaba con el crédito de Ajubel, comenzó a crecer como caricaturista, y llegó a engrosar la plantilla oficial de aquel suplemento. Todavía en los anaqueles que guardan los ejemplares de entonces, el papel conserva un trazo que iba ganando en originalidad.

Ajubel, de un tiempo a esta parte, algunos lo identifican como un grande, pero creo, como cuenta Fernández García en sus Memorias del Recuerdo, el libro inédito del amigo pintor, la madera del caricaturista tomaba perfil en las manos del tallador. Un día Ajubel se fue a correr mundo, y ancló en la Península Ibérica, pero jamás, lo sé, esté dónde esté, dejará de pintar, porque ese bicho se impregnó en la sangre desde el instante en que la actual fisonomía se formaba en los queridos genitales de los padres, y dijeron con soberano orgullo, «Adelante Alberto, el mundo está a la vista, solo tienes que esforzarte para conquistarlo a partir de la paciencia y los conocimientos que alcances en el universo que elijas».

 

Así, el Flaco Ajubel, por fin escogió el camino, y desde entonces se instaló en el sitial que seleccionó, para desde ahí, crecer hasta ese infinito en que desbroza las potentes armas del creador animado, no solo en la risa, sino, además, en la reflexión y el juicio que propende a enaltecer a otros.  

 

Ahora, otro querido amigo me trae la buena sobre Ajubel: La Editorial Media Vaca, está galardonada con el Bologna Ragazzi Award 2009:

« El libro ROBINSON CRUSOE del dibujante Ajubel, una "novela en imágenes inspirada en la obra de Daniel Defoe", ha obtenido el Bologna Ragazzi Award 2009 en su categoría Ficción.

 

El Bologna Ragazzi Award, creado dentro del marco de la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia, es el premio más prestigioso a nivel internacional de cuantos se conceden a ediciones destinadas al público infantil y juvenil.

 

En opinión del Jurado, "Ajubel ha puesto en entredicho, de una manera valiente, el tradicional vínculo entre texto e imagen, elevándolo a un nuevo y superior nivel. Lo que en un primer momento parece una desviación de la tradición resulta ser, tras una observación más detenida, justo lo contrario. Mediante la fuerza cautivadora de signos y colores, Ajubel ha creado imágenes icónicas que son algo más que ilustraciones. La secuencia de escenas es un concentrado de emoción, una fantasmagoría de temores, miedos y esperanzas. La narración clásica se nos ofrece en este libro viva y vibrante, con toda la ensoñadora intensidad del texto original de Defoe. El trabajo de Ajubel es también una admirable herramienta docente por cuanto nos obliga a mirar de forma más selectiva nuestro mundo saturado de imágenes. Se trata pues de un libro extraordinario que abre nuevas vías a nuestro entendimiento".

 

Es la tercera vez que la editorial Media Vaca obtiene este importante galardón. En 2002, dos libros de la editorial merecieron los premios de Ficción y No ficción, siendo la primera vez en la historia de la Feria que una editorial conseguía ser premiada en ambas categorías.

 

La entrega de premios tendrá lugar el día 23 de marzo durante la jornada inaugural de la Feria del Libro Infantil de Bolonia, que celebra este año su 46ª edición entre los días 23 y 26 de marzo, y donde Media Vaca participa con un stand propio.

 

El libro ROBINSON CRUSOE de Ajubel obtuvo asimismo el pasado año el Premio al Mejor Libro Ilustrado 2008, en su modalidad de lengua castellana, galardón que concede la Dirección General del Libro de la Consellería de Cultura Valenciana.

 

La editorial Media Vaca inició su andadura en noviembre de 1998, y ha decidido celebrar en este 2009 sus primeros once años de vida. A lo largo de este tiempo la editorial ha consolidado un sólido prestigio gracias a un exigente catálogo que cuenta ya con treinta y seis títulos.

 

ROBINSON CRUSOE

Ajubel
una novela en imágenes inspirada
en la obra de Daniel Defoe
con un comentario de Leonardo Padura Fuentes
ISBN 978-84-935982-0-4
180 páginas

Este libro, que pasa por ser uno de los clásicos indiscutibles de la literatura infantil y juvenil, es también una de las obras peor conocidas de todos los tiempos. Poca gente ha leído en realidad el texto original, y sin embargo todo el mundo conoce alguna de las múltiples versiones recortadas y adaptadas del clásico. De todas las ediciones mutiladas, ésta de Media Vaca es seguramente la que ha ido más lejos, puesto que se trata de un libro sin palabras. Es también la primera obra totalmente EN COLORES de la editorial, cuyos libros, además de por su cuidado, se han caracterizado siempre por el uso de las dos tintas.

«Trasmutar en imágenes un texto narrativo siempre resulta un reto. Y más si el texto previo cuenta una de las historias más conocidas de la literatura universal. Los únicos procesos válidos para conseguir un tránsito afortunado de lenguajes son la síntesis, la sugerencia y la connotación: y Ajubel se afinca en ellas para entregarnos su delicada versión de Robinson Crusoe y, belleza gráfica aparte, ofrecernos la posibilidad de hacer una lectura de las esencias del texto: el precio de los sueños, el desamparo de la soledad, el ansia del regreso, temas tan antiguos como la misma literatura.

A través de setenta y siete cuadros el dibujante logra armar una historia que se cierra sobre sí misma, como la serpiente que se muerde la cola, pero sabiendo que en realidad ya su cola no es la misma que conocía: el giro es un ejercicio de experiencia que nos recuerda a otro poeta: «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». Nunca lo seremos.» (Leonardo PADURA FUENTES, un comentario en el libro)

 http://www.mediavaca.com/public/pubex2.html

 

 

CHE, HOMBRE AL NATURAL

CHE, HOMBRE AL NATURAL

Por Luis Machado Ordetx

 

Dice Jorge Luis Borges que «[...] De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda el libro [...], entendido como extensión de la memoria y la imaginación, (sitio en el cual) la palabra [...] oral tiene algo de alado, de liviano; alado y sagrado, como dijo Platón», y no se equivocó cuando cualquier lector se sumerge en las páginas de Cerca del Che, escrito por José Antonio Fulgueiras Domínguez [Sagua la Grande, 1952], perteneciente al sello Editora Política, 2008.


De ahí que sea de esos libros concebidos para encontrar felicidad y sabiduría, en la voz de los testimoniantes;  25 opiniones excelentemente estructuradas, sin que ninguna reitere puntos de vista coincidentes, a las cuales se  llega a nosotros por medio de Fulgueiras, quien desde la confesión voluntaria de combatientes anónimos sumados a la columna número 8 Ciro Redondo, reconstruye e hilvana instantes significativos, trascendentes e intrascendentes, del Che; hombre tomado aquí, al tamaño natural, sin desproporción, y ese hecho singular otorga veracidad a la radiografía que hacen los subordinados.


El escritor sabe que en todo trabajo periodístico hay investigación, y Marta Rojas en el prólogo, confesó que se  «[...] logra amar una imagen del Che si no inédita, sí verdaderamente atractiva del héroe y del ser humano natural», desprovisto de tautologías y superficialidades que, en esencia, de agregarse, desvirtuarían la estatura del hombre, del amigo, del guerrillero.


El tejido franco, ameno, desenvuelto, sentencioso y de recreo de la naturaleza, y también del paisaje, alcanzado por el estilo discursivo de Fulgueiras, penetra en la lección ética de lo narrado; de la historia en que se desenvuelven unos protagonistas dispuestos a ofrecer una dimensión diferente del Che, un esclarecimiento, un dato y una precisión.


Los testimonios pertenecen a hombres humildes, muchos semianalfabetos en los instantes en que se incorporaron a la guerrilla en la Sierra Maestra o en el tránsito hasta el macizo montañoso de Guamuhaya. Muchos de esos sencillos hombres, algunos entre los 140 fundadores de la Columna número 8 Ciro Redondo, quedaron marcados por una anécdota, un gesto, una solidaridad, un estímulo o una crítica formulada por el Che durante  el transcurso de la guerra; otros, por la negrura de la piel, estuvieron entre los 250 combatientes que integraron el contingente de internacionalistas que lo acompañó en la gesta africana del Congo.


Nada desperdicia el autor en defensa de la veracidad y la historia de lo que narran sus testigos; y las anécdotas relacionadas con el filoso tono humorístico, el humanismo, el aliento combativo y el ejemplo del Che, manan de continuo en cada una de las páginas del libro; sucesos que detallan en originalidad y extensión sobre la estatura justa y legendaria del jefe guerrillero.  


Son los testimoniantes quienes retratan al Che, esclarecen lo conocido o no, polemizan y corrigen aspectos tergiversados más allá de la realidad histórica; punto este que ajusta precisiones ceñidas a la verdad, según la narración de los actores protagónicos o anónimos en aquellos sucesos violentos de antes y después de concluir 1958.


 Cerca del Che, con su carga narrativa y dramática en la composición de los testimonios, obliga, por supuesto, a fijar el reencuentro entre el periodismo y la literatura, a prestar atención a la explicación inmediata del detalle, de la metáfora, para conmovernos, desde la perspectiva del lector, con la historia del pasado y el presente; instante en que se forja el progreso de la humanidad.


 

CARACOL; CON DISTINTO COLLAR

CARACOL; CON DISTINTO COLLAR

 

UNor Adrián Quintero Marrero (Documentalista y crítico especializado).

 

El nombre de Sancta Mareare identifica a una especie de caracolillo exclusivo de la cayería villaclareña, y hace un tiempo los artistas de filial de cine, radio y televisión de la UNEAC en la provincia, se propusieron marcar diferencias al bautizar con ese nombre a un concurso que nació como alternativa al «Caracol» organizado en Ciudad de la Habana.

 

La iniciativa no constituye una necesidad provinciana de reconocimiento. En todo caso pudiera pensarse que se trata de un contestatario modo de crecernos ante una capital que se abroga el derecho de trazar pautas en lo que a la realización de los medios se refiere.

 

Pese a los tradicionales esfuerzos del estado cubano por dotar al arte de un alcance comunitario, resulta difícil evitar que la capital del país extienda su mirada más acá del túnel. No es mi propósito cuestionar la pericia o las intenciones del jurado, pero resulta evidente la apatía que le profesan a las obras de artistas no capitalinos.

 

En el caso de la radio; un medio que afortunadamente no precisa de tantos recursos para propiciar la buena culminación de un proyecto, pueden citarse ejemplos de obras, tanto musicales como informativas o dramatizadas que en los festivales nacionales ideados por el ICRT superan con creces y de manera reiterada a cualquier realización «Made in Habana».

 

De tal manera el Caracol de Villa Clara, el “Sancta Mareare” nuestro, es un espacio de confrontación atractiva para creadores de todo el país, sin excluir a los de la capital, y hasta la televisión provincial y municipal, cada vez más presente en el espectro de señales, también tiene su foro en estos encuentros. Pero no piense el lector que el chovinismo desmedido de quienes tradicionalmente carecen de reconocimiento, pulula en los debates.

 

La necesidad de hacer mejor un arte y de contar con los recursos humanos y técnicos necesarios, constituye una constante; incluso, la audacia de los trabajos suele ser motivo de enriquecedoras discusiones, como sucedió esta vez con el programa para jóvenes “Andando”, de TV Yayabo, que abordó las relaciones sexuales entre tres personas, un fenómeno cada vez menos extraño en Cuba.

 

El Caracol de aquí distingue a creadores de larga trayectoria en la radio con el premio «Rolando Rodríguez Frenes»; tributo a alguien que sin haber figurado nunca en la nómina de artistas de la CMHW, fue el gran benefactor territorial; un directivo que abandonó la oficina para echar su suerte al lado del micrófono. Esta vez fueron tres los homenajeados, todos de la W: Ana Menéndez,  asesora de la programación dramatizada; el destacado narrador y comentarista deportivo Héctor Alomá y el locutor Víctor Manuel Menéndez.

 

También los jóvenes reciben un galardón. En un justificado interés de la UNEAC por ganar protagonismo entre quienes ya marcan pautas en la creación radial, desde hace tres años se entrega el «Manolín Álvarez Álvarez», que evoca a uno de los pioneros de la radiodifusión en Cuba, hijo ilustre de Caibarién.

 

Y no porque este comentarista se haya ido a casa —al igual que el sagüero Alexei Ruiz Díaz— con un premio «Manolín», se siente comprometido a elogiar el “Sancta Mareare”. Es oportuno sugerir a la filial de cine, radio y televisión que valore la posible nominación de artistas no residentes en Villa Clara para futuras candidaturas de estos reconocimientos. Ello acrecentará el carácter inclusivo de una cita genuinamente nacional. Pudiera tenerse en cuenta la obra de quienes frecuentemente han sido premiados en el propio evento.

 

A pesar de los retos que también a la cultura imponen los huracanes, de las distancias y los lógicos escollos, una vez más hubo “Sancta Mareare” en Caibarién. Es endémico el Caracol de Villa Clara, pero deberá perdurar como parte de una diversidad aclamada por los artista de la radio, el cine, y la televisión que necesitamos encontrarnos.  Valdrá la pena que este Caracol con diferente collar convoque también en 2009.

EL PARAVÁN DE ISABEL

EL PARAVÁN DE ISABEL  

Por Luis Machado Ordetx

 

Después de seis décadas y media de existencia, al redescubrir el rostro y el tránsito por la tierra, Isabel Santos Cortés devino en artista de la plástica y estructuró su primera exposición «Tras el paraván de mi vida» -exhibida este mes en el Centro de Patrimonio Cultural, en Céspedes esquina Plácido, Santa Clara-, como un cálculo del sentido de lo popular y la manera que el hombre escruta la realidad desde la singularidad.

 

En esa búsqueda de una imagen artística, y de la reconstrucción de lo observado, ya sea por vía inducida o espontánea, alcanza notoriedad el destello de lo popular, lo naif, y la diversión por la naturaleza y las alegorías humanas concebidas dentro de una formulación ingenua.

 

El detalle persiste en los dibujos, y también la cubanía se inserta en una veintena de piezas, que, por una parte, notan la huella de Samuel Feijóo y su Grupo Signos, y por la otra decantan lo particular en la flora y la fauna y la persistencia de todo afán intimista.

 

Por estos días, tal parece que los pintores populares, insistentes primitivistas, andan de fiesta junto a Santos Cortés: en el Museo Provincial de Historia, Alberto Anido Pacheco reunió a varios amigos, con similares afanes artísticos y plantaron la exposición colectiva «45 de creaciones y realidades», en la cual reviven los aires legados por Feijóo.

 

Fundamentar un estilo, a veces, resulta en extremo difícil, al considerarse, como indicó Octavio Paz «punto de partida de todo intento creador» dispuesto a trascender la historia y la pluralidad de sentidos y de imágenes; sugerencia válida en este tipo de artistas populares que tienden, incluso, a la realización de copias miméticas sin resurja el hallazgo de la originalidad.

 

No infiero que las captaciones y los tratamientos formales o estilísticos que ofrece la obra de Santos Cortés sientan sosiego por lo mimético, pero precisan de una mayor decantación, principalmente en la mirada que rememora la gracia del dibujo feijoseano.

 

No obstante, como expresa Isabel, hay un paraván definido porque nada escape al recuerdo y el testimonio de una época: Santa Clara inmersa en la floresta y sus edificaciones, símbolos en que la artista logra un crecimiento.

CAROLINA VISTE LA CALLE

CAROLINA VISTE LA CALLE  

Por Luis Machado Ordetx

 

El «Autoretrato», pieza digital compuesta por la fotógrafa y diseñadora Carolina Vilches Monzón, fulgura como ensueño de locura, tal vez acentuado dentro del cubano que se mueve en una cotidianidad y pugna por la búsqueda de lo «eterno» imposible albergado en una imaginación  determinada por la idiosincrasia y el ser nacional.

 

Así lo atestiguó Lezama Lima en sus arranques de la Teleología insular, y un tiempo atrás confirmé la perspectiva en ocasión de la primera exposición fotográfica que organizó la artista, fecha en que mostró peripecias y juegos con lentes y software. Fue un acontecimiento que aprecié en el discurrir de esos instantes perfeccionistas del detalle y la inmediatez del discurso, propios del modo de hacer en que equilibra el tiempo libre, alejada de compromisos hogareños.

 

Vinieron premios, válidos para reconocer la paciencia familiar,  y ahora la localizo inserta en un proyecto artístico -amén del sentido que ampara al colega y su eticidad-, auspiciado por la Casa de la Ciudad: «Imagen Arte», sitio en que comulgan estudiantes de pintura y asiduos visitantes a la TRD «Siglo XX», en Boulevard y Máximo Gómez, en Santa Clara.

 

Allí, como uno más, choqué por azar del destino con dos de sus piezas de arte digital; incluso, indagué por el modo y la forma en se acercan a la comunidad, y por sorpresa aduje que existía tal proceder en otros lugares, pero no a la altura y significación del precedente.

 

De tal yerro sacó Walfrido Ravilla, animador del proyecto, quien testificó que, desde un año atrás, unos diez artistas villaclareños confraternizaron con la colectividad asidua a la entidad comercial.  Luego esos hacedores, al paso de unos instantes, dialogan sobre técnicas creativas con estudiantes vinculados a la galería «Encuentro» de la Casa de la Ciudad.

 

Aquí se atesoran valiosas piezas de coterráneos, residentes o no en este terruño, mientras por los vestíbulos del recinto comercial circularon con anterioridad, tal como comprobé, nombres tan significativos como Róger Echevarría, Amílkar Chacón, Juan Ramón (Yiki) Valdés, Raúl Santos Serpa y Tomás Rodríguez Toledo, entre otros.

 

En octubre se espera que asista la insustituible Aída Ida Morales, fecha que saludará el Día de la Cultura Cubana, y será ocasión para otro topetón artístico.

 

Ahora, Carolina Vilches Monzón, con sus fotografía, no requiere -tanto en la recreación periodística o artística-, de mucha presentación, dadas las pericias y juegos que logra en la reconstrucción fotográfica de la realidad, del fragmento que escapó a la pupila o del minuto que late en el recuerdo.

En arte digital, gracias a la paciencia de composición, y a la minuciosidad del orfebre que espera la búsqueda del detalle, persiste una nota de acentuación, de respeto y sinceridad ante la imagen y la expresividad del discurso.

 

Sin embargo, en ese ambiente de «locura» creativa, de voracidad «selvática» en que los fragmentos quedan apresados en la verosimilitud de una realidad, aparece moteada por una contraposición entre lo que se exhibe: «Autorretrato» -pieza legendaria y con galardones en certámenes internacionales- y «Sueños rotos», vertiente que juega ab libintum con la carga onírica y la fusión sensual del cuerpo.

 

Hay una ruptura, es lógico, no ex profeso, sino (re)pensada para que el otro ofrezca una valoración; y ahí precisamente Vilches Monzón aprisiona el talle y corona mayores pretensiones en el gusto por la naturaleza sensual que envuelve toda realidad.

  

«PALABRAS»

«PALABRAS»  

Por Luis Machado Ordetx

El jueves en la noche, un grupo de amigos músicos se juntaron en la sala «Caturla», de la Biblioteca Martí, para disfrutar del nacimiento de un trío, que de no malograrse, desde su primera promoción dejó un precedente en el caudal vocal que reúnen los villaclareños: el trío «Palabras», integrado por Vania Martínez Soto, Lianet Pérez Machado e Ivet Tristar Gómez.

 

En un tránsito por la canción trovadoresca cubana -esa que se impregna del ideal romántico para escucharse en el arrullo de las personas-, las ejecuciones vocales de Martínez Soto y Pérez Machado, en los registros de voz prima y segunda, respectivamente, y el acompañamiento de la guitarra de Tristar Gómez, lograron inconfundibles timbres de originalidad.

 

De no arruinarse por el cansancio de tantas presentaciones indiscriminadas, en lo adelante, afianzarán lauros con los disfrutes del público, siempre ávido, como se apreció allí mientras las muchachas y sus seguidores se apoderaron de las excelencias de la música.

 

En el recinto, entre otros, junto al trío, se articularon el tresero Maikel Elizarde, el bajista César Bacaró, el percusionista Alexis Arce y Vionaika Martínez, todos empeñados en que la noche trascendiera al amparo de lo inolvidable, tal como sucedió en diferentes momentos del concierto.

 

Uno de los textos interpretados, en el cual hicieron derroche inusual en la excelsitud vocal, y también en la originalidad interpretativa, fue «Drume negrita», canción de cuna que, a principios de la década de los años 40 del pasado siglo, compuso Ernesto Granet Sánchez.

 

Tal vez, esa pieza constituya una letra y música cubanas con mayores versiones desde que fue creada y trasladada al contexto internacional por Ignacio Villa (Bola de Nieve), porque, más allá de los folklorismos, insufla una insularidad y modo de ser a una idiosincrasia criolla.

 

En tiempo de canción, son o bolero, incluso en versiones para guitarra (Leo Brouwer), percusión y piano (Guillermo Barreto y Frank Emilio Flynn), y piano y saxofón con Jesús (Chucho) Valdés y Germán Velazco, los aires inigualables que mueven el texto completo o de un fragmento del calibre de «Si tu drume,/ yo te traigo un mamey bien colorao/ Y si no drume/ yo te traigo un babalao/ que da pao, pao/», trajeron un soplo de devoción y respeto por lo propio.

 

Ahí estriba un punto fuerte de la selección de un repertorio que, de seguro, junto a otras piezas del acervo musical cubano o latinoamericano, se estirará, para que otro día, como el jueves aconteció, el trío Palabras imponga su total y definida trascendencia musical.