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RÁFAGAS DE CAPIRO

DISPUTAS TERRITORIALES Y QUERELLAS SIMBÓLICAS EN EL CENTRO DE CUBA

DISPUTAS TERRITORIALES  Y QUERELLAS SIMBÓLICAS EN EL CENTRO DE CUBA

Por Félix Julio Alfonso López

(Prólogo a Ciudades en Pugna, de Luis Machado Ordetx, 14 de julio de 2015, en Santa Clara).

 

 

La historia regional cubana ha tenido uno de sus principales derroteros en el estudio de la formación de las regiones históricas en la Isla. Este tipo de historia, floreciente en América Latina desde la década de 1980, no busca poner en tela de juicio la existencia de unidades nacionales ni de la nación como construcción simbólica y política, sino que más bien trata de indagar en aquellas especificidades de los elementos locales y regionales que han contribuido al principio genésico de lo nacional. El estudio de la historia desde la perspectiva regional nos pone ante un fascinante mundo de posibilidades interpretativas, pues es allí donde la geografía, el medio natural, la economía, las costumbres, las tradiciones, los mitos y leyendas y la cultura popular en general, conservan una interrelación íntima, que solo puede ser observada con rigor utilizando el “microscopio” histórico, según la feliz expresión del gran historiador italiano Carlo Ginzburg.

 

Muchas veces la historia regional ha privilegiado determinados aspectos de la realidad, como pueden ser los desarrollos económicos vinculados a un producto especifico o forma de tenencia de la tierra, o los comportamientos políticos de un determinado territorio, la evolución demográfica, las migraciones, etc. Sin embargo, no es frecuente encontrar estudios acerca de los procesos de construcción de las regiones cubanas y sus contradicciones internas, por más que sepamos que lo que el maestro Juan Pérez de la Riva llamó “la conquista del espacio cubano” fue un proceso complejo en muchos sentidos, desde la propia génesis de las mercedes de tierras en los cabildos:

 

 

       Entre el cabildo de Santiago y el cabildo de Bayamo se dividen, casi por mitad, la       provincia de oriente y una parte de Camagüey, dejando a Baracoa arrinconada en       su esquina con unos cuatro mil quinientos kilómetros de territorio. Puerto Príncipe       va más o menos hasta Magarabomba ocupando unos catorce mil kilómetros               cuadrados; Sancti Spiritus va  a llegar hasta chocar con La Habana, arrinconando       al sur a Trinidad en unos dos mil kilómetros cuadrados (…) Remedios (…) no será       un cabildo en plena función. Así es que La Habana  (…) se va a extender hasta el       río Sagua La Grande y la Ciénaga de Zapata (…), a tocar con la bahía de Jagua.        (1)

 

 

Esta caprichosa estructuración administrativa colonial del territorio insular, es lo que lleva al más importante de los regionalistas cubanos, Hernán Venegas Delgado, a argumentar la pertinencia del esquema descrito por Pérez de la Riva y sugerir que existía una verdadera “anarquía en la mercedación, que se traduce y traducirá en interminables litigios, algunos trasladados hasta el periodo republicano, a inicios del siglo XX”. (2) Un ejemplo de lo anterior sería la mercedación que realiza el cabildo espirituano de la hacienda Ciego de Santa Clara en 1636, “cuando podía haberlo realizado el de Remedios, para ese entonces ya reconocido como tal”. (3)

 

 

El centro de la Isla quedó dividido entre cuatro grandes regiones, tres de ellas vinculadas a las primeras villas fundadas por los españoles en la primeras décadas del siglo XVI: Trinidad, Sancti Spiritus  y Remedios, y como un desprendimiento de esta última Santa Clara, fundada en 1689. Sancti Spiritus y Santa Clara fueron zonas de un temprano desarrollo ganadero, incorporado al gran circuito del negocio del contrabando. Un núcleo más tardío de desarrollo económico fue el que tuvo como escenario a Sagua la Grande, asociado al cultivo del tabaco y la explotación de maderas preciosas. Todo ello, como señala Venegas, trajo aparejado un “interesantísimo proceso de pugnas interregionales al fijarse los límites político administrativos de la nueva región santaclareña  (o villaclareña, como también se le conocería). Este proceso es recogido por la historiografía cubana de diversas épocas  y una de sus manifestaciones más interesantes lo es la expresión de un fortísimo sentimiento de regionalidad para el caso de Remedios”. (4)

 

 

De una parte de esta rica historia de conflictos territoriales y espacios en disputa en el Centro de Cuba, se ocupa la presente investigación del periodista Luis Machado Ordetx, quien indaga en un espacio temporal de casi tres siglos—desde 1689 hasta mediados del siglo XX— y concentra su búsqueda en lo que el autor llama “los anhelos de vecindad marítima” de Santa Clara y los problemas que ello comportó en el transcurso de los años. Detrás de esto se encontraban agrias disputas socioeconómicas con otras jurisdicciones de fundación más recientes como Cienfuegos y Sagua la Grande.

 

 

Machado expresa el carácter autoritario y logocéntrico de Santa Clara en la conformación del  espacio mediterráneo del centro de la Isla, apoyándose en numerosas fuentes bibliográficas y de prensa, y señala como la villa nacida de Remedios pugnó por imponer su hegemonía económica y comercial a sus regiones limítrofes. La prosa del autor en este particular es un tanto apasionada e incluso adusta, como cuando firma que: “Existe una visión  autocrática en la apropiación de las riquezas del subsuelo, las comunicaciones, del entrecruce de caminos y de la travesía anhelada rumbo al mar. Eso compendió una “letra” vitalicia en todos sus desafueros históricos”.

 

 

El autor repasa de manera exhaustiva los numerosos conflictos por la demarcación territorial desde finales del siglo XVII y a lo largo de los siglos XVIII y XIX, en los cuales hatos y terrenos cambiaron de dueño con frecuencia, en función de intereses de poder y ambiciones económicas. La secesión de la zona de Cienfuegos, con su excelente puerto, y el ascenso demográfico y la prosperidad de Sagua, escindida en la década de 1840, fueron hitos importantes en el proceso que el autor describe, de desafío al poder centralizador de Santa Clara.  Todo parece indicar que la necesidad de contar con una salida autónoma al mar, fue uno de los grandes motivos de discordia entre las autoridades coloniales villaclareñas y sagüeras. De tal modo, los cursos de agua como el río Sagua la Chica, limítrofe entre las jurisdicciones de San Juan de los Remedios y Santa Clara, sitio de acceso a la costa norte y de trasiegos tierra-adentro, “fue una obsesión, y representó la ansiada escapatoria al mar”. Por idénticas razones: “El Granadillo sería, en las proximidades del litoral, mucho más anhelado, a poca distancia de la embocadura del estero de Caonao”. Sobre este último lugar y su importancia desde el punto de vista económico y comercial en el embarque de azúcar, el autor abunda en datos y pormenores sobre los intentos de Santa Clara por controlar dicho enclave costero. Asimismo da cuenta de las reclamaciones que realizaron la prensa de una y otra localidad. Incluso, durante la disputa por la capitalidad con Cienfuegos en la década de 1880, los pilongos declararon a su favor la posesión del Granadillo como atracadero marítimo. Otro punto de fricción serían las tierras limítrofes entre ambas jurisdicciones llamadas Colonia de Vives, actual Caibarién, con su puerto, apetecido por igual por remedianos y santaclareños.

 

 

Luego, en el siglo XX, nuevos elementos azuzarían la discordia, como lo señaló un destacado poeta y periodista: “Santa Clara siempre fue un buen centro cultural en pugna con el Cienfuegos de ayer […] En lo material el puerto era su ventaja […] Santa Clara esperaba la revancha, reclamando sus fueros. Y llegó su hora. La Carretera Central la despertó de su letargo forzoso. Se desentumeció Santa Clara y se entumeció Cienfuegos. Siempre fue Santa Clara con su pobreza y su riqueza un  viejo centro de cultura...”.

 

 

Además de los litigios propiamente fronterizos o por zonas de influencia económica, otro territorio en disputa fue el de la cultura y los imaginarios asociados a ella. Opiniones de destacados intelectuales (provincianos por cierto) como Gastón Baquero y Jorge Mañach, nos informa de cierta palidez existencial en la villa de Marta a inicios y mediados del siglo XX, cierto vacío que Baquero atribuye  a su condición de ciudad “cerrada” y “neblinosa” y el sagüero Mañach a su carácter “estoico”. Otras visiones más benévolas, como la del periodista Bienvenido Rumbaut Yánes, señalan que “Villaclara está limpia, remozada. Sus calles, sus edificios modernos, su propio ajetreo de ciudad cosmopolita, dan la sensación de poderío”.  En medio, una multitud de periodistas, cronistas, historiadores y viajeros van reflejando en sus diarios y anotaciones aspectos de la vida cotidiana y los avatares urbanos de las “ciudades en pugna”, casi siempre con aspectos comparativos que las diferencian y las hacen diversas en las percepciones individuales de cada uno. Baquero es el que quizás mejor ilustra esa mirada escrutadora y diferenciadora entre las urbes, contrapuestas por sus estilos arquitectónicos, su geografía y sus peculiaridades socioeconómicas.

 

 

Muchas otras cuestiones relacionadas con estas disputas, como el poco conocido caso del canal del Granadillo, el pretendido traslado de la capital de la Isla para Santa Clara o las inacabables escaramuzas periodísticas entre los diarios de Cienfuegos y Santa Clara, expresiones tanto de divergencias en el orden material  como de índole cultural, encontrará el lector que se adentre en estas páginas, desde cuyo denso follaje retórico, salpicado de erudición bibliográfica y desmesura documental, se asoma una mirada que intenta descifrar el origen de no pocas desavenencias, litigios y  conflictos que todavía perviven en el imaginario de los habitantes del centro de Cuba.

 

 

NOTAS

 

1- Juan Pérez de la Riva, “Sobre la conquista del espacio cubano”, Universidad de La Habana, no. 207, 1978, p. 13.

2- Hernán Venegas Delgado, La formación de las regiones históricas en Cuba. Una propuesta de periodización, Xalapa, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, 2006, p. 39.

3- Ídem.

4- Ídem, p. 43.

 

CIUDADES EN PUGNA

CIUDADES EN PUGNA

Polémica con el periodista y escritor cubano Luis Machado Ordetx

Por José Gabriel Barrenechea, Santa Clara (1)

La incongruencia de que en Cuba en cualquier ciudad de provincias haya al menos una editorial y sin embargo ningún diario, da pie a no pocas deformaciones en nuestra vida literaria. Se imprimen así muchos libros que en realidad nunca debieron pasar de artículo periodístico, y, en el mejor de los casos, de la docena de cuartillas. La práctica de convocar a concursos de ensayo donde no existe la tradición ensayística no hace más que empeorar esta situación.

 

Una muestra de los monstruos que crean las deformaciones mencionadas es Ciudades en pugna, de Luis Machado Ordetx. Este libro ganó el Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2014 en la modalidad de ensayo y, como es ya costumbre, la editorial Capiro ha puesto en librería justo el día antes de la proclamación de los premios del año siguiente, el pasado martes 14 de julio.

 

Un muy político Félix Julio Alfonso, presidente del jurado que premió este libro, habla en el prólogo de densos follajes retóricos, salpicados de erudición bibliográfica y desmesura documental. En realidad, abunda en el libro la pedantería retórica, con la que por sobre todo se intenta agregar páginas en los inicios de los capítulos y de los epígrafes, y que, como consecuencia de su descomedido uso, desalienta al lector más adiestrado en estos excesos. Pocos pasarán más allá de esos fárragos iniciales. Las fuentes, por su parte, son pésimamente usadas, sin que atinemos a saber si el exceso de citas tiene como objetivo conseguir estirar el trabajo hasta las dimensiones exigidas por el premio o aplastarnos con la vastedad de la erudición del autor.

 

Por ejemplo, observemos el capítulo Humos del Periodismo, ¿La Polémica?, central en la obra ya que en él Machado Ordetx desarrolla lo que en el fondo es su objetivo principal: negar la idea de Santa Clara como ciudad letrada. Aparte del abuso de los signos de interrogación que inunda la obra entera, se hace evidente en la introducción a este capítulo que el autor no tiene a nadie más que a Gastón Baquero para sostener su posición. Menciona a Jorge Mañach, pero no cita nada concreto suyo que lo ayude a argumentar su pretensión desacralizadora, salvo su referencia encomiástica a Camajuaní, que para nada menciona a Santa Clara. Machado llega hasta dar sin más a Bienvenido Rumbaut Yanes como miembro de un pretendido club anti-santaclareño, armado a pura voluntad con Baquero y Mañach, cuando hasta ese momento, y hasta el fin de la obra, solo presenta la siguiente cita suya extraída de la prensa de la época: "Villa Clara (Santa Clara) está limpia, remozada. Sus calles, sus edificios modernos, su propio ajetreo de ciudad cosmopolita, dan la sensación de poderío..., está rejuvenecida. Parece más ampliada. Allí se respira en otro ambiente. No hay en ella la quietud que en otros pueblos...".

 

A no ser que Machado Ordetx haya confundido sus citas, no me explico de qué manera este fragmento de Rumbaut Yanes le permite identificarlo con aquel otro de Baquero, en el que afirma que Santa Clara es un "espacio cerrado en el cual la vida no logra dispararse con el ímpetu y el derroche de luz y la restallante alegría que le son circunstanciales".

 

La propia elección de Baquero como su principal (y en realidad único) caballo de batalla no hace más que debilitar toda su argumentación. Baquero, negro y homosexual, habla de una ciudad muy racista y algo puritana, como el mismo Machado reconoce. Por otra parte, es bien conocido que el periodismo de Baquero no se distinguía por su objetividad. Es en su estilo castizo y en su erudición donde se encuentran sus fuertes, pero no en esa actitud que consiste en distanciarse de los sentimientos y pasiones propios.

 

Más adelante Machado cita una carta de Ramón de la Sagra a Gertrudis Gómez de Avellaneda. En esta, escrita en 1860, De la Sagra habla de agitaciones y zozobras antiguas a las que ha seguido la paz monótona en que entonces viven. Es tal el deseo del autor de que todo apoye su visión de la historia que se pregunta si De la Sagra no se referirá a las tensiones surgidas entre Santa Clara y las regiones de Cienfuegos y Sagua, que poco antes se le habían desprendido.

 

No obstante, para cualquiera que conozca nuestra historia es evidente que De la Sagra a lo que se está refiriendo es al periodo de inestabilidad política relacionado con los intentos anexionistas de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta del siglo XIX. No olvidemos que el general Narciso López, la figura principal en ese periodo, había comenzado su carrera anti-gubernamental precisamente en la zona de Santa Clara.

 

En general, tras la lectura de las citas del capítulo referido a uno le queda más bien una impresión diametralmente opuesta a la que perseguía Machado. Asombra esa constante aparición de publicaciones literarias en una ciudad que entre 1842 y 1929 nunca contó con los recursos financieros que Sagua o Cienfuegos sí poseían, pero que nunca se concretaron en nada semejante. Nos lleva a preguntarnos: si Santa Clara nunca fue una ciudad letrada, ¿cómo es que en ella se daban individuos como Eduardo Machado o cómo fue aquí que surgió ese proyecto tan citado por el propio autor, la revista Cuba Contemporánea?

 

Nos parece que la pretensión de poner en libro lo que no pasaba de ensayo de veinte cuartillas lastra este muy interesante e importante trabajo, que en esa forma merecería ser publicado en alguna publicación de mayores alcances. Claro, si también antes el autor se desprende de la creencia, no solo de Machado sino en general de los medios literarios de la Isla, de que un ensayo mientras más oscuro, abstruso, retórico y cargado de citas, mejor.

 

No quiero dejar de señalar también la errónea selección de la editora a la que se encargó el cuidado de esta obra. Maylén Domínguez es una escritora de literatura infantil que para nada domina esta especial y muy exigente forma literaria, ni mucho menos posee los conocimientos aledaños que se requieren siempre para editar una obra de ensayo historiográfico. El exceso retórico y algunas incongruencias gramaticales, que también las hay, podrían haberse evitado de haber escogido Capiro mejor al encargado de editar esta obra.

 

(1)-http://www.14ymedio.com/cultura/portada-Ciudades-Luis-Machado-Ordetx_CYMIMA20150727_0018_16.jpg

BARRENECHEA, OTRO FULLERO CUBANO

BARRENECHEA, OTRO FULLERO CUBANO

Réplica al bloguero independiente José Gabriel Barrenechea, con residencia en Villa Clara, al centro de la Isla caribeña.

 

Por Luis Machado Ordetx

 

José Gabriel Barrenechea, como Judas Iscariote, está carente de la menor  vergüenza. Ahora en su miope lectura la emprendió contra Ciudades en pugna (Capiro, 2015), y comete lamentables pifias históricas que demuestran la sorna de un diletante que se acerca a escritores e intelectuales cubanos para venderse al mejor postor por migajas de dinero.

 

Al leer su opúsculo, lleno de imprecisiones teóricas e históricas, recordé su  “espíritu” rastrero cuando fue tildado de apropiarse de fondos destinados a Cuadernos de Pensamiento Plural http://razonesdecuba.cubadebate.cu/noticias/acusan-de-robo-de-dolares-a-bloguero-independiente/), una revista de periodismo independiente.

 

Después su rúbrica apareció, una que otra vez, en las nóminas de esas redacciones, y hasta escritores del centro cubano lo tildaron de “soplón” vulgar.  Un día se “auto-inventó” la de censura de un artículo “histórico” en Guamo, publicación del Ministerio de Cultura en Villa Clara.

 

Era un estudio-refrito sobre las expediciones cubanas por la zona de Pinar del Río durante las guerras por la independencia contra el colonialismo español. Ahí se “imaginó” el cuento de la recogida “masiva” de la publicación y formuló un “mea-culpa” por el ciberespacio, cuando en realidad la tirada de Guamo estaba agotada. 

 

Desde estas cuartillas hago réplica abierta para destejer el falso protagonismo revisionista de los apuntes que expuso, y lo considero un impostor. Diría con Pierre Vilar  que el «historiador es un físico, no un experto», pero en el caso de Barrenechea, con su crítica agazapada, ofrece un destilado de incompetencias.

 

Iscariote, al fin, recibió una recompensa monetaria por la “reseña” —subjetiva e impresionista— de reciente circulación en  http://www.14ymedio.com/cultura/portada-Ciudades CYMIMA20150727 0018 16.jpg. Nada tenía que escribir y la emprendió contra el libro, con lo cual demostró los imperfectos estudios sobre nuestra historia y el retorcido carácter de su “personalidad literaria”, rayana en la ignorancia  documental y estilística.  

 

Algunas apostillas le refrescarán su falsa visión de juego “critico”, y desde la cual no comprendió el fin último de Ciudades en pugna: la intención permanente de Santa Clara por la capitalidad territorial del centro cubano durante un siglo. O sea, desde mediados del XIX hasta la primera mitad de la siguiente centuria.

 

Desgraciadamente leyó un capítulo (“Humos del periodismo ¿la polémica?”), y esas páginas “¿sobraron?” para orquestarse una reseña ácida e hipercrítica. ¡Qué tipo de analista es Barrenechea!, quien tilda el discurso de oscuro para no mostrar su incapacidad valorativa y de interpretación.

 

Cuenta que nada le dice el libro. ¡Claro no lo puede apreciar en toda su magnitud!, pues jamás lo aquilató, y mucho menos comprobó  que en el esclarecimiento de lo desconocido hay una prospección e indagación en las fuentes documentales.

 

Creo, incluso, en su desmedida envidia por los escritores —gremio al cual dice que pertenece—, no le permiten reconocer cuando Lucács anunció en Sobre la esencia y forma del Ensayo (1910), que el género consiste en «no sacar cosas nuevas de una nada vacía, sino solo ordenar de modo nuevo cosas que ya en algún momento han sido vivas […] Y como sólo las ordena de nuevo, como no forma nada nuevo de lo informe […], ha de enunciar siempre “la verdad” sobre ellas, y hallar expresión para su esencia». Eso ocurrió en Ciudades en Pugna sin el subjetivismo que, con “miopía” incorpora Barrenechea en ideas colmadas de desacertadas impresiones personales e invenciones historiográficas.

 

Jamás sabrá, quien opera desde la óptica del “miope”, que en los antecedentes, las causas y el significado de los acontecimientos y las repercusiones, descansan los pilares interpretativos del libro. El ensayo, no como lo “entiende” Barrenechea, admite dosis de subjetividad en los argumentos. Por esa razón le mostraré que, en dos cuartillas, incurre en deslices históricos imperdonables que lo afirman en improbidad intelectual y periodística. Ojala, como suele hacerse llamar “Hidalgo Rural Cubano”, no termine, después de traicionar a muchos coterráneos, ahorcado en un árbol, como Judas Iscariote, según se narra en Mateo: 27.5.

 

Lo publicado por Barrenechea está próximo al límite del mísero “orquestador” de palabras. En http://www.14ymedio.com, dijo pepemartinez «¿Santaclareños en pugna? “A este artículo le falta la elegancia y el respeto propios de una buena crítica». Acaso los lectores son tontos ante un fullero-timador, quien según declaración es «escritor profesional en su domicilio». ¿Cuál?...  ¿Será el Café Literario de Santa Clara, sitio donde husmea con desmedida parsimonia lo que otros conversan? ¿Dónde están sus libros y ensayos? ¿Cuántas oraciones coherentes ha redactado en vida?... Oiga, no se haga el “sueco”, en buen diálogo cubano,  pues todos sabemos de sus carencias intelectuales.

 

El autotitulado “Hidalgo Rural Cubano”, en su desenfreno “crítico”, hasta se apropia de fundamentos de Félix Julio Alfonso, y no tiene la decencia de colocarlos en comillas. Claro, al escribir su opúsculo, desconoce en teoría lo expuesto por Pedro Aullón de Haro cuando significó que el ensayo está «Concebido como libre discurso reflexivo, se diría que […] establece el instrumento de la convergencia del saber y el idear con la multiplicidad genérica mediante hibridación fluctuante y permanente».

 

Entonces, ¿cómo tildar a Ciudades en pugna de «pedantería retórica»?, cuandoen realidad descubre entresijos en los enfrentamientos histórico-culturales entre territorios limítrofes del centro cubano desde aquella mercedación de tierra organizada por las primeras administraciones españolas en la Isla.  

 

Barrenechea, y es risible, sin exhibir instrumentales teóricos de la Literatura, el Arte, la Historia, o el Periodismo —porque no los tiene a su alcance—, ahora repudia el contraste de fuentes documentales, y no reconoce la vitalidad de valoraciones-antecedentes-contextualizados en criterios expuestos por otros investigadores.

 

La ceguera intelectual no le permitió detectar el objetivo central del libro, como mal indica a partir de la lectura del capítulo que relata: «Humos del periodismo, ¿la polémica?». Ahí nunca traté de demostrar la insuficiencia del carácter ¿letrado? de Santa Clara en su historia. Lo significativo allí son los encontronazos del periodismo impreso de aquellas regiones beligerantes por el poder logocéntrico. Se nota que el Fullero de Encrucijada es un pésimo lector con invidencia natural para reconstruir la realidad que lo circunda.

 

En su alegato tampoco se detuvo a observar  las diversas opiniones de periodistas, o escritores, entre las que se incluyen a Baquero, Mañach, Rumbaut —quien en ningún momento se dice en Ciudades en pugna que perteneció a un club anti-santaclareño, criterio que Barrenechea inventa—, y olvidó por presunción de mentiroso aquellos planteamientos dejados por Pedrosa Raimundo, García Galló, Ballagas, González Puig y…

 

Tiene Barrenechea una manera sórdida de “inventar” historias y manipular a lectores que carecen del libro. Tal vez desee apropiarse de cierta “celebridad” que en el fondo de los hechos siempre será dudosa. Por eso cita a Mañach, pero  ¿no observó usted cuando ese filósofo sagüero comentó las particularidades del parque Vidal?, y se detuvo a puntualizar que la gente de una ciudad se valora de acuerdo a las características de un paseo urbano. Después dice que solo se le cita en una ocasión. Verdaderamente usted padece de una vulgar visión para las lecturas, muy similar a la que emplea en indicar que no encuentra relación entre lo expuesto por Baquero y Rumbau Yanes. Oiga, no se haga el ingenuo, allí todos los criterios, incluidos los de otros que usted no menciona, están contrastados.

 

De igual modo, ¿conoce dónde reside la objetividad del periodismo de Gastón Baquero desde tiempos de los rotativos Información y Diario de la Marina, allá a inicios de la cuarta década del pasado siglo? No lo puede saber. Con sinceridad, usted en teoría y práctica es  un neófito en periodismo. Esa objetividad que usted excluye se aprecia en lo que ahora se denomina reportaje profundo, o en profundidad, y en el interpretativo, tipologías que  añaden antecedentes, documentos y análisis. Tienen un lead de entrada con carácter literario, tal como se distingue en «Cienfuegos o la cordialidad», publicado indistintamente a finales de 1945 en  La Correspondencia y El Comercio, diarios de la Perla del Sur. Ese fue el detonante de la carta que, en enero del siguiente año, el poeta-periodista dirigió a La Publicidad, de Santa Clara, para sustentar sus puntos de vista.

 

Oiga, Barrenechea, por favor, instrúyase antes de respaldar sus criterios. No haga tomadura de “pelos” a los lectores. También lo emplazo a que localice una línea, una página, incluso el nombre de Narciso López, en la Historia Física, Económica-Política, Intelectual y Moral de la Isla de Cuba (1861), de Ramón de la Sagra, escrita a su paso en  agosto de 1859 por territorios de La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Trinidad, Sancti Spíritus, Villaclara, Sagua la Grande, Banagüises y el retorno posterior a España. 

 

En las 250 páginas de ese monumental libro de viaje, y hasta en diálogos con la aristocracia cubana y española, jamás se mencionó a Narciso López y su proyecto anexionista. Creo que usted siente predilección por ese tipo de pensamiento, muy alejado del sentimiento patriótico y nacionalista de los cubanos.

 

¡Claro!, es evidente que la «zozobra» que apunta usted, y a la cual hizo referencia el abolicionista español, está referida a los encontronazos por la capitalidad. Todo queda inferido. Aprenda a leer en los documentos. Recuerde que Narciso López murió en garrote vil en septiembre de 1851. Fue en la jurisdicción de Trinidad, y no en Santa Clara, donde tomó fuerza y financiamiento su intención anexionista, muy distante del sentir ibérico que animó a Ramón de la Sagra, quien no venia a Cuba desde 1835.

 

Santa Clara jamás fue una ciudad ¿letrada?, según el concepto teórico de algunos estudiosos contemporáneos que extrapolan los criterios de Ángel Rama. Por favor, deje a un lado su fullería y no se haga el tonto para embaucar a sus “lectores” potenciales del ciberespacio. ¿Cómo hablar de Eduardo Machado Gómez  (1838-1877) para correlacionar  el ambiente literario de la central ciudad cubana? Oiga, sin demeritar los valores  patrióticos y culturales de ese criollo, lea su Autobiografía, y percátese que desde los 20 años residió en el extranjero. Regresó a su localidad querida en 1866, período en el cual fundó el rotativo La Época, de carácter efímero por su retorno a Europa. Después volvió a la patria para incluirse entre los hombres decisivos en la Guerra del 68. Seguro, usted que recorre algunas calles de Santa Clara antes de partir a su natal Encrucijada —o asumir criterios diletantes—, desconoce el lugar exacto de la que fue vivienda-residencia del patriota. 

 

Otra vez lo emplazo para que indique línea, párrafo y página de Ciudades en pugna en la cual se subraya que Cuba Contemporánea (1913-1927), la revista que gestó Carlos de Velasco y José Sixto Sola en su espíritu nacionalista y antimperialista, surgió en Santa Clara. Creo, con sinceridad, que usted es un mentiroso de poca estatura mental y un farsante en toda dimensión de la palabra. Ahora me percato de las equivocaciones que tuve al tratarlo. Por respeto a los lectores, mida en adelante con mayor objetividad sus puntos de vista dentro de un impostado espíritu de “crítico” literario, una talla que no le compete y que tampoco tiene carrera y horas de “vuelos” en la escritura.   

 

Por último usted la emprende contra Maylén Domínguez Mondéjar, quien cuidó de la edición de Ciudades en Pugna, y como “crítico” muestra su rostro retorcido al intentar soslayar que esa profesional, como todos en su actividad, atiende con desmedido celo los libros que toma, y hasta los discute con sus autores. Ella, no lo ponga en entredicho,  tiene un elevado prestigio en las casas impresoras cubanas. Infiero que usted siente una profunda envidia por esa experta actividad. No por gusto dentro del denominado periodismo independiente usted ha  tratado de desplegarla, pero de inmediato sé que le retiran “voz y mando” dentro de las autocracias imperantes en las más competentes de las redacciones.

 

Ya acabo la declaración que le dirijo a José Gabriel Barrenechea, otro de los fulleros cubanos. Desearía, luego de revisar su “crítica” literaria encontrar un juicio certero y no falsas imputaciones investigativas que lo demeritan en ese “hacer” de periodista con dudosa factura de independiente.

 

Al concluir le dejo un consejo muy sano, alejado de dimes y diretes profesionales: en lo perspectivo tenga cuidado no aparezca un espíritu bilioso, propio de la usanza de Emilio Bobadilla (Fray Candil, 1862-1921), y decida enfrentar sus mentiras con “una galleta” en pleno rostro, justo en la ocasión en que usted transita por cualquier calle cubana.

 

 

                                 En Santa Clara, sábado 1 de agosto de 2015    

ESCRITORES ENTRE LOMAS

ESCRITORES ENTRE LOMAS

Por Luis Machado Ordetx

Jamás se podrá prescindir de las cruzadas literarias de la serranía. A pesar de los vientos y las mareas  económicas y también subjetivas que la rondan, son una realidad en la montaña villaclareña. Así lo recoge el Itinerario de un trepador de lomas, un libro que, como la memoria, aborda las peripecias asumidas por directivos y escritores dispuestos a llevar Cultura y sabiduría a las más intrincadas comunidades del Plan Turquino.

 Más de tres lustros se recrean en el texto elaborado por Blas Rodríguez Alemán —salido entre las novedades editoriales de Capiro—, incorporado ahora al festejo de las dos décadas de existencia el Festival del Libro y la Literatura en la región central del Escambray.

No importaron a los escritores y artistas los entuertos económicos del llamado Período Especial, allá en los primeros años de los años 90 del pasado siglo, para subir lomas,  y dialogar con los pobladores o visitar centros de la producción y los servicios, así lo recrea el escritor villaclareño.

Itinerario…, al decir del poeta Yamil Díaz Gómez, editor del libro, «abraza optimismo ante las trabas objetivas y las mentes humanas dadas a la inacción, y se vale del costumbrismo y el humor criollo en el empeño por hacer valer la voluntad de trasladar Cultura al más recóndito de los parajes cubanos

 Justo eso relata Rodríguez Alemán en su enjundioso repaso de la historia iniciada en 1992 por los escritores villaclareños. Es también parte de la tradición que luego, tres años después, acogieron los territorios aledaños de Sancti Spíritus y Cienfuegos que convergen por distinción geográfica en el Escambray. Fue una especie de intercambio de literatura, en la cual los serranos aprendieron a valorarla con mayor hondura, y a comulgar con esas piezas del ámbito universal imprescindibles en cualquier acervo cultural, ya sea el hogar, el centro de trabajo,  la escuela o las salas de reposo de un hospital rural.

En el libro de Rodríguez Alemán, son los escritores, y también los serranos, los verdaderos protagonistas de estas historias contadas de manera lineal y con un discurso cargado de sencillez expositiva.

 La escritura está cargada de anécdotas y de optimismo frente a los valladares que imponían las condiciones económicas del país. Representa el ánimo de demostrar que el Arte y la Cultura aglomeran fuentes espirituales en el salvamento de la nación y de nuestra idiosincrasia. Ahí reside uno de los méritos impostergables del Itinerario de un… en el hacer valer la voluntad histórica y continua de una literatura que se apega al pueblo.

De esos encuentros anuales entre escritores y los pobladores serranos salieron parte de esas historias recogidas por otros creadores y llevadas a la ficción o la investigación literaria o sociológica. De un modo u otro, en idéntica medida que todos hacían Cultura e intercambiaban con los hombres y mujeres del lomerío, se nutrían para contar otras historias.


Allí, en el Círculo Social de Jibacoa, escenario de una parte indispensable de cuanto recopila el Itinerario de un…, quedó presentado este jueves el libro de Rodríguez Alemán tras recontar anécdotas e historias personales o colectivas de las que son parte muchos escritores.

 El texto cierra su visión panorámica en 2006. Sin embargo, de allá a acá, transcurrieron otros cinco Festivales, y casi seguro vendrán otras visiones, como la antológica historia del narrador y poeta Daniel Alemán, residente en Santo Domingo, de comprar con su peculio libros infantiles para obsequiarlo a los niños con menores recursos monetarios. Eso es reiterado desde hace años, un gesto que demuestra cuánta validez tiene un niño para este escritor villaclareño.

No obstante, de quienes por años hemos subido cuestas, sabemos que los  hacedores de historias literarias siguen enfrentando entuertos, unas veces objetivos, otros subjetivos. No importan los desafíos de convivir una semana en condiciones anormales, alejados de la vida cotidiana, de las ciudades y de los bullicios cosmopolitas. Todos preferimos  ese contacto con el campo, con los más agrestes territorios o subir cuestas, como ocurrió este jueves cuando el ómnibus en que viajábamos, desde Santa Clara a Jibacoa, sufrió una impredecible rotura en la empinada loma del Sijú. Todos, despojados de cualquier reclamo, encaramos la sinuosa carretera con el ánimo de forjar Cultura en cualquier escenario cubano.



FEIJÓO TIENE OTRO ÉMULO; UN FOLKLORISTA TRASCENDENTE

FEIJÓO TIENE OTRO ÉMULO; UN FOLKLORISTA TRASCENDENTE

Por Luis Machado Ordetx


Decía Lezama Lima, al hablar de Mariano Rodríguez, el pintor del orgullo guajiro —los gallos—, que los «artistas de vida prolongada nos llenan de claridad y de pronta respuesta». Eso contra todo capricho luctuoso, transcurrió en Camajuaní, territorio al que escritores villaclareños acudieron para abordar, desde el recuerdo y la permanencia, una parte insustituible de la obra y la vida literaria de René Batista Moreno (1941-2010). Justo el día no pudo ser mejor: martes 22 de marzo, fecha en que el investigador y folklorista cumpliría sus siete décadas de existencia.    

La mesa redonda, organizada y coordinada por Alexis García Artíles, fue una suerte de prolongación de aquellas jornadas literarias que durante la Feria del Libro transcurrieron en Santa Clara. Era el antecedente de los intercambios de pareceres que, ahora, en torno al irreemplazable momento, definió a Batista Moreno en los ámbitos del choteo oral, la indagación histórica, folklórica y poética, el periodismo y la cultura.

 Constituyó una mirada a esa  actualidad y cubanía que condensa una vasta obra dedicada a enaltecer nuestra idiosincrasia. No se entendería jamás a René sin esa dimensión; desprovista de hondura imperecedera; de sospechas felinas en las búsquedas indagatorias.

Un émulo de Samuel Feijóo iba Componiendo un paisaje —título con el que Batista Moreno ganó el premio Julián del Casal, 1971—; eran andanzas por campos; símbolo de ruralidad orgánica, tal como dice el escritor Yamil Díaz Gómez a la hora de justipreciar la significación del folklorista en ese hacer último que detuvo al camajuanense René en la multiplicación investigativa y popular de los compendios magistrales que desplegados por la revista Signos; huella de una cultura y una cubanía reiterativa en el rastreo del alma nacional del Caribe.

En cambio, como apuntó Lorenzo Lunar Cardedo, el atributo de la oralidad de René rayaba en la captación de la gracia del choteo; un hecho ya de irreverencia y deleite de los elementos verosímiles. Había un colmo de elocuencia espléndida de la risa surgida entre los interlocutores. Ahí, apenas, percibían dónde se explayaba la verdad y dónde la fantasía. Era un suceso de la cotidianidad; suma por convertir a la palabra en oratoria digna de cualquier mítico muestrario de las canturías campesinas o urbanas.

A ese rastreo, el investigador camajuanense, armador de historias de los ancestros campesinos, dijo Yoel Sequeda, impuso la meticulosidad del detalle; de la búsqueda del documento probatorio; de la memoria y del archivo en un arte por componer un texto de preciosidad y de enjundia literaria. Incluso, tal vez ahí, a la par, residan los secretos del por qué, libro tras libro, desplegó anecdotarios, fotos, dibujos, historias, eficacia discursiva y datos probatorios perdidos entre lomas o sencillas callejuelas de la Cuba de nuestros días.

Cuando un libro no salía publicado, en medio de las más terribles penurias de editoriales, supo agenciarse un sello propio para divulgar los hallazgos investigativos acumulados en los archivos. De similar modo, auxilió a otros escritores en la divulgación de sus textos. Pocos, de un modo u otro, no bebieron, como manantiales desbordados, de los extraños misterios de Batista Moreno por Hacer Trascender la Cultura Cubana.

Coloco aquí, por encima de muchas otras formulaciones, ese sentimiento por Hacer Trascender; tal vez, engrandecer o ramificar el tiempo y la vida. Por décadas primó en esa exclusiva visión el concepto del «quebrantador de barreras que se interpone en el camino de la información: un practicante de la insistencia, un perseverante y pertinaz observador, un acumulador de experiencias propias y ajenas, un usuario de los métodos más diversos para documentar la realidad», precisión teórica que acuñaron al periodismo los estudiosos Vicente Leñero y Carlos Marín.

Son particularidades que, para este escribiente, tipifican ese modo de hacer y parangonar la tradición oral o escrita que consigue ribetes centuplicados; esa es la usanza que, por años, desde un anonimato investigativo, dejó inconclusa una huella trazada por el mejor de los émulos de Feijóo dentro de la Cultura Cubana; esencia única de cuánto fue y es, para nuestro tiempo de indagación histórica, el fraterno Batista Moreno.


BATISTA MORENO, UN BESTIARIO

BATISTA MORENO, UN BESTIARIO

Por Yandrey Lay Fabregat (Periodista y Escritor villaclareño)
 
Por el 2003 o 2004 yo participé con un ensayo en el Taller Literario Provincial que se celebró en La Cañada, un motelito de Camajuaní. Hice el viaje hasta allá en el carro de un amigo, que también estaba invitado.


Al llegar a la portada nos encontramos a un viejito vestido con un pantalón carmelita y una gorra del mismo color. Nosotros le preguntamos que si allí era el lugar donde se iba a celebrar el taller y él nos respondió que sí. Incluso, con un gesto muy amable, se ofreció para abrirnos la reja.
 
Mi amigo y yo pensamos que era el vigilante de La Cañada. Poco a poco comenzó a llegar el resto de la gente. Y para nuestro asombro observamos cómo cada uno de los escritores allí presentes saludaba con respeto al presunto custodio.
 
Al fin venció la curiosidad y le preguntamos a alguien quién era el viejito aquel. «Es René Batista Moreno», explicó alguien y nos dejó con la boca abierta. Más tarde tuvimos la oportunidad de intercambiar con René. Le contamos esta historia. Pero el escritor nos pagó con una moneda que ninguno esperaba. Dijo: «A mí me pasó lo mismo con Samuel Feijóo. La primera vez que lo conocí yo pensé que era bodeguero.»
 
                                   LAS BESTIAS SAGRADAS
 
Mientras escribo esta página tengo a mi lado el último libro de René Batista Moreno. Se llama La fiesta del tocororo y ganó el Premio Memoria, que otorga el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau a los proyectos de investigación que intentan rescatar la historia de las comunidades.
 
René no pudo acariciar la portada de este volumen, pues murió hace un año ya. Sin embargo, nos dejó un buen regalo. Se trata de un bestiario, una recopilación de los monstruos fantásticos que pueblan los campos cubanos.
 
Al evento donde conocí a René yo llevé un ensayo sobre la influencia que había tenido la figura de Jorge Luis Borges en la escritura de El nombre de la rosa, quizás el libro más conocido del italiano Umberto Eco. En sus páginas, creo, observé la primera mención a los bestiarios. Recuerdo que fue en el pasaje donde Adso y Guillermo visitan la biblioteca para ver los libros que ilustraba Adelmo.


La historia de los bestiarios se remonta a la más lejana antigüedad. Primero se emplearon las bestias fantásticas con el objetivo de encarnar las fuerzas naturales. Es la idea que dio origen al panteón de dioses egipcios, con sus cabezas de animales sobre cuerpos humanos. Precisamente a ellos corresponde una de las primeras imágenes sobre monstruos mitológicos: la esfinge. Y esta figura luego sería utilizada por Esquilo en la tragedia Edipo Rey.
 
Los griegos siguieron la misma costumbre. En la memoria de los aqueos los mitos de Hércules, Teseo y Jasón, poblaron el mundo de hidras, centauros, arpías, sátiros, minotauros y dragones. Homero llenó la Odisea de monstruos fantásticos: Escila, Caribdis, las sirenas y los cíclopes.
 
Era usual para ellos decir que el volcán Etna entraba en erupción a causa de los cíclopes que Hefaistos tenía encerrados en su interior. También creían que el juego de los tritones encrespaba el mar, y hasta hubo quien tuvo la esperanza de cruzar el mundo a lomos de un caballo alado, que llamaban Pegaso.
 
Los romanos, con su característico sentido del orden, hicieron una recopilación de bestias fantásticas. Están incluidas en la Historia natural de Plinio y sirvió para escribir el Fisiólogo, quizás el primer bestiario reconocido.
 
El Fisiólogo también se cita en la novela de Umberto Eco. En la época medieval fue atribuido sucesivamente a Orígenes, San Ambrosio y San Jerónimo. Sin embargo, a la luz de las últimas investigaciones se supone que tuvo su fuente en algún estudioso copto o siríaco.
 
Los escolásticos cambiaron el sentido de las bestias sagradas. Les dieron, como bien se dice en El nombre de la rosa, la tarea de representar el mundo de los hombres, sus pecados y virtudes, la magia toda de la creación.
 
En esa época los bestiarios fueron, detrás de la Biblia, los libros más leídos y copiados. Destaca entre ellos el De bestiis et aliis rebus, escrito por Hugue de Saint Víctor, aunque también se pueden mencionar los de Metodio, San Isidoro y Jacques de Vitry.
 
Por ellos conocemos la existencia de la mantícora, los hombres velludos de la India, las hormigas áureas, los cinocéfalos, el dragón, los onocentauros, la anfisbena, los esquípodos, el grifo, los astómatas, el basilisco y los epístigos, que nacen sin cabeza y tienen la boca en el vientre.
 
                                       LAS BESTIAS AMERICANAS

Algún que otro detalle de bestias mitológicas se puede encontrar en las Crónicas de Indias que escribieron los conquistadores españoles. Sin embargo, no es hasta el siglo XX que la literatura fantástica se apodera de los monstruos fabulosos para convertirlos en un tema recurrente.


He escuchado hablar, por ejemplo, del volumen sobre este tema escrito por el mexicano Juan José Arreola, que primero se tituló Punta de plata. También existe un bestiario bajo la autoría de Julio Cortázar. Pero quizás ninguno haya tenido tanta fuerza como la colección que reunieron Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero, y que fue publicaba en 1957 bajo el hermoso título de Manual de zoología fantástica.
 
En Cuba es poco conocido el bestiario que salió en 1922 y que fuera escrito por Alfonso Hernández Catá. Después de eso ha existido alguna que otra pincelada. Pero que yo conozca, este de René Batista es el más profundo intento de crear un bestiario nacional.
 
La fiesta del tocororo recrea las leyendas comunes a los campos cubanos: la madre de agua, el güije o jigüe, los aparecidos, el jinete sin cabeza, así como otras no tan conocidas: el perdizón, los hombres rabudos, el taguayo, los cabezudos, el catraco, la jua, el oriló, la pericota y el cotunto.
 
Poco pueden hacer mis frases para describir el placer que se siente al recorrer las páginas de este libro. A fin de cuentas el padre Félix Varela dijo que no hay idea más exacta que aquella que no se puede expresar con vocablos. Por todas estas razones prefiero cederle la palabra al amigo René Batista Moreno:
 
                                  EL TAGUAYO
 
El pirata Alexandre Olivier Squemeling se adentró con sus hombres en uno de los bosques de Isla de Pinos. Tenía el propósito de obtener algunas de las reses que, según le habían informado, los españoles tenían por esos lugares, y quedó asombrado al ver un rebaño tan grande.
 
Ordenó que sacrificaran veinte de ellas, que dejaran algunas para comer allí y comenzaran a salar el resto para utilizarlas como provisiones de mar. Y no dijo más, porque ciento de animales con cuerpos de monos y cabezas de caimán se les abalanzaron con mucha ferocidad y dieron muerte a varios de ellos.
 
Ripostaron la agresión con rapidez y se entabló un combate que duró cerca de una hora, porque debido a la superioridad numérica de los atacantes, los piratas se vieron en la necesidad de retirarse hacia la playa, tomar sus botes y dirigirse a la embarcación; pero las bestias los siguieron hasta allí, subieron a cubierta, se entabló un nuevo combate, y aunque los hijos del mar mataron a muchos de ellos, no pudieron recuperar ninguno de sus cuerpos, porque acudían de inmediato y se los llevaban.
 
Ya libres de esta amenaza, emprendieron rumbo a Jamaica donde a su llegada contaron lo sucedido. Pero un indio del Cabo de Gracias a Dios, que los había escuchado, les dijo que esos animales eran taguayos, y que los islotes y los cayos del sur de Cuba estaban infestados de ellos.



BATISTA MORENO; LA FIESTA DE LA RISA

BATISTA MORENO; LA FIESTA DE LA RISA

Por Ernesto Miguel Fleites (Escritor Cubano. Reside en Camajuaní, Villa Clara)

Palabras en el acto de homenaje a René Batista Moreno, en el marco de la Feria del Libro, en Santa Clara, sábado 26 de Febrero, 2011).

Cuando el Generalísimo Máximo Gómez fue informado de la injusta y extemporánea resolución que lo relevaba como jefe de todas las fuerzas mambisa, tomada por la Asamblea del Cerro, solo atinó a decir: “Ahora podrán destituirme, pero yo quiero saber cómo van a escribir la historia de Cuba sin mencionar mi nombre”…

De nuestro homenajeado puede escribirse algo parecido cuando lo ubicamos en su natal Camajuaní. En aquella ocasión el Generalísimo, al menos atinó a defenderse. Nuestro homenajeado no. Nuestro homenajeado ofreció su obra y su sonrisa, y maquilló en silencio las maledicencias que quisieron excluirlo. ¡Así triunfó!

Así triunfó y me niego a tildarlo de engreído porque casi nunca asistió a los homenajes; como también me niego a creer que se “acabó la jodedera”, porque la muerte arrancó de cuajo la jarana personificada a flor de labios, en un isleño testarudo que se aferró a dejarnos huérfanos cuando más nos hacía falta. Las razones tejen esta leyenda: hubo una vez un hombre cuya existencia se confundió con las fábulas de su pueblo; entonces quiso escribir libros y más libros donde todo fuera la sencillez de ser anónimo.

Allí se juntaron a festejar el músico Cheo Pandilla, que a decir del poeta Yamil Díaz Gómez, aspiraba a que sus coterráneos olieran a lirios y mariposas; el capitán mambí Toribio Garañón, quien se acostó con la yegua de Martínez Campo, en lo que resultó un triunfo sonado de las huestes mambisa; el hombre que vio y habló con Dios, y recibió a cambio una carta de Juan Pablo II donde le expresaba su envidia por el hecho; y otras tantas almas que hoy, de seguro, están riendo agradecidas de existir y perpetuarse por los siglos .

Con el tiempo muchos de los colegas del oficio entendieron que, quien así entretenía sus ocios, debía ser hombre de respeto y lo abrazaron. Era consabido; en este oficio la ambigüedad resulta la regla y nuestro homenajeado tenía la imaginación para aclarar la fantasía y la certidumbre para adornar la realidad. Una y otra andaban sueltas por su obra confundidas y confundiendo. Los que conocían de cerca al escritor de marras sabían que él sacaba sus historias del horizonte donde pastaban sus amores: la Fonda de Victorino, el Bayú de Mariana Sietefuego, la cola del pan o del picadillo de soya, la Parranda de Camajuaní… A ese horizonte dedicó, segundo a segundo, sus 69 años de existencia.

Amigos aquí presentes en esta prolongación de la Feria del libro, me enorgullezco asegurándole que la historia de Camajuaní, de Villa Clara, incluso, la historia de la literatura cubana, tampoco podrá escribirse sin mencionar su nombre, cuyo prestigio trasciende más allá de las fronteras del escriba, más allá de la vida o la muerte…

No son exageraciones mías estas metáforas cargadas de emoción. Son las emociones que nos produjeron placer en el pasado y que, gracias Dios mío, siguen vivas en la madurez de un autor que hizo suyo la identidad del pueblo que todos admiramos con el refinado aire del deleite.

Dediquemos entonces con un aplauso, un prolongado aplauso de cubanos agradecidos, para bien de la cultura y los villaclareños, este homenaje de “don” que le ofrecemos, porque, y se me antoja robarle una de sus frases más célebre, René Batista Moreno fue y seguirá siendo tremenda yaya.         

EL COLORIDO TOCORORO DE RENÉ BATISTA MORENO

EL COLORIDO TOCORORO DE RENÉ BATISTA MORENO

Por Alejandro Batista López

Palabras de agradecimiento de Alejandro Batista López, hijo de René, el folklorista, tras la publicación póstuma de La Fiesta del Tocororo, texto preparado por ediciones La Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2011.

No me sentí verdaderamente identificado con la esencia del nuevo libro hasta que descubrí la auténtica calidad que tenían unas viejas grabaciones, todavía en cintas magnetofónicas que mi padre sacó del cajón de sus memorias. Nos pasamos varios días escuchando las cintas, revisando las transcripciones descubrimos las letras escritas en aquel papel amarillento de los años 60. Muy bien ordenadas, mantenían el caudal de información para el que se concibieron.

Después de la cuidadosa revisión, comenzamos a trabajar. René decidió rescatar esos recuerdos de la vida campesina que él investigó desde muy joven. Tomé el material, me puse en marcha por el pueblo en busca de alguien que tuviese un equipo de cinta para empezar a pasar las grabaciones a casetes. En la actualidad, estas grabadoras prácticamente no existen, pero tuvimos la suerte de que tío Ricardo conservara una. A esto se agregó una nueva fuente de testimonio de personas conocidas de avanzada edad y se actualizó parte de la investigación.

Como las cintas estaban en bastante mal estado, logramos “limpiarlas”. Mi padre, cuando no se entendían bien las palabras las aclaraba con su voz. Con dicho material y la revisión de antiguas publicaciones y bibliografías el mundo de esta zoología fantástica cubana fue tomando cuerpo.

Cada relato es un legado del tema, pues aquellas voces rescatadas en sus protagonistas afirmaban haber visto las criaturas a las que hacían alusión o las habían conocido de seres cercanos por tradición oral.


René afirmaba, al comienzo de este trabajo, que conocía el bestiario de otras partes del mundo como el centauro, el minotauro, el unicornio, el dragón, la sirena Sin embargo, conocía pocas bestias de la mitología cubana.

El primer resultado de sus investigaciones por zonas rurales del país dieron lugar a su libro Cuentos de guajiros para pasar la noche, impreso por la Editorial Letras Cubanas en 2007. Luego, Batista Moreno tuvo conocimiento de nuevas criaturas y comprendió la necesidad de una labor paciente para salvar nuestro tico bestiario o gran parte de esta obra de la creencia popular cubana, desconocida e insospechada.

Primeramente, para lograr un vínculo histórico con la evolución y transformación que sufrieron estos animales en la imaginación popular, se hicieron referencias a primitivos monstruos autóctonos de la isla recogidos, muchos de ellos, en El Diario de navegación de Cristóbal Colón, en las obras de los frailes Bartolomé de Las Casas, Guadalupe de Santiesteban y Ramón Pané, y otras de “Una pelea cubana contra los demonios de Fernándo Ortiz”.

Fueron muy interesantes los testimonios recopilados en Remedios, la misteriosa y endemoniada villa cercana, donde historiadores y folcloristas, dejaron registros de un copioso bestiario en libros y en la prensa periódica local de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, que aumentaron el número de criaturas de nuestra imaginería como las que se relatan en las crónicas de Facundo Ramos “Cosas de Remedios”.

Por otras regiones del país la imaginación popular creó también sus propios mitos. La mayoría de las que aquí aparecen se conocen gracias a las investigaciones y andanzas de René por múltiples lares del país en los años 60.

Esta obra orienta al lector hacia una comprensión amena y sencilla, de la perdurable existencia y del legado oral criollo de este mundo alucinante que el autor nos regala, en la propia voz y en la gracia de los testimoniantes.

René Batista Moreno no pudo ver impreso este libro, pues falleció el 2 de mayo de 2010: suponer que inició un viaje en busca de nuevos temas folclóricos me ayuda a que su muerte sea menos dolorosa para mí.
Agradezco, en mi nombre y en el de mi madre, al Centro Pablo de la Torriente Brau la publicación de esta obra, al igual que al editor Yoel Lugones y a la diseñadora Katia Hernández responsable de la belleza de este libro.