Blogia
CubanosDeKilates

HISTORIA Y CULTURA

BOLÍVAR EN SANTA CLARA

BOLÍVAR EN SANTA CLARA


Por Luis Machado Ordetx


        «Abrirse, labrar juntos, llamar a la tierra, amarse, he aquí   la faena».      

 

                                                      José Martí


El sábado 19 de abril de 1919 La Habana palpitó por la unidad latinoamericana: una Avenida de la capital cubana llevaría en lo adelante el nombre de Simón Bolívar. Fue un día histórico: fecha del natalicio de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y ocasión en que Venezuela inició en 1810 la ruta emancipadora contra España.

 

Eran las cuatro y media de la tarde. Dos banderas nacionales, la de Cuba y Venezuela, cubrían una placa de bronce con las incrustaciones del nombre del Libertador, un cíclope de la fraternidad entre los pueblos.


El acto constituyó la humilde propuesta de un ensayista nacido en Santa Clara, centro del país. Tres años antes, por el Acuerdo número 392 de la presidencia de los Estados Unidos de Venezuela, según legalizó el general Ignacio Andrade, ministro de Relaciones Exteriores de ese país, recibió la Condecoración de la Orden del Libertador en la Tercera Clase, el mayor reconocimiento entregado a nacionales, o no naturales de ese país sudamericano.

 

El premio fue conferido al coterráneo por sus servicios desinteresados y prestados a la humanidad. ¿Quién es?... Un cubano de tuétanos y de almas, antiimperialista en extremo. Un periodista martiano y de radical de pensamiento latinoamericano.  También un exclusivo nacionalista que difundió la defensa de lo propio, lo autóctono, como blasón inequívoco de nuestra cultura. De Santa Clara tuvo siempre el recuerdo permanente. Fue alumno de Mariano Clemente Prado y Pérez en el Colegio Santa Ana, y en julio de 1915, el Ayuntamiento local lo avaló como “Hijo Ilustre” de la ciudad. Hoy su nombre y legado, apenas se difunde.


Puede, incluso, que fuera el primero de su tiempo en ostentar esa distinción. Al menos no existen otras referencias históricas que precisen un reconocimiento enaltecedor, con la efigie de Bolívar,  el «[…] más alto honor que puede recibir y ostentar con orgullo un americano devoto de aquel maravilloso genio político y militar cuya obra inmensa llena las más gloriosas páginas de la historia de la épica lucha, cruenta y larga, por la libertad de América; de aquel cuyo nombre cien veces ilustre viene a los labios cuando se dice: El Libertador»(1) de cinco Repúblicas de América del Sur.


Carlos de Velasco y Pérez (1884-1923), hijo de mambí, un anónimo hombre de Santa Clara radicado en La Habana en su adolescencia, fue el director-fundador de Cuba Contemporánea (1913-1913), publicación que dirigió hasta enero de 1921, fecha en que se desempeñó por breve tiempo en el servicio consular en países europeos. Durante 8 años dirigió la revista nacionalista, y preparó, con su peculio y de otros amigos, 96 números, de los 176 registrados: un 54% del total de todas las ediciones mensuales. 


La característica primordial del carácter de la publicación estuvo orientada a los actos de fraternidad latinoamericana, de discusión de temas contemporáneos sobre la vida económico y social de nuestro  país y a la historia nacional en sus más insospechadas aristas culturales. Fue la revista antiimperialista de su tiempo, y un abrigo permanente de observación contra las pretensiones de los Estados Unidos de expandirse por el mundo. El pensamiento de Bolívar, y su prolongación en Martí, estuvo entre los asideros más inconfundibles.  


Ahí surgió en Cuba el primer gran reconocimiento público al Libertador de América. También la reciprocidad de Venezuela de perpetuar el paso efímero de Martí por Caracas, capital a la que arribó el 21 de enero de 1881, y partió el 1 de julio de ese mes. Allí el Apóstol cubano dejó su huella periodística con la fundación de laRevista Venezolana, y colaboró con La Opinión Nacional. Del país sudamericano dijo en su despedida: «[…] Deme Venezuela en que servirla: ella tiene en mi un hijo». Idéntica devoción mostraría antes con México, Costa Rica, República Dominicana y…


¿Cuándo Carlos de Velasco sacó al ruedo público la permanencia del recuerdo de Bolívar en La Habana? Ocurrió en noviembre de 1917, con la aparición de «Bolívar y la independencia de Cuba»(2) del erudito colombiano Gabriel Porras Trononis, ensayo al cual insertó una nota a pie de página, interrogante y de devolución: 


«¿Por qué nuestra patria no ha cumplido aún con el deber de honrar la memoria insigne del primer guerrero americano que pensó en libertarla? En deuda, ciertamente, estamos los cubanos con muchos ilustres compatriotas cuyos nombres semiolvidados […] Bolívar, el primer hombre de América nuestra, el más grande de los caudillos y el más glorioso de los libertadores de pueblos, merece que aquí se le tribute, sin más demora, algún homenaje digno de su fama y demostrativo de que Cuba sabe agradecer el empeño generoso que quiso intentar el brazo incansable de aquel genio cuya figura, reproducida en bronce o mármol, quisiéramos ver honrado y decorado alguno de nuestros  principales sitios públicos. Más, ya que esto no es posible por ahora, al menos pudiera el Ayuntamiento de La Habana dar el nombre de Bolívar a una calle principal de la capital de esta tierra que él ansiaba libertar; y al efecto Cuba Contemporánea excita a los ediles habaneros para que cumplan este deber. Bolívar podría llamarse, en lo adelante, la calle todavía denominada de la Reina, o la de San Rafael, u otra cualquiera importante. Y el día que fuera puesta la primera tablilla en la calle que lleve el nombre del ínclito hijo de Venezuela, rendir a su memoria, al Inmortal, el tributo de respeto y de amor que toda América le debe, y que especialmente le debemos los cubanos por haber sido él quien primero soñó en darnos lo que hoy tenemos por el esfuerzo impagable de nuestros libertadores: la República».(3


                                     LA AVENIDA HABANERA


Un total de 20 ensayos, unos cortos, otros medulares por sus aportaciones, abordan en las páginas de Cuba Contemporánea  el pensamiento y la proyección americanista de Bolívar. También Martí, el Apóstol cubano, tiene marcada relevancia durante el período que Carlos de Velasco tuteló una publicación plural, de intercambio inquebrantable entre intelectuales cubanos y latinoamericanos, integrantes de 20 repúblicas definidas en el contexto de la congregación cultural.


Los textos comienzan en mayo de 1913 —tres meses después de fundada Cuba Contemporánea—, y son los venezolanos Rufino Blanco-Fombona y Diego Carbonell, quienes, respectivamente, remiten los ensayos «Simón Bolívar, la revolución Hispanoamericana y la política española en 1821», y «La grandeza y las ambiciones del Libertador», análisis último divulgado con exactitud con un año de diferencia en relación al primero. En septiembre de 1914 el colombiano Porras Troconis ve impreso su ensayo «Las ideas políticas de Bolívar», y el legado histórico del Libertador, entra en punto de debate, de permanencia latinoamericanista, de unidad y confraternidad de nuestros países. 


Razón tuvo el chileno Ernesto de la Cruz, cuando en Cuba Contemporánea propagó en 1915 «El genio político de Bolívar», y recordó las palabras del uruguayo José Enrique Rodó, al sustentar que, cuando «[…] veinte siglos hayan pasado; cuando una pátina de antigüedad  se extienda desde el Anahuac hasta la Plata, allí donde hoy campea la naturaleza o cría sus raíces la civilización; cuando cien generaciones humanas hayan mezclado, en la masa de la tierra, el polvo de sus huesos con el polvo de los bosques […], verán, como nosotros también, que en la extensión de sus recuerdos de gloria nada hay más grande que Bolívar».(4)


El Libertador, Simón de Bolívar y Palacios (1783-1830), aquel que murió como había nacido, desnudo, tendría en adelante el primer reconocimiento público en Cuba. La propuesta de Carlos de Velasco, aparecida en Cuba Contemporánea, la acogió el periódico habanero La Discusión, y El Nuevo Diario, de Caracas, en sus ediciones respectivas del sábado 5 de enero de 1918.

 

El consejal capitalino Lorenzo Fernández Hermo presentó antes de esa fecha una moción al Ayuntamiento de la provincia. Era la sugerencia de Carlos de Velasco, y así lo reconoció. En lo sucesivo «[…] las calles de Reina y de la Marina, en toda su extensión (que, en no lejano tiempo, ha de ser una de las más importantes de la Ciudad, con la prolongación de las obras del Malecón), se denominen respectivamente Avenida “Simón Bolívar” y Avenida “George Washington”, celebrándose dichos actos, al ejecutarse oportunamente esos acuerdos, con la mayor solemnidad posible, invitándose al efecto al ilustre Cuerpo Diplomático en nuestra Nación…»(5)


El periódico caraqueño dirigido por Santiago Key Ayala, admitió, según el despacho de Carlos de Velasco, que Venezuela correspondería a similar acto patriótico y latinoamericano, «[…] poniendo el nombre de Martí a una de las principales calles de la ciudad capital, Caracas, como podemos afirmarlo no solo por los informes privados que obran en nuestro poder, sino por los que revelan los conceptos finales del párrafo en que El Nuevo Diario recoge nuestra nota al artículo del Dr. Porras Troconis (titulado Bolívar y la independencia de Cuba), donde este prueba, con documentos irrefutables, que Bolívar quiso libertar nuestra tierra».(6


La fecha tentativa del cambio de nombre a las vías ocurriría el jueves 10 de Octubre de 1918, medio siglo del Grito de Yara, gloria de los cubanos que se lanzaron a la lucha por la independencia nacional. Un día antes, dice La Discusión, de La Habana, el Ayuntamiento refrendo el acuerdo.  Carlos de Velasco sugirió otro calendario para los vínculos indisolubles entre Cuba y Venezuela: el sábado 19 de abril de 1919. 


Lo dice en carta al erudito cubano José Manuel Carbonell, uno de los oradores escogidos para el acto patriótico y de hermandad latinoamericana, al cual asistirían el cuerpo diplomático y los residentes extranjeros radicados en la capital.Ya para entonces, en días previos, Caracas exhibía en una de sus calles el nombre de José Martí, lo atestigua Carlos de Velasco, y también lo refrenda Armando Rivas Vázquez, representante de esa colonia extranjera en la capital cubana, y otro de los oradores del acto escenificado en la esquina de las calles Aldama y Reina, ya daría nombre a la Avenida Simón Bolívar, en La Habana, según insinuó el periódico El Mundo, de La Habana.7 La Banda Municipal interpretó los himnos nacionales de ambos países.  Carbonell pronunció un discurso efusivo:


«[…] Se dice Bolívar, y hasta la tierra siente los escalofríos de la epopeya; se iluminan los montes al resplandor de los incendios libertadores; flotan al mástil los ensueños de tiempos legendarios, se ven pasar los héroes, llaneros y cholos, y rotos y gauchos, haciendo trepitar la pampa salvaje bajo los cascos redentores de sus corceles en desenfrenado galope; un soplo de victoria refresca los corazones, y parece que vibran en homérica diana los alegres clarines de Pichincha y Carabobo, de Ayacucho y de Junín…»(8)


La Avenida Simón Bolívar, según el imaginario popular todavía sigue llamándose Reina, y la Plaza Martí, en Caracas, lo expuso El Universal, de esa capital, en la edición del miércoles 26 de febrero de 1919,9 eran una realidad en el «[…] propósito de laborar sin tregua por la humana idea de congregar los países latinoamericanos en una confederación de estados, consagrando así los previsores evangelios políticos del Libertador», dijo Carbonell.  


Después de concluido el acto, ante el monumento a Martí en el Parque Central de La Habana, el Cuerpo Diplomático, el pueblo aglomerado, y otros insignes personalidades nacionales, depositó una ofrenda floral al Apóstol cubano. Ricardo Gutiérrez, ministro de Colombia, expresó la gratitud de las cinco repúblicas, hijas del esfuerzo de Bolívar: Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia. El sueño de Cuba Contemporánea, y del nacionalista Carlos de Velasco y Pérez, el hijo natural de Santa Clara, era una realidad para propagar aún más el genio profético del Libertador de América. 

 NOTAS


1- Cfr. Notas Editoriales: «Un gran honor al director de Cuba Contemporánea», en revista Cuba Contemporánea, 4(1):95-96, tomo XI, La Habana, mayo de 1916.


2- Gabriel Porras Troconis: «Bolívar y la independencia de Cuba», en revista Cuba Contemporánea, 5 (3): 191-209, tomo XV, La Habana, noviembre de 1917.


3- Cfr. N. de la D. de C.C: Idem., p. 191. Texto redactado por Carlos de Velasco.

4- Ernesto de la Cruz: «El genio político de Bolívar», en revista Cuba Contemporánea, 3(2): 321, tomo X, La Habana, octubre de 1915.


5-  Cfr. Notas Editoriales: « Bolívar, Washington y Cuba», en revista Cuba Contemporánea, 6 (2): 259-260, tomo XVIII, La Habana, octubre de 1918. 


6- Idem., p. 260.


7-Cfr.  Notas Editoriales: «Las Avenidas Bolívar y Washington», en revista Cuba Contemporánea, 6(3):372-373, tomo XVIII, La Habana, noviembre de 1918.


8- Cfr. Notas Editoriales: «Bolívar y Cuba. Venezuela y Martí», en revista Cuba Contemporánea, 7(77): 150-160, tomo XX, La Habana, mayo de 1919.


9- Idem., p. 160.



MARTÍ, AGUJA MAGNÉTICA DE LOS CUBANOS

MARTÍ, AGUJA MAGNÉTICA DE LOS CUBANOS

Por Luis Machado Ordetx

Primero Santa Clara, nombre y capital de la central provincia cubana desde 1878. Después, en 1940, Santa Clara, capital de Las Villas, tuvo insólitos instantes en su acercamiento a la representación espiritual de José Martí Pérez, el Apóstol Cubano. Múltiples reconocimientos de las ciudades aledañas, en la actual Villa Clara, hubo a Martí entre 1905 y 1953, el Año del Centenario del natalicio del más universal de todos los cubanos. Un encuentro con la historia, y un esclarecimiento del por qué desapareció el busto de Martí en el Parque Vidal de esta ciudad, aquel que el pueblo denominó eufemísticamente, el «Martí Cabezón», propongo a todos los lectores al concluir una pesquisa en añejas páginas de la prensa diaria, fuente documental imprescindible,  de este territorio. 


                                             «Y el verbo se hizo hombre; y el hombre fue soldado; y el soldado,                                                                héroe; y el héroe, mártir augusto.1    

                                                                Federico Henríquez y Carvajal, 1896

 

Una cívica sugerencia brotó, en última instancia, desde Santa Clara: colocar flores frescas en la tumba de José Martí. Esa propuesta la formuló un periodista, escritor e historiador nacido en esta ciudad. El texto apareció inicialmente en la  revista habanera El Fígaro, en el número del domingo 7 de marzo de 1915. También lo reprodujeron de inmediato los diarios La Discusión y el Diario de la Marina, de la capital, El Cubano Libre y La Independencia, de Santiago de Cuba, y también La Publicidad, de Santa Clara.

 

La idea, indestructible, original y exclusiva, ¿de quién es?... Pertenece Carlos de Velasco y Pérez (Santa Clara, 1884-Paris, 1923), director      entonces de la revista Cuba Contemporánea (1913-1927), la más representativa, antiimperialista y nacionalista de las publicaciones cubanas de la primera mitad del pasado siglo. En las «Notas Editoriales»,2 correspondientes a la revista de julio de 1915, hay un extracto titulado «Flores frescas en la tumba de Martí», así como la repercusión del artículo «Tres tumbas gloriosas: Céspedes, Martí y Estrada Palma», texto que reprodujeron otros periódicos.

 

La referencia es directa. Lo recoge Martí en sus Versos Sencillos: «¡Yo quiero, cuando me muera/ Sin patria, pero sin amo/ Tener en mi losa un ramo/ De flores y una bandera!».  ¿Quiénes acogieron el proyecto de Carlos de Velasco? Fue la Comisión Pro Martí, formada por profesoras y estudiantes de la escuela Spencer número 3, de Santiago de Cuba. El nicho 134 de la galería sur del Cementerio Santa Ifigenia, de la oriental ciudad, protegió las sagradas reliquias del Apóstol desde el 27 de mayo de 1895.

 

En 1907 fue inaugurado allí un modesto templete. A ese sitio llegaron a partir del miércoles 19 de mayo de 1915 las maestras y alumnos santiagueros a rendir tributo permanente al Apóstol. Era la invitación que antes realizó Carlos de Velasco. El Consejo Provincial de Oriente (Ayuntamiento), aprobó el martes 20 de abril un crédito de $ 20.00 para adquirir diariamente un ramo de flores naturales que durante todas las mañanas se colocó en la tumba de Martí, el más universal de todos los cubanos. 

 



La primera estatua a Martí fue develada en el Parque Central de La Habana el viernes 24 de febrero de 1905. El presidente Tomás Estrada Palma descorrió el velo que protegía el monumento, obra escultórica del habanero José Villalta de Saavedra. La estatua tiene una altura de 2,75 metros, y 5,03 de pedestal, y en total 7, 78. Costó 4 500 dólares, incluidos aportes pecuniarios del artista. 

 

Un mes antes, el Ayuntamiento de Santa Clara acordó que la calle de Santa Rosalía, antiguamente Tahonas o Matanzas, se denominaría en lo adelante Martí. El viernes 8 de septiembre de 1922, rectificó el señalamiento anterior, y la suscribió como José Martí, aunque el imaginario popular la titula solo por el primer apellido del Apóstol cubano.  Era un tributo  “Ad Perpetuam” en la historia de una región central, a la cual Martí la menciona en siete ocasiones. Excepto a los territorios de Placetas, Camajuaní, Cifuentes, Encrucijada, Corralillo, Santo Domingo y Quemado de Güines, existen referencias a las otras seis municipalidades de Villa Clara, entre las que trascienden Sagua la Grande, Manicaragua y Santa Clara, focos de los preparativos revolucionarios de la Guerra Necesaria. 

 

                                                          LOS MONUMENTOS 

 

Caibarién atesora la esfinge más prestigiosa de Villa Clara. Es Martí de cuerpo y alma. El pedagogo e investigador Juan Emerio Sánchez Freire ofrece datos precisos: La pieza escultórica del italiano Ettore Salvatore, de mármol de Carrara, debió llegar a puerto cubano antes del miércoles 24 de febrero de 1926, «fecha en la cual quedaría estacionado el conjunto monumental, de 6,20 metros de altura y 4,04 de ancho, y 4, 85 de profundidad. 

 

Está provisto de una pirámide escalonada de base cuadrada, y la estatua de Martí, a tamaño natural, descansaría en una figura femenina, con espada y escudo, símbolo de la libertad». El emplazamiento está de espaldas al norte. Las fotografías de Martínez Otero permiten reconstruir ese hecho.

 

El barco “Vulcano”, en el cual viajaba Salvatore y las piezas del conjunto escultórico, «sufrió un desperfecto en el Atlántico, y llegó con retraso según los cálculos previstos por Francisco Bolaños, el Alcalde de la localidad, razón por la cual se inauguró en la mañana del domingo 7 de marzo de 1926», apuntó Sánchez Freire.

 

En Placetas, casi simultáneo al montaje del conjunto escultórico de Caibarién, se emplazó otro monumento a Martí. Fue esculpido por el italiano Ettore Salvatore. La ubicación de la pieza, también mira hacia el sur, como el abrazo inconfundible entre los  pueblos de Nuestra América, aquellos situados del Río Bravo a la Patagonia, y se inauguró el miércoles 4 de agosto de 1926. Todos, de un modo u otro, gozan de una belleza inigualable.

 

Santa Clara no quedó detrás de esa iniciativa. Un año antes, el 10 de febrero de 1925, el Palacio de Gobierno Provincial dedicó una parte del inmueble a biblioteca pública “Martí”, al tiempo que colocó en su salón de celebraciones un busto de bronce del prócer cubano, y proyectó la realización de un Museo con su nombre.

 

 El jueves 23 de enero de 1941, reseñó en primera página el periódico La Publicidad,3 sugirió que  en el Parque Vidal, se colocaría un Rincón Martiano, ubicado donde antes estuvo el monumento al Niño de la Bota, y de espaldas al teatro “La Caridad”, como quien mira al sur. 

 

La obra escultórica fue iniciativa del Centro de Veteranos, el Ateneo de Villaclara, el Club Rotario, la profesora Julia Elisa Consuegras de Montalvo  y del doctor Aurelio Hernández de la Barca. El busto, sobre un pedestal, lo hizo el artista cienfueguero Mateo Torriente Bécquer. El martes 28 de enero quedó develado. Era una obra de gratitud. 

 

Aunque el pueblo de la ciudad asistió a la inauguración, no mostró total satisfacción por la factura artística del sencillo monumento. Durante un tiempo se aguantaron las críticas en la prensa de la localidad.  A partir de enero de 1944, con la oficialización del “Grupo de los Mil”,  intenta promover «el bienestar de la comunidad […] y alentar todo empeño de utilidad común…», según su manifiesto constitutivo, arrecian las refriegas y se proyecta la creación de otro espacio urbanístico dedicado a Martí, junto a los mártires o héroes villaclareños de las gestas independentistas. 

 

En agosto de 1950 ya el busto del Rincón Martiano no estaba en su lugar de origen. El parque Vidal sufría otras transformaciones urbanísticas, incluidas las de siembra de árboles, sistemas de irrigación y de alumbrado público. La pieza de Mateo Torriente Bécquer fue conservada en el Club Rotario, y luego instalada en el parque Zoológico —un sitio adecuado para el esparcimiento infantil—,  en las cercanías del cementerio local. 

 

El lunes 14 de mayo de 1953, La Publicidad anunció el Programa  de los Festejos Conmemorativos del Centenario de la Independencia de Cuba, que se celebrará en Santa Clara del 14 al 20 de mayo»,4  fecha última en la cual se hizo la primera peregrinación al Rincón Martiano, en el Parque de los Mártires o de la Independencia, como también denominaron a la espaciosa plaza frente a la terminal ferroviaria. Al acto acudió el ensayista Jorge Mañach Robato, quien habló sobre la trascendencia histórica de José Martí, así como el artista Alfredo Gómez Rodríguez, escultor del busto.

 

Antes de comenzar la década de los años 40, Sagua la Grande y Encrucijada también erigieron monumentos a Martí. Después vendrían los ubicados en Placetas.  En el Undoso, el sábado 28 de enero de 1939 construyen el Rincón Martiano, idea de Pepe Guardiola en el denominado Parque El Pelón —dedicado a perpetuar la memoria del coronel del Ejército Libertador José Sánchez Jorro—, a un lado del Puente El Triunfo. El amplio busto en bronce se hizo en la fundición de MacFarlane, de esa localidad. También mira el Apóstol hacia el suroeste. El Encrucijada solo queda emplazado uno de los sitios recordatorios al Apóstol, instalado por alumnas y profesoras del colegio Verbo Encarnado, en ese municipio.

 

En Remedios, la Octava Villa de Cuba, se formaron los grupos infantiles de acción martiana, organizados por el remediano-cubano Pérez-Abreu. La plaza principal, antes de Isabel II, tomó el nombre de José Martí, sitio en que colocadon un busto del Apóstol, de modesta  de factura artística, en un áreas de los paseos. Aquí mira hacia el norte, a diferencia de otros emplazados en la región central.

 

En la denominada Villa de los Laureles, está la réplica, casi a tamaño natural, de la casa natal de Martí, aquella de la calle de Paula, en La Habana. Es la primera de su tipo que existió en la antigua provincia de Las Villas, inaugurada también en el año del Centenario del Apóstol. Está situada en el Paseo de Martí y Avenida Segunda del Sur. 

 

De un lado a otro de Cuba está Martí, el Apóstol, el hombre que el pedagogo Salvador Salazar definió como la «aguja magnética que señala un polo: la redención de Cuba»,5 en la hora de las virtudes y los sacrificios humanos. 

 

NOTAS

 

1- Federico Henríquez y Carvajal (2013):«Duelo de América», en Álbum de un Héroe (A la augusta memoria de José Martí), Archivo General de la Nación (Vol. CCII),  p. 57, República Dominicana.

 

2- «Flores frescas en la tumba de Martí», en revista Cuba Contemporánea,Tomo VIII, 3(3): 301-302, La Habana, julio de 1915. Las Notas Editoriales,  sin firma, en muchas ocasiones, son redactadas por el director de la publicación: en este caso Carlos de Velasco.

 

3- Sergio R. Álvarez (1941): «Villaclara y Martí», en La Publicidad, 38(12943):1, Santa Clara, jueves 23 de enero.

 

4- La Publicidad, Santa Clara, 40(19461):1-3, lunes 14 de mayo de 1953. 5- Salvador Salazar (1918): «Martí», en revista Cuba Contemporánea, Tomo 17, La Habana, 6(1):7, mayo-agosto. 

TEATRO "LA CARIDAD", UNA DISCORDIA POR LA PUERTA CENTENARIA

TEATRO "LA CARIDAD", UNA DISCORDIA POR LA PUERTA CENTENARIA

Por Luis Machado Ordetx

 A la derecha, la terraza oeste del Teatro “La Caridad”, en la cual se “reabrió” por tercera ocasión una puerta. La imagen representa, de acuerdo con la vestimenta de los curiosos, a la primera década del pasado siglo. La puerta abierta favorece a una instalación turística. Nada tiene que ver con el perfil docente-benéfico de una institución Patrimonio Nacional. La fachada oeste, ya remodelada con la puerta, fue pintada con un color diferente al que exhibe el Teatro “La  Caridad”, Monumento Nacional de Cuba. 


Una pared centenaria fue derrumbada a golpes de cincel y martillo. Forma parte de la terraza lateral oeste perteneciente al Teatro “La Caridad” (1885). La edificación es  Monumento Nacional. Constituyó, antes y después de su construcción, el centro “principal” de la ciudad. 

Esa especificación la dejó el ingeniero Herminio C. Leyva, el ejecutor, en su  Memoria Descriptiva. Sin ninguna competitividad, los antiguos terrenos de la ermita de “La Candelaria”, irradiaron tranquilidad, y después cultura. 

Cada inmueble tiene su historia. La arquitectura del coliseo es el libro de piedra de Santa Clara. Nadie lo discutiría. En diciembre último, una parte de la fachada lateral, colindante con el antiguo Colegio “Santa Rosalía” —inaugurado el domingo 28 de diciembre de 1885—, se rompió por tercera ocasión. La “puerta” ha devenido en discordia” institucional. 

Las partes que dirimen son la Sucursal “Palmares” —a partir de la remodelación y reinserción de un Complejo Gastronómico-Cultural— y directivos del Teatro. ¿Cuál razón existe? 

Al parecer la exhibición de una fotografía de ¿1924?, se incluyó como la causal que “readecuó” la abertura. Es difícil imaginar los pasados que uno no conoció. Allí siempre existió la cartelera oficial de los espectáculos artísticos-literarios, y hasta cinematográficos, que exhibió el teatro. 

A partir de 1909, las fotografías de Santa Coloma, especial para las ediciones de El Figaro, la ubicaron de manera temporal en ángulo de 900 en lo que actualmente es la tienda de ARTEX. Los programas anunciantes eran hechos, primero en la imprenta “La Verdad”, de calle Cuba y San Miguel, y después, en “Lanier y Cia”, una similar instalación de Martí número 9. Al menos  fue así hasta principios de la sexta década del pasado siglo, fecha en que cambió hacia la entrada principal del teatro.

El dictamen conclusivo para desentenderse de la historia excepcional de lo que antes constituyó la cartelera original del teatro lo vertió la Comisión de Monumentos.  Esa puerta que va rumbo a la terraza tal vez sea utilizada en lo perspectivo para el trasiego de mercancías, o… No hay razones para esos fines, sobre todo por otra “emplazada” de manera artificial en la calle Lorda. Incluso, podría adicionarse que, entre la terraza de marras y el vestíbulo de “Santa Rosalía” sobrepasa el metro de altura en desnivel. 

Las tejas tienen que colocarse antes que lleguen las goteras. Esa terraza libre, propiedad de “La Caridad”, no puede llenarse de mesas y más mesas —especulo—, como ahora ocurre con “La Marquesina”, y mucho menos inundarse de ruidos parásitos que, con mayor persistencia, lastran las  continuas funciones culturales del teatro.

Veamos los hechos. Desde tiempos antiquísimos esa pared siempre estuvo cerrada. Actualmente se “demostró”, ¿no sé con cuáles fines aunque se intuyen?, que durante un tiempo “comunicó” a ambas edificaciones. Craso error. La historia lo desmiente siempre y cuando se incluya a las fotografías y las informaciones que ofrece la prensa periódica de la época. Ahí está la fuente documental contrastable.¿Por qué?...

Con mayor razón se entienden aquellas Ordenanzas de Construcciones que rigieron en la ciudad a partir de 1924. El documento esclareció las llamadas medianeras o medianerías. ¿Qué las tipifica? Una pared que separa dos propiedades contiguas y que pertenecen mancomunadamente a los dueños de ambas. Pero…, explica que una pared o muro corresponde al que lo construyó.

 Se desprende por cronología —sin mucho análisis de la Memoria Descriptiva y el plano general del piso principal—, que el Teatro surgió primero, al inaugurarse el 8 de septiembre de 1885.El coliseo es el propietario de la tapia divisoria que delimitó hasta el patio frondoso de árboles que existió en el “Santa Rosalía”, el colegio que se construyó después. El colindante no podrá hacer uso proporcional a su derecho, y mucho menos causar perjuicio ni incomodidad a los vecinos, esclareció la reglamentación.

 ¿Qué razón hubo (descontando los dos momentos antes señalados ) para que una institución benéfica  —el Colegio Santa Rosalía—, tuviera una puerta anexa hacia la terraza oeste del teatro. Ninguna, por pura lógica e historia. El desnivel lo desmiente, y las diferencias institucionales también.

La pared jamás constituyó un vano de puerta (acoplamiento de cierre abisagrado, de corredera o plegable), como en apariencias se cree a partir de esa foto antigua utilizada como justificante de la abertura. En dos momentos anteriores los ladrillos fueron conservados de acuerdo con disposiciones del Ayuntamiento de Santa Clara y de las críticas persistentes de La Publicidad. Rebusquemos en las ediciones de marzo a junio de 1909, y de mayo a septiembre de 1924. Ahí está la prueba que esgrimió el  principal periódico de Santa Clara durante la primera mitad del pasado siglo.  

Una de las fechas, en la primera, la administración del Teatro sacó a subasta la remodelación exterior y pinturas de fachadas. Rompieron una “falsa” puerta en el área de la terraza oeste. La directiva del inmueble, con la anuencia de la  Municipalidad y el Colegio Santa Rosalía, colocó allí materiales de construcción y una carpintería. Hubo que “correr” —a pesar de las protestas— el altar del auspicio, situado en la parte contraria.   

Al poco tiempo se corrigió el entuerto y todo volvió a la normalidad.  Después en 1924, con similar finalidad, según las Ordenanzas de Construcción, la directiva del teatro solicitó otro permiso. Allí se conservarían algunos materiales para garantizar las obras de remodelación del Parque Vidal y de los inmuebles aledaños, y “La Caridad” se incluyó de manera efímera en esas labores. 

El sitio donde ahora se “reabrió” la puerta  permaneció siempre cerrado a pesar de las restauraciones —1952, 1964, 1988 y 2008—, dispuestas en lo sucesivo al teatro. Hasta donde sé, ahora no fueron esbozadas las consideraciones de directivos de la parte afectada: “La Caridad”. La “fotografía” de marras, con escasa argumentación histórica, entornó otra “puerta”, la   infinita discordia cultural vinculada con una fachada centenaria de la ciudad. 

SAN JUAN DE LOS REMEDIOS, LA INCERTIDUMBRE HISTÓRICA

SAN JUAN DE LOS REMEDIOS, LA INCERTIDUMBRE HISTÓRICA

Por Luis Machado Ordetx

Con las fiestas del San Juan Bautista celebra Remedios, la denominada Octava Villa de Cuba, ¿su aniversario 498 de fundada? El primer asentamiento poblacional ocurrió allá, en las cercanías de la bahía del Tésico, próximo a la desembocadura del río. En relación a esa fecha hay criterios contrapuestos de los historiadores que acuden a documentos factográficos.

 

Unos abogan por ¿1513?, otros por ¿1515?, incluso por ¿1520? Nadie niega la trascendencia cultural de Villa surgida en el siglo XVI, y todos apostamos por ese legado notorio de una arquitectura patrimonial, una idiosincrasia y un influjo en aquellas regiones vecinas que surgieron de la entonces provincia indígena de Zavaneque —Sabaneque, en otros—, extendida entre la bahía de Guanima, en Matanzas, y una parte significativa del actual territorio de Morón.



Esos fueron los sitios que exploraron los conquistadores en su tránsito por la región central, y constituyó el “cacicazgo” escondido de Vasco Porcallo de Figueroa. Es extraño que en 1513 los cronistas de la conquista y la colonización en su paso por el territorio no mencionen el lugar y las fechas exactas. Tampoco hagan alusión a Porcallo de Figueroa.


Una revisión  al Teatro Histórico, Jurídico y Político Militar de la Isla Fernandina de Cuba (1791), de Ignacio José de Urrutia y Montoya, uno de nuestros primeros historiadores, sustenta que no hay «clara mención del tiempo en que se fundaron las villas de La Habana y San Juan de los Remedios, expresando solo aquel en su descripción de las Indias, Capítulo 6to. Que lo fueron poco después que las mencionadas villas primitivas». Cuando se refiere a «expresando solo aquel», lo hace a partir de los relatos de Antonio de Herrera, y deja clara insinuación a las crónicas del Padre de las Casas, de Fernández de Oviedo y Bernal Díaz del Castillo. 


Las Cartas de Relación de Diego de Valázquez y las anotaciones de los conquistadores o los colonizadores de la provincia indígena de Zavaneque, no ofrecen exactitud en la fecha del primer asiento poblacional y a la fundación de la Villa de San Juan de los Remedios y del Cayo. Eso, ¡claro está! De ahí el sustento de hipótesis divergentes en cuanto a la término   de establecimiento, y se respalde que, sin otro documento esclarecedor, se tome el actual de 1515.


San Juan de los Remedios, no queda otra duda, fue la “Villa Escondida” de Vasco Porcallo, el cruel conquistador y co-fundador, además, de Baracoa, Puerto Príncipe, Trinidad y Santi Espíritus.  Antonio Miguel Alcover y Beltrán en su Memoria Histórica de la Villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción (1905), confirma que el extenso territorio de la provincia indígena de Zavaneque coincide con la superficie que hasta 1689 —fecha de la fundación de Santa Clara—, tuvo San Juan de los Remedios. A partir de ahí ocurrió el primer desgajamiento geomorfológico.



 Antonio J. Valdez, otro de los primeros historiadores de Cuba, es sucinto y aclara que «en el centro determinó la fundación de Bayamo, Puerto Príncipe y Santi Spìritus. Seguidamente se fundó la villa de San Juan de los Remedios en la Parte Norte y el 15 de Julio del año mil quinientos quince la de San Cristóbal de La Habana...» Entonces, ¿dos Villas quedan casi simultáneas en su fundación? 



                              RECONSTRUYO UN DIÁLOGO


Una década atrás, en diálogo con el ilustrado Rafael Jorge Farto Muñiz, el historiador de Remedios, fallecido en 2009, escribí un reportaje interpretativo —“San Juan de los Remedios: ¿1513?, fecha de certidumbre histórica”—,  y ese investigador expuso que el «nacimiento del territorio, como pueblo eminentemente español, se produjo con anterioridad a muchas de las siete primeras Villas, y su iglesia, esencia de la conversión de la religión católica, data de agosto de 1515». 

 


 Contó Farto Muñiz que diferentes  «publicaciones y otros textos ofrecen tantas fechas (1514, 1515, 1519, 1524...), como autores tratan el tema, creando confusión. Desde épocas remotas la población remediana festejó sus aniversarios partiendo de 1514, año supuesto de fundación. En 1983 el Gobierno Municipal dispuso trocar ese por 1524. En 1986, según propuestas, emitieron otra reglamentación, todavía vigente a pesar de las contradicciones con fuentes consultadas, que declaró el hecho en 1515». 



¿De dónde partieron las suposiciones científicas de Farto Muñiz al ubicar la incertidumbre histórica en 1513? De los estudios de José. A. Martínez-Fortún y Foyo, Manuel Martínez Escobar, Facundo Ramos, Juan C. Álvarez Wite y Natalia Raola Ramos. Fue el investigador hacia los intríngulis de otros documentos: las visitas de los conquistadores españoles capitaneados por Narváez y el Padre de las Casas, descrita en la carta de relación de Diego Velázquez al Rey de España, el 1 de abril de 1514. También a la crónica de López de Velazco, de 1571, referida  a un “cayo o estancia” que dicen de Vasco Porcallo, así como a los recorridos en 1544 del Obispo Sarmiento.



Concordó que no existe documento alguno que exprese exactamente la fecha de la fundación de San Juan de los Remedios. A pesar de esa “oscuridad” histórica, queda «establecido, que Remedios es la Octava Villa, y se sitúa entre los pueblos más antiguos de Cuba». La tesis hipotética que esgrimió para el primer encuentro entre españoles y aborígenes —antecedente de lo que sería la villa de San Juan de los Remedios—, parte de 1513 durante la visita al cacicazgo indio La Sabana de los conquistadores Pánfilo de Narváez, Juan de Grijalba y Fray Bartolomé de las Casas.


José A. Martínez Fortún y Foyo al introducir en tomo I (1492-1849) de sus Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción, enseña: «Año 1513. Ocurrió a fines de este año un suceso trascendental para esta comarca remediana: la llegada a ella de Pánfilo de Narváez, el P. Bartolomé de las Casas, Juan de Grijalva y unos cien españoles más, que les acompañaban en el viaje de expedición que hacían por el interior de la isla, cumpliendo órdenes de Diego Velázquez. Los expedicionarios se detuvieron unos días en el pueblo indio de Caharate, que estuvo situado según varios autores, en el fértil y bello «Cayo Conuco» que está frente a la bahía de caibarién y forma el límite este dé la del Tesico. Fue el verdadero descubrimiento de esta jurisdicción».



Antes de fallecer Farto Muñiz estaba tras las pistas contrastadas de lo expuesto por el Adelantado y Teniente del Rey Diego Velázquez   y Cuellar, quien  ordenó el reconocimiento de la región oriental de Cuba a partir de 1511. Luego los conquistadores pasaron al «poblamiento de la Isla» para conformar núcleos españoles donde existiera oro, en zonas habitadas por indígenas.

 

En un informe al Rey, para contar sobre los acontecimientos más significativos acaecidos en la isla  durante 1513, y fechado en abril de 1514, Velázquez agradece, asimismo, la orden de repartir encomiendas, mediante real cédula rubricada el 8 de mayo y recibida el año anterior. 


Ahí se explica que  «despues los dichos cient ombres se fueron á una provincia que se dice Cavaneque que está en la costa del Norte, á 25 leguas del dicho río Caonao y desde allí anduvieron viendo y calando la tierra de las provincias subjetas á la de Camagüey y parte de la de Guamuahaya [Trinidad] y escribieron que los caciques estaban seguros [...], excepto los de Camagüey que no osaban tornar á sus pueblos y andaban por los montes», según expresó en 1869 Luis Torres de Mendoza, Abogado de la Real Corte.



Entre mayo y junio, manifestó Farto Muñiz, en su opinión el 3 de mayo de 1513, «llegan esos hombres al poblado de Sabana, bautizado como Santa Cruz de la Sabana de Vasco Porcallo», devenida luego en Villa de San Juan de los Remedios. No fue una escala efímera, pues Velázquez señala que desde allí salían a reconocer a Camagüey o a Guamuhaya.



El padre Las Casas, en su Historia de las Indias, se refiere a un pueblo, nombrado Carahate, donde hicieron escala en la costa norte, que él denominó «Casa Harta», por la cantidad de alimentos que allí ofrecieron los indios. Al parecer, estaba situada cerca de la actual ciudad de Sagua la Grande, conocido aún como Carahatas, acontecimiento también observado por Alcover y Beltrán.



A fines de octubre y primeros días de noviembre de 1513, se fundó San Salvador de Bayamo, segundo pueblo español con categoría de Villa. Después el colonizador Velázquez, viajó a Guamuhaya para reconocer el territorio superficialmente. Expresó que llegó a sus primeros pueblos el 21 de diciembre, y el 23 ya estaba de regreso en las cercanías de Manzanillo, según certifica la carta fechada el primero de abril de 1514.

 

 Ese documento lo remite desde Jagua, «donde agora dice que está», y se entrevistó con Vasco Porcallo de Figueroa y oficialmente otorgó la posesión de Sabana. De ahí la coincidencia de varios historiadores en asegurar que el 3 de Mayo de ese año, 1514, «confirmó»  al extremeño Porcallo la fundación  de Santa Cruz de la Sabana. 



Desde entonces, en las negras y ubérrimas tierras de Santa Cruz de la Sabana de Vasco Porcallo (1513-1545), Gobierno propio de Vasco Porcallo (1545-1550), San Juan de los Remedios de la Sabana del Cayo, a partir de esa fecha, y luego Remedios, persiste la ¿incertidumbre histórica? Farto Muñiz, recuerdo, apeló a la búsqueda del Origen de las Provincias Cubanas, de José Pennino y Barbato, de 1909.



 Aquí se indica que durante «largos años la isla de Cuba constituyó una sola tenencia de Gobierno, compuesta de los Ayuntamientos de Baracoa, Bayamo, Santiago de Cuba, Trinidad, Sancti Spíritus, Remedios, Puerto Príncipe y Habana (fundado el primero en 1512, en 1513 el segundo, en 1514 los cinco subsiguientes y en 1515 el último) dependientes de la Audiencia de la española, hasta que por Real Cédula de 8 de Octubre de 1607 se dividió en dos departamentos» 



Las interrogantes, como venas inconclusas, quedan abiertas hasta que aparezcan nuevos documentos historiográficos que diluciden con certeza cuál es la fecha exacta de la fundación de San Juan de los Remedios, Octava Villa de Cuba. 

RANCHUELO TIENE DEPREDADORES DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO

RANCHUELO TIENE DEPREDADORES DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO

Por Luis Machado Ordetx


Ladrones saquean en la actualidad la casa de vivienda del antiguo ingenio “Santa María”, fundado en ¿1846? en las ubérrimas tierras de Ranchuelo. Dos años atrás  el recinto figuró durante medio siglo como dirección administrativa  de la entidad azucarera “Ifraín Alfonso”, radicada a 14 kilómetros de esa localidad villaclareña. 


Desde entonces permanece abandonado. A pesar del deterioro constructivo y la desidia de los “buscadores” de fortunas, el inmueble ostenta inigualables majestuosidades arquitectónicas y patrimoniales. En sus interiores alberga rarezas constructivas que tipifican el gusto y la ostentación de la aristocracia cubana de finales del siglo XIX.


Allí destacan estructuras de una edificación que funden líneas neoclásicas y eclécticas. Los techos son rectos y artesonados, con empleos del cedro y la caoba americana como cardinales maderámenes. 


En los balcones corridos hay predominios de rejas de hierro forjado, guardapolvos conopiales, y repisas rectangulares y vitrales según complacencia espiritual de una sacarocracia cubana o extranjera que convirtió al ingenio-central en fuente de engrandecimiento económico. 


 A los dormitorios, en el segundo nivel, se asciende por hermosas escaleras. Una del tipo de caracol, con pasamano tallado, ensambles de bronce y piso de mármol blanco. Otra, de dos piezas, concebida con madera preciosa. 


Los portales, de techos planos, sirvieron de miradores y terrazas de la parte principal del cuerpo central de la vivienda y sus respectivas  habitaciones. Desde esos lugares es divisada la industria azucarera, distante a unos 100 metros. Los pisos de la casona sufrieron algunas transformaciones en sus estructuras originales. Todavía muestran “determinadas” bellezas decorativas, o la presencia de mármol importado de Italia. 


Los baños son amplios. Abundan en ambos niveles y ostentan sus respectivas comodidades, con bañaderas y lavamanos de hierro esmaltado y empotrado a las anchas paredes armadas con  ladrillos de barro cocido. 


La casa vivienda carece de un mantenimiento que recupere sus vetustas bellezas, pero no está perdida del todo, tal como es apreciada en todas sus dimensiones. Solo que allí habrá que contener la búsqueda insistente del… 


                                         ¿ARCA PERDIDA?


La hacienda-casa de vivienda perteneció al santanderino Esteban Isidoro Cacicedo y Torriente, empresario español asentado en Cienfuegos en 1865. Allí formó diferentes sociedades mercantiles y comerciales. Un tiempo antes  adquirió el ingenio “Santa María” y fomentó inversiones bursátiles. Las zonas Ranchuelo-Cruces-Santa Isabel de las Lajas constituyeron un envidiable emporio azucarero. 


En las cercanía funcionaron por esa época los ingenios “Santa Rosa”, “Pelayo”, “Guáimaro”, “El Rubí”, “Vista Hermosa”, “San Rafael”, “San José de Pedroso”, “Lola”, “Jagua”, “Fortuna”, “La Esperanza”, “Rosita”, “San Ignacio”, “Santa Rita”, “Santa Rosalía” y “Aurelia”, existentes algunos hasta principios del siglo pasado. Todos estaban incluidos en la actual Villa Clara, territorio que en 1850, según Sugar Plantations in the Island of Cuba, tuvo 169 fábricas. En el país había 903 industrias azucareras.


En la región de Cruces-Santa Isabel de las Lajas radicaron “Adelaida”, “Andreíta”, “Angelita”, “Armantina”, “Dos Hermanas”, “Elena, “Laqueitio”, “Mercedes”, “San Agustín”, “San Francisco”, “San isidro”, “Santa Amalia”, “Santa Catalina” y “Teresa”, correspondientes ahora a la parte de Cienfuegos.


¿Por qué el arca perdida en la casona de los Cacicedo y Torriente? La familia fue la única propietaria del ingenio hasta 1960. La industria fue nacionalizada en esa fecha. La familia era una de las más acaudaladas de origen español en Cuba. Los capitales monetarios emularon con Laureano Falla Gutiérrez y el vizcaíno Nicolás Castaño Capetillo, considerados entre los más pudientes vinculados a las relaciones bursátiles y azucareras del país.


Los “buscadores”, de día o de noche, sin interesarles la cercanía de la industria azucarera, rompen los pisos de las habitaciones de la antigua casona de la familia Cacicedo y Fernández. Hurtan los marcos de madera y las puertas españolas de las habitaciones, y hasta la bañadera fue desprendida de su sitio original. Los antiguos propietarios del ingenio por más de once décadas —¿1846?-1960—, conservaron sus riquezas monetarias, joyas y otras pertenencias valiosas en cajas soterradas. 


Al menos eso cuenta el imaginario popular. Tal vez sea la razón de los destrozos que sufre el inmueble, sobre todo en pisos, paredes y maderas. Nadie pone coto  a los desafueros de  rateros de “poca monta” que medran a costa  del patrimonio arquitectónico del país.


Después, en 1898, Cacicedo y Fernández también adquirió el antiguo ingenio “Carolina”, cercano a Venta de Río, en Cienfuegos. Allí se conservan, según los historiadores, las características del típico asentamiento agroindustrial azucarero del siglo XIX. Esa fábrica concluyó sus operaciones fabriles en 1914, y a partir de entonces fomentó el desarrollo ganadero. 


Durante la segunda década del pasado siglo la firma comercial Cacicedo y Cia, era una de las más prestigiosas de Cienfuegos. El poderío económico reservado, de igual modo, rivalizó con las arcas monetarias de Nicolás Castaño y Cia, así como F. Hunike y Cia, y Suero Balbín y Valle Co, catalogadas entre los más notables importadores y exportadores de la región sureña.


En la historia del antiguo ingenio “Santa María”,  actual empresa azucarera “Ifraín Alfonso”, hay otras dudas. Luis J. Bustamante en su Diccionario Bibliográfico Cienfueguero (1931), expone que la fábrica fue inaugurada en 1846. En Sugar Plantations in the Island of Cuba (1850), no está registrado esa instalación en la localidad de Ranchuelo.  Por esa fecha otras cinco fábricas tienen igual nombre en el país. Estaban ubicados en Corral Falso (Güira de Macurijes), Colón Baja (Guantánamo), Lagunillas (Cienfuegos), Güira de Macurijes (Matanzas) y San José de los Ramos.


En Triunfos y Programas de la Federación Nacional Obrera Azucarera (1945), declaran que el “Santa María” es de nacionalidad cubana. Aparece Esteban Cacicedo, de origen español, como propietario. La fecha de fundación, dice el texto, ocurrió en 1849. Entonces, ¿A quién creer? Esa constituye la fecha más exacta. ¿Por qué? El libro Sugar Plantations in the Island of Cuba fue publicado en 1850. Por supuesto, no pudo recoger las fábricas que iniciaron la producción azucarera en el año precedente.


Otro elemento de incertidumbre lo ofrece el relieve de la campana de bronce. El implemento era utilizado en la antigüedad como anuncio y cierre de las faenas productivas, el culto religioso y contingencias mayores. Luego fue sustituida por el potente silbato en tiempos de moliendas. Sin embargo, se conservaron como reliquias históricas. Por lo general, en los ingenios habían dos campanarios públicos: uno grande colocado entre la casa de calderas y el barracón, y otro más pequeño a la entrada de la casa de purga. 


El auténtico instrumento metálico del “Santa María” está protegido como vestigio histórico. Lo atesoran en un área anexa al “Ifraín Alfonso”, única fábrica de azúcar en activa en el municipio de Ranchuelo.


El inmenso campanario fue encargado a la fundición “Mennelys West Troy”, un establecimiento de Nueva York especializado desde 1826 en fabricar esos aparatos de sonidos manuales. En relieve tiene incrustado en la parte superior “Santa María”, y más abajo registra la rúbrica “Eduardo E. Abrew”, 1862. Por mucho que rebusco en libros históricos, no logro descifrar el misterio de ese nombre.


 Algunos  estudiosos locales alegan que el campanario salió del crisol  Mac Farlane, en Filadelfia. La fuente auténtica hay que buscarla en Nueva York. Esos fueron los verdaderos cocedores de una aleación en bronce que en algún momento estuvo en una atalaya próxima al ingenio  de Ranchuelo. 


Por fortuna, como no ocurrió en otras fábricas de su tipo, el campanario permanece allí, en el recuerdo del látigo que cercenó la piel de los esclavos, o extrajo en el pasado el sudor de los obreros asalariados.


 Un coto diferente habrá que imponer a quienes desmantelan y usurpan —a costa de la conservación del patrimonio arquitectónico— la cultura viva de una antigua casa de vivienda, representativa de ese caudal de historias que se fundó con el ingenio azucarero cubano.




RITA LONGA, LA ESCULTORA, EN SANTA CLARA

RITA LONGA, LA ESCULTORA, EN SANTA CLARA

Por Luis Machado Ordetx


En una habitación-taller, la número 4, del Hotel “Santa Clara”, en la capital de Las Villas, Rita Longa soltó el buril de la mano derecha y dio un salto. La emoción la embargó tras leer el cablegrama enviado desde La Habana por directivos de la Academia Nacional de Artes y Letras: “El ingreso a la sección de Escultura fue aprobado”, legitimó la autenticidad del mensaje. Le restaba a la artista la realización del discurso de recepción, el elogio, y después posesionarse del correspondiente “Sillón” como Académica de Número en la más alta institución cultural cubana.


El hecho no lo olvidaría en su vida personal y artística. La noticia se desencadenó a partir del correo que recibió la escultora el viernes 14 de enero de 1949 en el céntrico inmueble-hospedaje de Santa Clara. Allí, en la calle Luis Estévez esquina Céspedes, residía desde hacía dos años.


La información histórica recogida al siguiente día por La Publicidad, el diario local de la prensa villareña, pasó desapercibida en la actualidad, ocasión en que el país celebra el centenario del nacimiento de Rita  Longa Aróstegui (La Habana, 1912- Id., 2000), considerada entre los cinco escultores-pedagogos más significativos del siglo pasado.


Ese mérito lo comparte, según el crítico Luis de Soto y Sagarra, con los también creadores Teodoro Ramos Blanco, Alfredo Lozano, Ernesto Navarro y Juan José Sucre. Sin embargo, Rita Longa los aventajó en tiempo de existencia y proyección del expresionismo escultórico-musical dejado a la universalidad.


¿Por qué la artista residía en Santa Clara? Lo aclaran las fuentes informantes: acompañó, de manera casi permanente, a su esposo Fernando Álvarez Tabío, magistrado por un lustro en la Audiencia de Las Villas. Precisa La Publicidad que, desde su habitación-taller, la escultora buriló en parte varios de las piezas más trascendentes en su carrera artística: el grupo familiar de los “Siervos” del Parque Zoológico Nacional (1947) y la “Virgen del Camino” (1949), ambos enclavados La Habana.


También la creadora afirmó su compromiso de instalar una pieza monumental y alegórica al espíritu materno en un centro de asistencia médica de la ciudad que la había acogido como huéspedes de privilegio excepcional.


Así surgió “La fuente de las virtudes”, ubicada el viernes 9 de mayo de 1952 en el patio central del Hospital Provincial “San Juan de Dios” (actual “Dr. Celestino Hernández Robau”), de Santa Clara. Cuatro años antes la artista escogió ese sitio para mostrar a la posteridad una de las más significativas y menos divulgadas de las piezas escultóricas que ejecutó.


Muchos de los bocetos que luego elaboró en La Habana u otras ciudades, afirmó el lunes 25 de octubre de 1948 el cronista Sergio R. Álvarez Mariño, desde la sección “Mi Diaria Cuartilla”, en La Publicidad, fueron elucubrados en Santa Clara, al ir «[…] recorriendo nuestras calles y sitios cercanos en pos de inspiración para su arte…»  


De esos instantes surgió el compromiso para la realización, precisó el periodista, del “Monumento a la Madres”, en Batabanó (1949), y el “Memorial a Rosario Dubrocq”, terminado en idéntico año en el Hospital Ortopédico de La Habana.  En todas las confecciones, precisó, hubo una derivación: el valor social de su creatividad descollante. 


La proporción estilística, como meta definitoria de sus arte, resultan evidentes en trabajos confeccionados con materiales en bronce,  cobre, mármol, yeso patinado, arena, cemento, piedra de capellanía, o fundida. En todos los casos demostró una inigualable lírica y maestría artística de fundamento intemporal.


Con esencial sentido rítmico y decorativo trazó su concepción plástica. Afianzó en toda su carrera artística un renovado rumbo simbólico y de espiritualidad. Eso la sitúo siempre al margen de lo efímero e intrascendente, y en gozo por la proporción estética. Al menos esa fue la gratuidad percibida en las lecturas informativas que recogió el diario La Publicidad durante una estancia definitoria o de un fragmento de la vida artística de Rita Longa en Santa Clara. 

LECTURAS DE TABAQUERÍAS

LECTURAS DE TABAQUERÍAS

Por Luis Machado Ordetx

LAS  lecturas de tabaquería constituyen una actividad netamente cubana surgida a mediados del siglo XIX, en medio de la efervescencia productiva y la urgencia organizativa del naciente proletariado en las fábricas torcedoras.

Así lo reconocen tres significativas investigaciones que destacan la trascendencia de esa actividad: «La Lectura en las Tabaquerías. Monografía Histórica», escrita en 1942 por José Rivero Muñiz; así como Biografía del Tabaco Habano, publicada por Gaspar Jorge García Galló en 1960; y más recientemente, El lector de tabaquería, historia de una tradición cubana, ensayo monográfico preparado por la mexicana Araceli Tinajero en 2006.

A esas fuentes hay que recurrir constantemente, apunta Francisco Águila Medina, presidente del Consejo técnico asesor de lectores de tabaquerías en Villa Clara. En sus respectivas mesas de comunicación oral, frente a los trabajadores, ellos están ubicados en 21 establecimientos de torcido, despalillos y escogidas de la provincia.

En ese ambiente laboral, líderes sindicales cubanos adquirieron su formación política y económica para enfrentar los desmanes de la explotación capitalista. Allí estuvo, por ejemplo, Lázaro Peña, Capitán de la clase obrera, quien se inició en su juventud en una mesa de tabaquero en la fábrica “El Crédito”, de Belascoaín y Desagüe, en La Habana. De allí provienen las esencias de sus  dotes naturales de dirigente y orador marxista-leninista.

Previo a la celebración este sábado del acto por el Día del trabajador del ramo, en la fábrica “Elíope Paz Alonso”, de Camajuaní, más de seis mil villaclareños afiliados al gremio harán un reconocimiento a Lázaro Peña (29 de mayo de 1911-11 de marzo de 1974), en ocasión del centenario de su natalicio.

En Cuba, como en ninguna otra parte del mundo donde concurren fábricas de torcido o curación de la aromática hoja, persiste aquella tradición fundada en 1865 en la antigua instalación “El Fígaro”, de La Habana. El establecimiento fue gestor de la profesionalización de las lecturas de tabaquería, con lo cual creció la educación y organización económica y política de los trabajadores.

Las lecturas, recuerda Águila Medina, se extendieron durante el siglo antepasado en  homólogos servicios de manufacturas. Talleres como “La Pilarcito”, “H. Upmann”, “Por Larrañaga”, “Las tres coronas”, “El Moro Muza”, “La Meridiana”, “La Africana”, por citar algunas de aquellas fábricas existentes entonces en la capital del país, inscribieron en el mundo la calidad del habano cubano hecho a mano.

Desde allí surgieron los primeros periódicos obreros, como La Aurora, editado por el torcedor Saturnino Martínez, y El Artesano. Refiere Rivero Muñiz que aquellas primeras lecturas incluyeron piezas literarias e históricas de referencia universal, tales como las luchas del siglo, economía política, los estudios sobre la Revolución Francesa y la trascendencia universal de España. También leían poesía, crítica artística y de acontecimientos relevantes aparecidos en la prensa periódica en medio del surgimiento de la nacionalidad cubana. Ese proceso se ensanchó con el devenir de las luchas políticas y sociales en defensa de las reivindicaciones laborales a mediados del siglo antepasado, y en el decurso del siguiente.

Hay que recordar a Martí, justo como reconocen las misiones revolucionarias y de unidad que desplegó a principios de 1892 entre los emigrados cubanos de Nueva York, Cayo Hueso y Tampa.

De ahí nació la unión “entre los pinos nuevos” y aquellos hombres curtidos de gestas libertarias anteriores agrupados en torno al Partido Revolucionario Cubano y el periódico Patria. Águila Medina recuerda en ese sentido las cartas patrióticas dirigidas por Martí a José Dolores Poyo, al examinar la trascendencia histórica de los tabaqueros cubanos en los Estados Unidos.

Lo anterior fundamenta el por qué en todas las fábricas de torcido para la exportación o el consumo nacional, así como en escogidas y despalillos, existen más de 250 lectores profesionales que llevan adelante idéntica prédica en defensa de las conquistas y la unidad nacional de los cubanos.

En relación con el texto de la Tinajero, el lector advierte que  su periplo historiográfico abarca hasta los primeros años del presente siglo. Según criterios de Águila Medina, no existe una continuidad en esos estudios, sobre todo en tiempos en que las misiones profesionales de los lectores tienden a agrandarse con la promoción de la verdadera cultura del tabaco, como ocurre dos veces al mes en la tertulia “Habano-Mejunje”, auspiciada por la Sociedad Cultural José Martí.

Esa cultura, no su nocivo hábito de fumar —perjudicial para la salud humana—, establece una fuente insustituible de cubanía. Es una vertiente cultural  que se refuerza en Villa Clara, al disponer de una entidad, como ABT, dedicada a la hechura de puros para la exportación y el consumo nacional, galardonada por dos años consecutivos como la mejor de su tipo en el país.

En tal sentido, hay que defender la cultura del tabaco, y la manera como “Habano-Mejunje” robustece en sus discusiones teóricas las actividades que otros hacen desde sus mesas de torcido o despalillos. Es la lectura, como historia inmaterial, un reconocimiento al acervo martiano y a la trascendencia de la Revolución. Ese hecho perdura también en las tabaquerías, devenidas fuentes de inspiración económica y social del cubano en la contemporaneidad.  

SAGUA LA GRANDE; OTRA DISQUISICIÓN (II)

SAGUA LA GRANDE; OTRA DISQUISICIÓN (II)

Por M.Sc. Arq. Pablo Castro Álvarez


El Palacio Arenas-Armiñan, en Padre Varela número 27 esquina a Solís, en la Villa del Undoso, reclama una rehabilitación arquitectónica atinada y urgente. Una mirada móvil a esa casa solariega visitada en 1930 por el poeta granadino Federico García Lorca. EL PALACIO “ARENAS” ¿LA JOYA DEL ART NOUVEAU EN SAGUA LA GRANDE?



                                          Arquitectura y Urbanismo

La solución espacial de la “Casa Arenas”, analizada superficialmente, no es nada exclusiva. El acceso principal se encuentra en Padre Varela a través de un zaguán que vincula la escalera al segundo nivel y con un angosto pasillo que conduce al patio y a un salón del primer piso que tiene entrada por Solís y del cual nace una tira de habitaciones interconectadas entre sí y a través de la galería del pequeño patio central, al fondo se cierra la planta en “C” con la ubicación de una cocina y un baño a los cuales se accede también desde la galería.

El segundo nivel depende de un largo pasillo que constituye la columna vertebral de su funcionamiento pues vincula las habitaciones del fondo (sur) con las habitaciones principales (al norte). Al centro sufre un ensanchamiento para dar lugar a un local que debió servir de comedor y que posee excelentes visuales hacia una terraza que da a la calle Solís. Al frente aparecen cuatro habitaciones, dos de ellas dormitorios, con acceso a sendos salones con balcones hacia Solís. Al fondo un grupo de cuatro habitaciones articuladas por el pasillo, entre ellas un baño y una cocina que conserva su mobiliario original (un fogón con hornillas  de carbón y el frente de hierro fundido con alguna decoración, la campana de extracción igualmente decorada). La estrecha escalera que conduce al tercer piso parte del pasillo y pasa por una habitación en forma de “entresuelo” con propósitos de servicio, arriba se encuentran dos habitaciones contiguas y un pequeño baño todos con visuales hacia una amplia azotea.
 
Pero la validez de la solución espacial consiste en su repercusión en el volumen y, este a su vez, en el urbanismo. El edificio, a pesar de haberse construido en un entorno caracterizado por el predominio de edificaciones de un solo nivel, fachadas escuetas y parcas, coexiste armónicamente empero de la expresión monumental. Algunas edificaciones aledañas como el templo bautista (1909) y el Colegio del Apostolado (primera década del XX) contribuyen a equilibrar la desproporción entre las viviendas estándares y la excepcional residencia.

La coherencia radica, fundamentalmente, en la monotonía conseguida por el ritmo de los vanos en la fachada del primer nivel –la repetición de los elementos decorativos, las dimensiones y el diseño de la carpintería– que aproxima el frente a las viviendas en tiras, tan comunes en el centro histórico de Sagua. La carencia de movimiento en esta fachada, así como el respeto de las líneas de fachadas de ambas calles contribuyen a la armonía de este sector de la ciudad. El segundo nivel se distingue por el movimiento de la fachada facilitado por la presencia de una terraza con un balcón alargado hacia la calle Solís.

El último piso no se divisa muy fácilmente desde la calle por lo que, desde algunos ángulos fundamentales, no implica discrepancias con el ambiente construido. Es difícil, dada su ubicación y por la estrechez de los planos de perspectiva, llevarse una imagen del edificio en su totalidad, no obstante algunas azoteas y balcones cercanos muestran un cuadro mucho más completo que revela la verdadera magnitud de la obra. Es así como quedan disminuidos los estándares del tema doméstico ante la dimensión desmesurada del “Palacio Arenas” para el escenario urbano de una ciudad mediana como “la Sagua del 1918”.


                                      Del eclecticismo al art nouveau

La saturación del eclecticismo y su esencia, puramente formal, lo habían llevado al cuestionamiento en el ambiente europeo de finales del XIX por lo que, de este período de crisis, surgieron algunos movimientos que constituyeron una reacción hacia el sistema de valores impuestos por la burguesía europea. El art nouveau, liberty, modernismo, jugendstill o sezession (nombres con que se conoció esta tendencia en diferentes naciones del viejo continente) planteaba la ruptura con el historicismo impuesto por los cánones clásicos del neoclasicismo y el eclecticismo o por el medievalismo del neogótico. Formalmente, optó por una imagen artesanal de los elementos compositivos de la obra dando rienda suelta a la creación artística.

Sin embargo, en Cuba, el art nouveau ocurrió dentro de un período en que el eclecticismo tuvo la primacía. De modo que los artistas cubanos de esa época no tuvieron que lidiar con el debate filosófico que había dado lugar al modernismo sino que se limitaron a reproducir las variantes europeas que sufrieron algunas modificaciones generadas por el clima, las urbanizaciones, la idiosincrasia y algunos factores de índole constructivo (materiales, recursos humanos y financieros y desarrollo tecnológico). El art nouveau realizado en Cuba tuvo que competir con el eclecticismo, e incluso, muchas edificaciones diseñadas para ser eclécticas se transformaron en “nouveau” durante la construcción con el solo hecho de alterar el conjunto de elementos decorativos (a veces solo en las fachadas). El modernismo en muchos casos se manifestó solo en la herrería o algunas decoraciones con líneas onduladas y motivos de apariencia vegetal. Así, para algunos, el art nouveau se manifestó como una de las tantas vertientes del eclecticismo aunque se realizaron obras que avalan su legitimidad dentro de este pequeño lapso que abarcó aproximadamente el primer tercio del XX.

La sinuosidad vegetal característica del “Liberty” no se utilizó en la disposición de los muros de la casa de “los Arenas-Armiñan” como tampoco abundó la curva en la volumetría de las fachadas, ¿habrá sido este el precio que pagó el art nouveau para poder integrarse al paisaje urbano? O, sencillamente, no era posible por motivos más tangibles como la conservación de una planta tradicional, la existencia de una parcela sumamente estrecha que dejó pocas opciones a la concepción espacial, o las desventajas tecnológicas y el encarecimiento de la mano de obra y los materiales. En este caso, la manifestación más evidente del estilo surgido en Bélgica radicó en las formas y motivos representados en la decoración; si bien es cierto que el diseño de un buen número de piezas se basó en la figuración de elementos salidos de la naturaleza, otros fueron fruto de la libre creación del artista, llegando a surgir formas que refuerzan el carácter exótico del inmueble.

La decoración en los interiores, múltiple, variada, se convierte en una amalgama de objetos que envuelven las habitaciones desde los pisos hasta los techos. Los pisos de mosaicos se destacan por su variedad: los motivos vegetales –una relación más evidente con el estilo- caracterizados por la policromía y la asistencia de las flores, otras losas con diseños geométricos –conformadas por una retícula cuadrada donde los pequeños espacios interiores se rellenan con colores para obtener una figura-resultan más contrastantes con las curvas predominantes en el resto de los elementos compositivos de la ornamentación, también es de destacar el relieve de las losas en el patio y la terraza que simulan pequeñas piedras incrustadas para lograr la imagen. Los muros están revestidos por un estuco muy pulido; un zócalo de escayolas aparece en las habitaciones fundamentales mientras el ángulo con el techo está rematado por escocias de yeso decoradas y, a veces, polícromas. Uno de los elementos más importantes de la composición es la carpintería, juega un rol fundamental en las atmósferas interiores, no solo por su forma, sino por el cúmulo de colores que se reúnen en los vitrales por donde penetra la luz y se conjugan tonos desde al verde hasta el malva creándose un ambiente exótico distinguido por los colores crepusculares que conjuntamente con la decoración refuerzan la naturaleza onírica del edificio.

No se puede precisar, con la información disponible, como se concibió el “Palacio Arenas”; no existen los planos del proyecto por lo que es posible que el arquitecto no haya diseñado un edificio art nouveau y que, durante el proceso constructivo, la decoración haya cambiado el estilo planeado inicialmente. En todo caso, se reunieron una gran cantidad de elementos del modernismo, algunos de ellos como la forma de los vanos, columnas e, inclusive, el volumen presuponen una previa intención modernista que, dada su coherencia conceptual y formal, debió ser fruto del conocimiento del movimiento o, más aún, de una formación académica por parte de su autor.

La procedencia española del matrimonio Arenas-Armiñan y los estudios de derecho de uno de sus hijos (Valentín) en la Universidad de Deusto favorecieron la aprobación del diseño propuesto por el arquitecto -que una de las últimas hijas que vivió en Cuba identificó con el apellido de Capestani o Caspetani (su grafía exacta y origen se desconocen)- un atrevimiento en medio de la sobriedad del urbanismo sagüero de principios del siglo XX. Tal vez el gusto de la familia formado y refinado por las constantes visitas a la capital y las salidas al extranjero –algunos países europeos considerados en la actualidad como pioneros del art nouveau- pudo influir sobre el concepto del autor, tal vez fue este último quien los convenció de aceptar aquel extravagante proyecto que, para los ojos de los desconocedores, comenzó a ser “el castillo” gracias a la caprichosa imagen de ensueño que se materializó en el edificio. Obsequio, según algunos, del marido a su angustiada esposa Florinda para compensar la pérdida de una hija pequeña.

La excepcionalidad, la rareza de una mansión de esta naturaleza; la cercanía a la herencia árabe de la España del Mediterráneo, el medievalismo y la historia, casi trágica, de la familia desperdigada y reducida aún más con el enclaustramiento voluntario después de 1959 han contribuido a intensificar el espíritu romántico del edificio en contraposición con su estilo modernista.


                                             Estética Vs. Tecnología

Sagua la Grande fue pionera del eclecticismo en Cuba, la calidad del diseño y la ejecución de las obras arquitectónicas de este período son testimonio de ello. El gran número de edificios con un valor indisputable construidos en menos de 30 años debe haber estado respaldado por la presencia de una mano de obra competente que, en corto tiempo, logró un alto grado de especialización tanto en materia estructural como en la confección de la decoración, cuestión tan esencial en este estilo.

El “Palacio Arenas” reúne una variada decoración de exquisita factura con técnicas y diseño extraordinarios en el ámbito sagüero. Algunas prácticas empleadas en la decoración (las escayolas, las cenefas caladas en el remate de los zócalos y de algunos vanos y la decoración de granito en los vanos de las habitaciones principales (uno de los elementos más destacables y más cercanos al ideal art nouveau) en los interiores) solo se han podido encontrar en escasos exponentes de inmuebles de esta época. El empleo de dichas técnicas en función de la producción de elementos decorativos y la combinación de los mismos constituye un aspecto fundamental en la conformación del ambiente arquitectónico tanto de fachadas como de interiores.

Sin embargo, a pesar de la existencia de muchas edificaciones en la región que fueron decoradas con los elementos producidos por la fábrica de Aurelio Cruz –la mayor parte de los edificios eclécticos y varias viviendas unifamiliares- no es posible establecer una analogía entre el “Palacio Arenas” y las obras ornamentadas por este artesano que estableció su industria en Sagua. Los elementos de Aurelio Cruz Bello, seriados en su mayoría, interpretaciones de elementos clásicos en función del historicismo propio del eclecticismo, no se podían utilizar para alimentar el caprichoso art nouveau; de modo que es probable que la decoración de la casa de “los Arenas-Armiñan” haya sido un encargo a alguna empresa no radicada en la ciudad o, en todo caso, un encargo con carácter exclusivo a algún fabricante local que debió haber encarecido aún más la erección de la casa monumental.

Es contradictoria la importancia otorgada a la forma y la decoración obviando prácticamente varios puntos concernientes al diseño de la estructura o, la puesta de la estructura en función de lo formal. A juzgar por las apariencias, se puede decir que una buena parte de las soluciones constructivas no fueron concebidas en el proyecto y debieron improvisarse durante la ejecución, o acaso el proyecto se modificó durante el proceso constructivo y no se dieron adecuadas soluciones a dichos cambios.

Tampoco fue eficaz la combinación de los materiales. Se manifiesta una excesiva presencia de elementos de acero o hierro fundido en la estructura, determinada por la utilización de losas mixtas en los entrepisos donde el papel principal lo juega un raíl de “vía estrecha” (material muy común en Cuba en esta época debido al cambio tecnológico del ferrocarril) que ha provocado fisuras en los revestimiento de yeso y otros elementos de los techos debido a su corrosión y columnas de hierro fundido que fueron revestidas, en algunos casos, con una capa de hormigón que asumió la decoración y que ha ido fracturándose debido a la corrosión del núcleo por la humedad de algunos bajantes pluviales empotrados en el concreto.

La mayor parte de los elementos decorativos dispusieron de refuerzos de acero, a veces innecesarios, otras veces exagerados. Pero un factor importante en el actual deterioro, e incluso destrucción, de algunas ornamentaciones lo constituye la superficialidad de los refuerzos metálicos, añadiendo que algunos de estos se encuentran revestidos con morteros o masillas ricos en cal que han acelerado los procesos de oxidación extendiéndose incluso a las canalizaciones eléctricas constituidas por tuberías y cajas de hierro lo cual ha provocado fisuras y abofamientos en los estucos y escayolas de los muros.

Otros defectos de la construcción están dados por el uso indiscriminado de muros de ladrillo alicatados en función de cierres; sostenes, en ocasiones, de grandes paños de carpintería que han sido desmontados en la actualidad por su alto nivel de deterioro.
La carencia de un estudio del diseño estructural, la imposibilidad de resolver el singular volumen con las técnicas constructivas, los materiales y la mano de obra con que se contó o las adaptaciones deliberadas al diseño durante la ejecución pudieron ser causas de los defectos constructivos que se manifiestan en la actualidad en el alto grado de deterioro de la edificación en contraposición con otros inmuebles contemporáneos, algunos menos suntuosos (también mucho menos pretensiosos en materia de arte) que se conservan en perfecto estado casi un siglo después de su fabricación y a pesar del abandono y la falta de mantenimientos sufrida durante varias décadas.


                                           Algunas Impresiones

Algunas fuentes hablan de la supuesta ruina de la familia al terminar la construcción, otras difieren en cuanto a este tema. La presencia de un cúmulo de hipotecas sobre la obra apenas terminada –ya en 1922 y hasta los 50´s- constituye en elemento a tener en cuenta. Por otro lado algunos ven en el “Palacio Arenas” una obra inacabada, se acaba la fastuosidad de las habitaciones principales al avanzar hacia el fondo, incluso se puede apreciar ausencia de pintura y elementos decorativos aparentemente inconclusos. Es posible que la idea inicial cambió durante la ejecución o que el edificio haya sufrido alguna reparación en sus zócalos (no sería descabellado pues en la actualidad se aprecia un alto grado de humedad a causa de la capilaridad de los muros que ha deteriorado una gran parte de las escayolas) con obreros que no pudieron restaurar la decoración dañada.

Un elemento contradictorio con respecto a la supuesta quiebra de los Arenas radica en la propia vida del más sobresaliente de la prole, Valentín Arenas Armiñan, quien validó su título en Derecho en varias universidades y realizó recorridos por varios países europeos. Se estableció como notario en Sagua, aquí fundó la Asociación de Caballeros Católicos y cooperó con algunas empresas de carácter benéfico. Más tarde se trasladó a La Habana donde desempeñó altos cargos al frente del Banco Gelats e integró algunas delegaciones cubanas a eventos internacionales de la iglesia católica.

Algunos miembros de la familia abandonaron la ciudad en los años posteriores. Con el triunfo de la Revolución varios de ellos abandonaron el país quedando en el inmueble 3 hermanos solteros y sin descendencia que se marginaron de la sociedad cubana de esos años.
El Palacio Arenas ha estado rodeado a lo largo de su historia de hechos e incógnitas que además de acentuar su espíritu romántico han provocado la curiosidad de varias generaciones de sagüeros. El misterio del edificio y de la familia y su introversión, las puertas y ventanas totalmente cerradas sin la más mínima grieta para comprobar la vida interior y el velo que se levantaba noche tras noche al salir de las ventanas del último piso un misterioso haz de luz multicolor a través de los vitrales ayudaron a la gente a tejer historias oscuras alrededor de la mansión y los vestigios de la familia.

Y para colmo, uno de los robos más recordados en la mansa década de los 80´s: un renombrado homosexual y algunos compinches-amantes invadieron la quietud del edificio para llevarse consigo ciertos bienes: algunas prendas de poco valor y algunos cubiertos antiguos. Treparon por un poste del tendido telefónico y violentaron una puerta a través del balcón para penetrar en la penumbra interior; el mismo poste por el que, algunos ancianos aseguran, escapó Carmita, una de las hijas que, dicen, fue expulsada de la familia por casarse con un hombre no aprobado por sus padres y que años más tarde tratara de suicidarse con unas tijeras en el pecho tras la pérdida de un hijo y el abandono del marido. Carmen Arenas, de la otrora opulenta familia, vagó loca por la ciudad siendo objeto de crueles burlas por su cría de gatos, su ropa sucia y vieja, y los trastornados discursos acerca de su vida; con ella, los comentarios sobre su turbulento pasado. Murió en la década de 1990 en medio de la pobreza y el delirio. Por esta época murió también la última de las Arenas-Armiñan que habitara la casa, algunos años después el edificio pasó a manos del estado.


                                             El Futuro

En el año 2005 se comenzó la restauración del edificio mediante un proyecto de colaboración internacional con el Gobierno Autónomo Canario. Con él se pretende habilitar una institución para la enseñanza, promoción y divulgación de las artes plásticas y la música.

Hasta el momento no se han logrado grandes avances en la obra producto de las grandes dificultades que enfrenta el país y, más directamente, el municipio. Por este motivo han quedado a medias las acciones iniciadas en el 2006, quedando expuestas a la intemperie algunas zonas del edificio y acentuando la incertidumbre de su futuro.
El Palacio Arenas continua esperando para continuar las labores de restauración ya iniciadas, es necesario y urgente o ¿podrá Sagua la Grande vanagloriarse en el futuro de haber contado en su patrimonio con una obra de está importancia y haberla perdido al igual que un gran número de edificios importantes que hoy forman parte de su herencia desaparecida?