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RÁFAGAS DE CAPIRO

DOCUMENTAR LA HISTORIA

DOCUMENTAR LA HISTORIA

Las Actas Capitulares del Cabildo de Santa Clara, a partir de 1690, después de la fundación de la jurisdicción, acentúan la mirada hacia la identidad cultural e histórica de la localidad.

Por Luis Machado Ordetx

Santa Clara y su historia “antigua”, o menos cercana en el tiempo, asombran. Los pasajes menos manoseados tienen urgencia de reclamos e interpretaciones explicativas. Muchos permanecen ocultos en papelerías fundacionales de tres siglos atrás. Todos precisan de detalles y argumentaciones. Al contextualizarlos tienden un puente dirigido hacia el presente y su contemporaneidad: fundamentan cómo se formó la manera de pensar con cierta irreverencia en el coterráneo forjado en estas tierras.

Desde esa óptica se penetra en acontecimientos referidos a la idiosincrasia y la identidad cultural. Son dos fenómenos que transitan juntos en el epicentro psicológico de lo después denominado como cubano. Es vital la manera de escarbar, o de inquirir, en lo encubierto. Constituye, por tal razón, el signo de una hermenéutica, o de un inequívoco y plausible cimiento de definición.

Por fortuna hay una avalancha sostenida en repasos diferentes. Todos tienden a los detenimientos previos a esas edificaciones que ahora ofrecen afeites transformistas, o cuando apenas por entonces constaban los inexistentes espacios jurisdiccionales. En tanto llegaron las huellas  histórico-culturales desplazadas, allá en 1607, hacia  la primera división político-administrativa colonial.

La Isla, entonces, fue fragmentada en dos gobiernos, uno radicado en La Habana, el rector, y otro de guerra, en Santiago de Cuba. Todos eran dependientes de la Audiencia de Santo Domingo, mientras la jurisdicción de San Juan de los Remedios del Cayo, la progenitora de la futura región logocéntrica y mediterránea de Santa Clara, quedó excluida de un acatamiento específico.

Años después, en 1621 se corrigió el error, y se agregó a La Habana. Sin embargo, no hubo cotos al  “libertinaje” que propagó la manera de ser y actuar de los vecinos al amparo de un Cabildo que efectuaba “reuniones” y “tomaba” decisiones a su antojo. No fue hasta 1827 que Dionisio Vives, el Capitán General, organizó el Departamento Central, subordinado desde Trinidad a La Habana.

En 1851 viene otra ocurrencia a la demarcación. Gutiérrez de la Concha, el Capitán General, decidió que la parte céntrica de la Isla se uniera a la occidental. Los cambios, por supuesto, afianzaron una manera de deliberar en el libre albedrío. Fue un laissez faire, como “dejar hacer” en la composición  político-económico. El pensamiento de los decisores de Santa Clara, ya fragmentada antes en territorios correspondientes a las jurisdicciones de Cienfuegos y Sagua la Grande, se acentúo hacia las “periferias” y el anhelo imposible por los ámbitos marítimos.  

Con los Conflictos de identidad (Capiro, 2017), de Carlos Santiago Coll Ruiz, hay un paso, tal vez otro, en el anuncio a la sostenida irreverencia y el sentido contestatario de los nacidos en la localidad. Surge un “poco caso” a disposiciones y ordenanzas impuestas por las autoridades españolas. Un ímpetu de individualidad se imputó a Santa Clara, un territorio en el cual siempre se “rumió” en consolidarlo al exterior. Hubo una alarma en la pugna con todos los contrarios. 

De un lugar, Remedios y el hálito que trajeron las familias fundadoras,  jamás podrá desprenderse el sueño. Nadie negará que se corresponda con el desgajamiento que suscitó hacia el interior, tierra adentro, como advierte el investigador.

Años duraron. El 15 de julio de 1941, Santa Clara inauguró la Avenida San Juan de los Remedios, ruta después de muchos nombres. Ahora la inscripción, en relieve, en placa de madera embadurnada en cuanta pintura existe en construcción pública, está escondida. Entonces fue  cuando el acercamiento entre ambos pueblos marcó un sentido más perfectible en los decisores gubernamentales.

Todavía la “lámina” permanece dormida. Cuando se rememora el encuentro, allá en el Puente de La Cruz, los congregados en la celebración posterior a la llegada del aniversario 300 de la  ciudad, apenas echaron un vistazo o compensaron un diálogo con el letrero. Creo, incluso, que muchos jamás han mirado hacia allí.

Es como lo no existente. ¿Será sentido de audacia, desconocimiento, y hasta indiferencia? No, sencillamente de inconsistencia por un fragmento de nuestra  historia pasada en una ciudad, Santa Clara, que todos los días se torna más anárquica y desordenada.

La reciente publicación y advertencia de la editorial Capiro, con Conflictos de identidad, es prueba elocuente de cuánto necesitamos todos de indagaciones en los orígenes históricos. Pondríamos un coto al desconcierto de copias miméticas despojadas del razonamiento.

El escritor Coll Ruiz, y su apoyatura teórica, a partir de las Actas Capitulares del primer siglo de fundación de Santa Clara, reemprenden las llamas de un estudio que sirve, tanto a especialistas como a lectores comunes, para explicar desde el pasado aspectos inherentes a la psicología del presente. En tal razón, al volver una contemplación a la ciudad, no olvidamos a un erudito, José A. Martínez-Fortún y Foyo.

Cuando ese investigador retomó la búsqueda informativa de documentos capitulares de San Juan de los Remedios, con profundo pesar hizo una anotación. En 1689 «No hay datos de este año y pocos de 1677 a 1688», según suscribió al acotar el  Apéndice Tercero de los Anales y Efemérides (1936), voluntad curiosa  pocas veces superada desde entonces, y de la cual los historiadores jamás se cansarán de disfrutar.

Claro, nunca aparecerían porque el grupo litigante, formado por Jacinto de Rojas, Bartolomé del Castillo y Juan Jiménez, terratenientes con propiedades cercanas a Remedios, quedaron allá a pesar de los parentescos familiares con los Díaz de Pavia-Rojas de Pavia, los “conquistadores” de Santa Clara.

Dejaron entonces orquestadas, con mantones religiosos, una historia con los demonios del inframundo y el cobijo terrenal. Todo deriva en una obsesión económica, en última instancia geófaga, y que Santa Clara desde entonces llevó a cuestas durante varios siglos.

El 12 de enero de 1691 expiró el «plazo señalado para que los vecinos de Remedios abandonaran la villa y se trasladaran a Santa Clara, y entonces llegó a El Cayo el capitán Pérez de Morales en su papel de comisionado y de alcalde, acompañado por cuarenta hombres armados con escopetas, lanzas, hachas y machetes, para hacer cumplir el decreto», apuntó Martínez-Fortún y Foyo en tono soberbio y no de nostalgia.

Advirtió: «Solo se salvó del desastre la Iglesia y la casa de un regidor. Todo lo demás fue pasto de las llamas», advirtió. En tanto Manuel Dionisio González, en la Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su Jurisdicción (1858), indicó que esas huestes hicieron más estragos que los corsarios y piratas, aquellos “invasores” del Tésico durante los engarces de  siglos xvi-xvii, los de mayores incursiones.

De inmediato, unos asaltaban los puntos costeros y tierras del interior de Remedios, y los otros la “fuerza” desmedida. De los primeros, al menos alguna que otra vez sus habitantes acometieron, postura lógica, los más insospechables trueques comerciales con los extraños “viajeros” de los mares del Caribe, y con los segundos la resistencia tenaz por no abandonar lo que llamaron “terruño” en aquel tiempo.

Hay tanto que investigar e insistir en la historia, y en la cultura, que aún estamos en camino de saldar trechos, como dice aquel viejo documento que en 1840 divulgó la  Sociedad Económica Amigos del País para explicar un curioso caso de “usurpación” de una población isleña por otra. Tal vez sea el único que exista entre nosotros los cubanos.

Aborda el “Expediente que siguieron los vecinos de S. Juan de los Remedios del Cayo, con motivo a la pretendida traslación de aquel pueblo a la villa de Santa Clara”, y allí consta como el 17 de diciembre de 1765 en petición a Miguel de Garro y Bolívar, procurador general, se acordó que el 1 de junio de 1691, se llevara a efecto la partida de una población que peleó por subsistir. Era un decreto de Diego Evelino de Compostela, Obispo de Cuba, Jamaica y la Florida, y del Consejo de su Majestad el Rey,

Son mujeres las que lanzaron el reclamo. Declaran enfáticas que «nos hallamos en este lugar, patria nuestra, tan desoladas, con tantos disgustos, penalidades y calamidades (…) que no sabemos si estamos en este mundo o en el otro». Es síntoma de intransigencia que, después de formado el pueblo cubano, tanto acompaña a todos.  

De Santa Clara y de su gente, y de particularidades no muy extendidas hacia otros territorios cubanos, habla Conflictos de Identidad, el libro que suscribe Coll Ruiz. Es un texto que apela, desde el lenguaje de las Actas Capitulares, al lector que recorre la Jurisdicción, aquella fundada con el  desgajamiento definidor de costumbres, sociedad, cultura y ontología histórica.

La razón estriba, como apunta, en los Cabildos que desde 1690, en Santa Clara y su jurisdicción, «son gestores de una identidad local, asumen su defensa ante rivalidades y conflictos que se generan a lo largo de esa centuria». En cada agresión, al parecer, siempre hubo una respuesta, y cuando no la lograron, sencillamente la buscaron.

En 1762, cuando la invasión y toma posterior de La Habana por fuerzas inglesas, el cuerpo de Regidores de Santa Clara, sin distinción de color o raza (hombres libres, esclavos, ricos o pobres), se alistó para repeler la agresión. Advierte el escritor, que eso constituyó un «obstáculo» a la expansión hacia el oriente del país. Similar actitud efectuaron en defensa de las costas de Remedios-Trinidad. Era la única vía para defender lo propio, y lo después nuestro.

Es esencia una manera de hurgar en la historia para observar el ser en la construcción discursiva, de imaginarios sociales, de ideología de grupo, así como de memoria y proyecto común. Todo es visto desde el reclamo de una minuciosa atención.

A este libro habrá que volver para comprender que muchos de nuestros problemas actuales, en conducción y particularidad, no son nuevos.

El sustento subyace en la identidad surgida a partir del establecimiento de un espacio geográfico, de actuación independiente, de liberalidad, desobediencia y autonomía. Ahí está aquel espíritu criollo gestado en la decisión de ser y estar en un punto de tiempo y el lugar geofísico para  determinar el camino hacia lo propio y único, la identidad.

 


CAFÉ DI-VERSOS DE REFLEXIÓN

CAFÉ DI-VERSOS DE REFLEXIÓN

Por Luis Machado Ordetx

 

La poesía de Bertha Caluff, sin ser una comunicación mística, «reside en el espíritu de la trascendencia por entender las complejidades propias del individuo», explicó Roberto Manzano Díaz al intervenir en el espacio «Di-Versos», un centro de reflexión que abarca momentos específicos en la lírica  de invitados y coterráneos que intervienen en la Feria villaclareña.

Caluff, con significativos poemarios, entre los que destacan Casa de Sabra (1988), Cumpleaños del pato (1990), o En las playas de todos los mundos (2007) y El vigoroso trazado (2008), fue invitada a la tertulia que conduce Luis Manuel Pérez Boitel, quien, a partir del interrogatorio, posibilitó que la escritora abordara algunas particularidades de sus últimos tiempos con el verso pulido: diálogos con esencias florales.

Es un libro ya concluido, indicó, y se pertrecha de citas y referencias con especialistas que investigan aspectos positivos de la terapéutica Contiene poemas breves que mostrarán un gusto por la meditación introspectiva sobre la realidad y la «búsqueda de la armonía singular», tal vez único y válido en una tradición espiritual  del país, como dijo Manzano en su espíritu escrutador del conocimiento de nuestro panorama lírico contemporáneo.

También Caluff habló sobre la familia, y sus hijos —goce bendito—y el contacto del hombre con la naturaleza poética, y mientras «Cae la tarde/ y acuden las más oscuras aves», como recuerda uno de los textos que elaboró sobre Santa Clara y su Parque Vidal, el matancero José Manuel Espino, autor de Ronda de los suspiros, precisó que ahora, más que volver la mirada al verso que jamás lo abandonará, piensa en el teatro, una visualidad atractiva en su natal provincia.

Recordó aquellos encuentros de “Poetas de Extramuros”, reunión de escritores de todo el país en lugares de la Atenas de Cuba durante los años más crudos del período especial, y en los cuales el verso y la cultura apostaron siempre por “salvar” y “sanar” el ánimo de la creación literaria.

Nada más «Di-Versos» que un diálogo entre dos maneras diferentes de componer y entender la creación lírica, «la mía y la de Berta Caluff», dijo a Pérez Boitel. El escritor oriundo de Colón, destacó que siempre «apela a ejercicios poéticos y la no mirada hacia el interior expresivo».

 De igual modo resaltó que, «algún día aguarda por la publicación de la antología “Alguien que siente las musas del planeta”, postergada impresión con todos los ganadores del concurso internacional, en un tiempo, de Poesía Amor Varadero,  un certamen que ya va por su aniversario 35 de creado y sintetiza la perdurabilidad para detallar en las más nobles pasiones del ser humano», señaló.  

 

LA COMARCA DE ALFREDO

LA COMARCA DE ALFREDO

Por Luis Machado Ordetx

 Desde El cuento y otros cuentos, allá en la Tierra del Cebú, hay oficios que confabulan historias de escritores. Es un ir y venir de palabras. Todas se engranan a una “comarca”, en hechos, espacios y realidades destejidas por la imaginación.

 En una ocasión Mario Brito Fuentes, quien desde su región Manicaragua, entre lomas y llanos del sur villaclareño, contó cómo allí ocurren sucesos, a veces inverosímiles para unos, pero reales para otros. Es un escenario parecido al Macondo de García Márquez, o Comala de Rulfo.

 Sin embargo, siempre apuestan por lo diferente. En el universo del colombiano está la magia de lo real-maravilloso y sugerente que expuso Carpentier. En el contexto del mexicano reside el infierno viviente sin permanencia al más allá del espacio o el tiempo. En Manicaragua abunda todo lo opuesto.

La respuesta de Brito Fuentes, quien ahora presentó Cuentos de Comarca, de Alfredo Delgado Pérez (Manicaragua, 1949), se reproduce como autoparodia. Sin que nada concluya en “polvo” como en Rulfo, aparece la atractiva figura del escritor que, lejos del desajuste de lugar, va a la fascinación de los personajes y el entorno que lo rodean.

Es como un delirio, un misterio, que fascina. No existe un páramo dentro del ambiente que jamás sea vislumbrado. No obstante existen penumbras en la condición del personaje-escritor. Nada es sórdido, y tampoco asfixiante. Allí mora una “comarca” diferente, como un invento histórico-geográfico  que deslumbra y enorgullece.

 Es el toque de “gracia” del porqué abundan al sur los narradores, con una “autoescuela” de crecimiento. Los nombres sobran,  y también son artífices de cuentos. No por gusto, Jorge Cardoso, quien hurgó por llanos y montañas, lodazales y sitios abandonados, decidió un día deambular por esas serranías a la “caza” de fábulas  sobre los perros jíbaros. Eso atestigua la existencia de una poesía oral-escrita en el firmamento de las palabras y las frases de los personajes que recrean los escritores de la serranía.

 Nada alienante, o negativo, en fin distópico, asoma en las temáticas que divierten, o aleccionan en boca de los narradores de allá.  Con Cuentos de Comarca los lectores percibirán nueve pequeñas piezas maestras, en ráfagas, reunidas por Delgado Pérez. Ya no se trata del imaginario infantil que dispuso en la novela Muchacho, y con anterioridad en El cuento y otros cuentos, una selección de textos-divertimentos que abordan la fugacidad del tiempo y las cosas, la solidaridad, el cariño y la fantasía espiritual, y también el acto de creación literaria, una obsesión persistente en el escritor.

Esas confabulaciones el lector las encuentra en libros publicados en diferentes épocas por ediciones Capiro, casa impresora que, como ahora, estableció con Delgado Pérez un “pacto” de reconocimiento para distinguirlo entre os cubanos que, desde una localidad —su Comarca—, constituye en el país uno de los maestros silenciosos del cuento. 

 Tal vez, esa y no otra, la prueba del porqué Brito Fuentes presentó al público villaclareño Cuentos de Comarca, y Delgado Pérez, mostrara gracias de entusiasmo en contar cómo uno tras otro se fueron juntando en lecturas dirigidas a adultos. El “duende” de la creación literaria anda suelto “En la carretera”, o “La noche del Buitre”, “Esperancita”, la fraterna y querida esposa  que se recondena a cada instante en el hogar. Ella, la mujer,  lo observa, cuando desde el portal del rancho y sentado en algún taburete, el hombre de casa, elucubra historias, rompe cuartillas, revisa el texto y…

 Ahí está el instante de pensar en los imaginarios que darán existencia a otra palabra escrita.

 

CIUDADES EN PUGNA, UN ENSAYO INEVITABLE

CIUDADES EN PUGNA, UN ENSAYO INEVITABLE

Por Luis E. Ramírez Cabrera (Escritor cubano).

 

Ciudades en pugna (Capiro, 2015), resulta un excelente y acucioso ensayo de carácter socio-histórico. Indudablemente constituye un corolario de una investigación rigurosa, en la cual se aportan pruebas indudables de la situación que presentaba la ciudad de Sta. Clara desde sus inicios, así como el desmedido afán geófago y de dominación política y económica al someter bajo su tutela a regiones limítrofes.

Desde entonces hubo mezquinos intereses en algunos de los miembros de su sociedad, hecho demostrable con el desarrollo de una enconada lucha presente en épocas muy tempranas y preñadas de una política expansionista y de coerción a los vecinos territorios de Cienfuegos, Sagua la Grande, Remedios y Sancti Spiritus.

Los apetitos “geófagos” tuvieron, además, pretensiones de convertirse en capital de la Isla. Los acontecimientos aquí narrados están expuestos, como corresponde a un verdadero investigador, sin que se manifiesten actitudes regionalistas a favor de uno u otro territorio, sino que parten del análisis histórico objetivo.

Escrito en un lenguaje claro y directo, perfectamente entendible por cualquier tipo de lector, y refrendado por multiplicidad de notas aclaratorias, o de referencias bibliográficas que dan al texto un carácter de seriedad, permiten al lector profundizar en los hechos planteados (posee una muy amplia bibliografía), y demostrados en profundidad analítica.

Desde el punto de vista de la gramática, la sintaxis y la puntuación, hay una claridad en el discurso investigativos. El texto, por derecho, es de referencia inevitable y tiene una  utilidad innegable para otros historiadores que se adentren en el contexto de la cultura regional.

ARCHIVOS DESCLASIFICADOS (AGOSTO, 2015)

1-      http://cubanosdekilates.blogia.com/2015/080102-ciudades-en-pugna.php

2-      http://cubanosdekilates.blogia.com/2015/080101-barrenechea-otro-fullero-cubano.php

3-      http://cubanosdekilates.blogia.com/2015/080103-disputas-territoriales-y-querellas-simbolicas-en-el-centro-de-cuba.php

4-      http://cubanosdekilates.blogia.com/2015/080201-barrenechea-atencion-una-herencia-y-la-huella-de-ciudades-en-pugna.php

 


CAPIRO, UN CUARTO DE SIGLO DESPUÉS

CAPIRO, UN CUARTO DE SIGLO DESPUÉS

Por Carlos Alejandro Rodríguez Martínez (1)

 

¿Por qué Villa Clara cuenta con un movimiento literario tan sólido, capaz de aunar a variadísimos escritores? ¿De dónde han surgido tantos poetas y narradores? ¿Por qué hay aquí tantos novelistas, tantos autores de literatura infantil, tantos ensayistas y cronistas?

 

La repuesta —las respuestas— resultan demasiado extensas para el espacio trepidante de internet. Comparada con otras ciudades cubanas, Santa Clara sobresale como una meca de los movimientos literarios actuales. Y hay numerosas causas que un día serán estudiadas, seguramente.

 

Sin embargo, en la mar de todas las razones, estos días tornan especialmente significativa una de ellas: la fundación de la Editorial Capiro hace 25 años. La creación de esta casa editora, cuando aún no existía el sistema de ediciones territoriales fundado en 2000, permitió agrupar a los creadores de Villa Clara e incluso atrajo a otros que residían más allá de los límites de esta provincia.

 

Capiro, entonces, surgió a contrapelo de todas las circunstancias. A partir de 1990 la situación económica (y cultural) de Cuba cambió drásticamente con la caída del campo socialista. Los periódicos redujeron su tirada. Muchas revistas desaparecieron y otras dejaron de publicarse por años. Se acabó el papel; escaseó la tinta; se deprimieron todas las instancias promotoras de la cultura. Y aun así, a pesar de la adversidad, un grupo de intelectuales villaclareños, liderados por el poeta Ricardo Riverón Rojas, fundaron Capiro.

 

Parece que Carlos Alé Mauri, Félix Luis Viera, Frank Abel Dopico y Edel García, seguidores inmediatos de Riverón, estaban aguijoneados por la necesidad expresiva. Por lo visto, «todo surge en la necesidad», acota la poetisa Isaily Pérez González. Cuando el país ofrecía inevitablemente escasas posibilidades de publicación a los escritores «de provincia», en contra de todos los pronósticos halagüeños, ellos echaron a andar a Capiro.

 

Pero no solo crearon una casa que les permitiera publicarse, sino que sentaron las bases, en buena medida, del auge editorial que Villa Clara goza hoy. Abrieron las puertas a otros escritores radicados fuera de la capital, acercaron al público lector a creadores prácticamente inéditos, y permitieron que hoy, con el tiempo, Capiro haya ampliado su espectro hasta la publicación de autores extranjeros o el rescate de libros clásicos, extinguidos en nuestro mercado.

 

Isaily, directora de la editorial desde 2012, asegura que después de su fundación «Capiro dialogó con el propio movimiento que la había creado y, en segundo lugar, permitió que ese movimiento existiera más allá de las tertulias y los cafés literarios, pues si el escritor no conserva un libro como hecho físico no tiene nada».

 

Así, desde el 23 de septiembre de 1990, «diez años antes de que el sistema de ediciones territoriales se creara y antes de que se le concedieran recursos y tuviera una plantilla fija de trabajadores, Capiro estaba haciendo libros junto con unas pocas editoriales del país», recuerda la autora de La vida en otra parte.

 

Y esos primeros libros eran libros feos, casi artesanales. A pesar de eso, todavía compiten con la belleza de los volúmenes publicados actualmente, tan medidos, tan sobrios, tan equilibrados, gracias al gusto del artista plástico Tony Gómez. Aquellos primeros títulos fundaron Capiro y permitieron que hoy la editorial esté más fortalecida que muchas otras casas editoras surgidas en 2000, al calor de la creación del sistema territorial.

 

No obstante la evolución material en el tiempo, Isaily todavía puede enumerar disímiles obstáculos que se interponen en la creación de un libro: desde la inconveniencia de la tinta y la caducidad de la tecnología de impresión en el poligráfico hasta la ausencia de una sede. Pero, hasta así, «se puede dominar la adversidad», confiesa ella. «Los libros siempre salen, un poco más tarde o más temprano; se arrastran tres meses, pero salen».

 

Y a pesar de los contratiempos pasados o presentes, y aun de los percances por venir, Capiro ya está pensando en conquistar el mundo digital, cada vez más provisto de lectores. Cuando se cuelguen en internet los libros de escritores cubanos y se pongan a la venta, la editorial no solo estará contribuyendo a difundir la obra de estos autores mediante una práctica todavía novedosa en Cuba, sino que también estará poniendo al alcance de innumerables lectores una parte de la literatura cubana más reciente. De la misma forma, Capiro divulgará en su catálogo (impreso y digital) la obra de valiosos autores extranjeros que han cedido sus derechos a la editorial villaclareña (como el hispanista sagüero radicado en Estados Unidos Roberto González Echevarría, o la cineasta y escritora argentina Lucía Puenzo).

 

Así, con todas las causas y azares posibles Capiro ha gestado, en parte, el movimiento literario de Villa Clara. Y el movimiento literario supera, por mucho, la dimensión física de Santa Clara. Configura una nueva ciudad, otra instancia cultural, acaso espiritual, que sobrepasa los límites geográficos y el espacio arquitectónico. Se abre en la vida cotidiana y se proyecta hacia el futuro. Por suerte para los lectores, Isaily, la poeta, la directora, está muy clara: «Estamos enfocados en la oportunidad de gestar libros. Capiro ha de mantener la historia y rescatar lo que es valioso y tiene sentido».

 

(1)-

http://www.vanguardia.cu/cultura/4800-capiro-un-cuarto-de-siglo-despues

 

PADURA, CERCADO EN SANTA CLARA

PADURA, CERCADO EN SANTA CLARA

Carlos Alejandro Rodríguez Martínez (1)

 

Este lunes Santa Clara recibió a uno de los escritores cubanos más prolíferos y leídos. Leonardo Padura Fuentes, el flamante Premio Princesa de Asturias 2015, llegó a la ciudad en medio del festejo por los 25 años de la Editorial Capiro. Mientras él rindió homenaje a la casa editora villaclareña, la casa editora lo agasajó a él con la presentación del volumen (A)cercando a Leonardo Padura, del ensayista José Antonio Michelena.

 

De esta forma, Capiro presentó a los lectores cubanos el primer acercamiento crítico publicado en la Isla sobre la obra del autor de El hombre que amaba los perros. A su vez, Michelena aseguró ante numerosos autores y amantes de la literatura reunidos en la sede provincial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas (Uneac) de Villa Clara que resulta «un placer estar en el catálogo de Capiro. Me alegra mucho que el libro comience a circular en la ciudad de la editorial que lo acogió», agregó el investigador.

 

Tanto la Uneac como el Centro Provincial del Libro y la Literatura entregaron numerosos reconocimientos a Padura en esta ocasión. Jorge Luis Rodríguez Reyes, director de la Editorial Sed de Belleza, resaltó que el insigne autor incumple «el estigma esgrimido» contra los escritores cubanos, supuestamente incapaces de publicar en circuitos internacionales. «Padura —apuntó Rodríguez Reyes— lo ha logrado con creces, y no ha tenido que venderse ni rebajar el nivel literario, y si ha entrado en meandros colindantes con lo político (...) lo ha hecho ofreciendo su punto de vista honesto (...)».

 

Por su parte, el también emblemático periodista, aseguró que el Premio Princesa de Asturias reconoce el esfuerzo de muchos años de trabajo en los que ha luchado por alcanzar sus mejores valores expresivos. «Este premio —dijo— también es un reconocimiento a la literatura cubana escrita en Cuba. Que el jurado haya mirado hacia la obra de un autor cubano residente en Cuba, que haya mirado a la literatura cubana (...), nos debería llenar de satisfacción a todos».

 

Preguntas ocasionales / Respuestas oportunas

 

—¿El escenario cubano ha sido más favorable o menos favorable para escribir novelas policíacas?

 

—Escribir novelas policíacas en Cuba es complicado, primero porque históricamente yo comencé a escribir cuando la novela policial se había dogmatizado al extremo; es decir, se había convertido en una novela que reflejaba una realidad prácticamente inexistente, una realidad deseada más que existente. Y yo tuve que imponerme y romper determinados códigos que se habían ido creando a lo largo de muchos años. Eso, al principio, resultó extraño para algunas personas, incluso inapropiado. No era el tipo de novela policial que se pretendía escribir.

 

«Por otra parte, el hecho de que la sociedad cubana no se caracterice por ser especialmente violenta hace que uno tenga que aguzar mucho la mirada para encontrar los motivos que pueden desencadenar la novela policial. En países como Colombia y México —por ejemplo—, con todo el tema de la violencia y el narcotráfico, te encuentras el sustrato para la historia todos los días en las noticias de los periódicos. En Cuba, en cambio, necesitas hacer una elaboración literaria mucho mayor, y eso puede ser un problema. Pero para mí ha sido un acicate, pues justamente he tratado de encontrar el desarrollo de una posible novela policial cubana desde la propia literatura».

 

—También eres un reconocido periodista. ¿Ya dejaste atrás ese oficio?

 

—No he dejado de hacer periodismo. Trabajé 15 años como periodista profesional en el Caimán Barbudo y después en Juventud Rebelde y en La Gaceta de Cuba. Además, llevo 20 años colaborando con la agencia de prensa IPS, donde siempre publico una o dos crónicas mensuales. Mantengo colaboraciones con muchos medios porque me gusta hacer periodismo. Yo sigo siendo periodista.

 

—¿Y hasta dónde te ha servido el periodismo que has escrito en Cuba?

 

—El periodismo es una primera manera de acercarme a la realidad de Cuba. Trato de entenderla, de explicármela, de decodificarla para un lector que me impone un ejercicio adicional. Como muchas veces mis trabajos no circulan directamente en Cuba, tengo la necesidad de hacer comprensibles para un lector no cubano determinados códigos muy propios de nuestra realidad nacional. Por lo tanto, esto me enseña a entender cuáles son los movimientos, las esencias, las permanencias, las ganancias o las pérdidas de la Isla a través del ejercicio periodístico.

 

(1)- http://www.vanguardia.cu/cultura/4780-padura-cercado-en-santa-clara

 

MIRADAS QUE (RE)BUSCAN EN LEONARDO PADURA

MIRADAS QUE (RE)BUSCAN EN LEONARDO PADURA

Por Luis Machado Ordetx

 

Con (A)acercando a Leonardo Padura,  florece un ensayo íntegro, y de esencias. En el decurso de épocas tuvo un carácter disperso, y las contingencias lo condujeron a la unidad en torno a un narrador y su proyección literaria. Así lo admite José Antonio Michelena, el investigador.

 

La observación rebusca en un “fragmento” de la novelística y el periodismo de Leonardo Padura Fuentes (Premio Nacional de Literatura, 2012), quien disfruta de reconocimiento universal por los valores intrínsecos y renovadores de un estilo y concepción particular del hecho artístico y la trama policial.

 

Es Mario Conde, el personaje que recrea el escritor desde las postrimerías de los años 80, el causante, o el intérprete, de esos asideros de historias-ficciones insertas en nuestra realidad social, y en última instancia, cultural y económica.

 

El análisis de Michelena constituye el primero que, en forma de libro, se publica en Cuba sobre puntales específicos de la literatura de Padura Fuentes. La eficacia del argumento reside en la marcada pericia, sin enjundia teórica. Ahí demuestra porqué existe una precisión   relacionada con las incógnitas que habitan en una visión diferente de la novela policial contemporánea.

 

Por inevitables desgracias, los imprescindibles razonamientos de Michelena —según especifica el  Copyright de Capiro, agosto de 2014—,  no tuvo con anterioridad un correcto beneplácito promocional y de comercio. Anda ausente en las librerías cubanas.

 

Hasta ahora, ese libro figura con ribetes “¿invisibles?”, comentó un amigo, pues logró su única presentación en junio pasado en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, en Ciudad de La Habana. Sin embargo, la semana entrante, ya circulan algunos anuncios, el autor, junto a Padura, vendrán a Santa Clara, momento que, en ocasión del aniversario 25 de la Editorial Capiro, harán el segundo muestrario público.

 

Será una exclusividad, un privilegio, disfrutar de las disertaciones de esos escritores sobre asuntos medulares  de la investigación, o las urgencias literarias y periodísticas que los animan en la actualidad.

 

El lector, ¿qué encontrará? A partir de lo expuesto por Michelena hallará amenas apreciaciones teóricas, inferencias, análisis contextuales,  y cotejos de una narrativa que valida la singular distinción que adquiere Padura dentro de recónditas atmósferas literarias. Explica, además, detalles y recursos que emplea el escritor  en sus piezas de orfebrerías policiales —con Mario Conde en el colimador—, para calar en la reconstrucción de nuestra inmediata circunstancia insular.

 

No dudo que el ensayista recuerde aquellos desvelos iniciales, cuando, ante inquisidoras 26 preguntas-respuestas, tuvo a Padura, fusil en ristre, para  contestar un abultado cuestionario que, como dice en la introducción, está «sin los cortes a que fuera sometida» entonces.    

 

Con 103 páginas —recogidas en 5 capítulos—, con ensayos cortos que transitan de 2001-2013, armó el ensayista su libro, apertrechado de una información explícita, y sublimizar que enriquecen la manera en que Padura imbrica recursos periodísticos y literarios en sus vericuetos comunicativos, o de urgencias por contar historias.

 

Otros aportes están relacionados con la literatura policial cubana, una visión de Adiós Hemingway (2001), y la indestructible correspondencia que, en Padura Fuentes, existe entre periodismo-narrativa-ensayo.

 

El último capítulo de (A)cercando a…, contiene ese diapasón hechizado de Padura por escrutar en la realidad cubana, y el discurso expresivo de la gente, y hasta los diversos problemas en los que gravita la existencia cotidiana del hombre.

 

Tiene delimitadas aquellas preocupaciones culturales, espirituales y materiales a partir del periodismo que hizo —y también elabora—  el narrador con ciertos  tintes literarios que  descuellan en dimensiones de la investigación-escritura-novelística de historias humanas y verosímiles.  

 

Allí, como dice Michelena, hay una «zona conflictiva, oscura, donde habita el delito», y la manera de escudriñarlas, con excelencias, son aprovechadas y tejidas por un narrador, a quien nada escapa, o resulta superfluo en un escenario citadino.

 

Con las editoriales villaclareñas (Sed de Belleza y Capiro), Padura Fuentes tiene un gozo. En 2013 la primera permitió que los  lectores cubanos se adentraran en los aciertos de Un hombre en una Isla (crónicas, ensayos y obsesiones), texto con el cual viajó por los orígenes teóricos que ponderan las escasas fronteras de los géneros literario-periodísticos, según describió.

 

Con la amena y sugerente investigación de Michelena, tenemos un rostro contrario para aquilatar mejor a un escritor que pulsa, o escruta de manera insistente, en realidades más inmediatas y cercanas a nuestro acontecer social.

 

BARRENECHEA, ATENCIÓN: UNA HERENCIA, Y LA HUELLA DE CIUDADES EN PUGNA

BARRENECHEA, ATENCIÓN: UNA HERENCIA, Y LA HUELLA DE CIUDADES EN PUGNA

Por Carlos S. Coll Ruiz (Historiador).

 

 

La dialéctica del  tiempo requiere de una inmersión regresiva para el redescubrimiento de procesos o fenómenos de lenta evolución. Pierre Vilar admite que “la investigación causal (…) consiste en dibujar los grandes rasgos del relieve histórico” y someterlos, una y otra vez, al análisis más severo para poder encontrar los verdaderos móviles de los acontecimientos.

 

“Ciudades  en Pugna” de Luis Machado Ordetx, da la posibilidad de penetrar en hechos sustentables en el tiempo y de expansión en un espacio geográfico interior e insular que, al estar sujeto a las condicionantes del desarrollo económico internacional, indagó con afano una salida donde poder insertarse al intercambio. Fue un motivo  existencial, una utopía que en definitiva determinará los contornos y la fisonomía de un grupo social afincado en el poder local. Escudriñarán vehementemente, una y otra vez, un puerto donde  la mediterraneidad, según el autor, los sujetó y acosó,  lo cual “derivó hacia el marasmo geofísico y el espíritu tributario” en la búsqueda de una escapatoria marítima.

 

La “inmersión” de Machado Ordetx hacia la formulación de un espíritu logocéntrico en la jurisdicción de Santa Clara, y el imperceptible caminar del tiempo desde su fundación, constituye el “atrevimiento” que la obra propone a través de la historia. En el empeño por justificarlo, se acerca, por coincidencia  o no, al investigador  Hernán Venegas Delgado cuando la definió como pluricentrista. También se aleja de las disquisiciones, muchas veces enturbiadas, de exaltación de un localismo y regionalismo que no dejan ver las verdaderas causas de los avatares en la historia.

Plantea un debate desde un estudio de caso sujeto a herramientas prosopográficas, pocas veces utilizado por los investigadores, pero muy necesarias cuando de comparaciones se trata.

 

El rastro fundacional de Santa Clara (15 de julio de 1689), que no es otro que el de la aspiración por la tierra y su propiedad, pone el sesgo esencial  a lo largo del libro. El pensamiento fisiócrata explicitado o no en la historiografía constituye eje central de la miopía de la élite de hacendados. De ahí las disputas territoriales constantes enjuiciadas por el autor, no a modo de justificación, sino por incapacidad del grupo social que no  encontró otras alternativas productivas en una época en la cual tener un puerto constituía un salvoconducto  exclusivo de persistencia en el sistema colonial español.

No se deja atrapar el autor por “los factores geográficos de la cubanidad” expuestos por Salvador Massip, esenciales para el análisis en el caso particular de Santa Clara. Recurre al  diálogo con las cifras, pues cuando ya maduro el sistema colonial, ante las puertas de un movimiento insurreccional que ya no le quedaba otra alternativa que la  guerra, el escritor señala que   “en 1860 la jurisdicción central se situó en el último lugar en la producción azucarera. Constituyó el segundo en tabaco y ganadería, y tercero y cuarto, respectivamente, en café y apicultura”, expresión de la  continuidad que dio origen al hecho fundacional.

 

Cuando en  el “imaginario” histórico el  puerto de “San Lázaro del Granadillo” no se hizo posible, deja claro que el “espíritu” logocéntrico no se reduce a esa aspiración, es mucho más, y está  interrelacionado con los factores económico, político y sociales que tiene lugar, lo cual da nombre a la obra: “Ciudades en Pugnas”. Las “coléricas” contradicciones pasan por más de dos siglos, dejando claras aquellas económicas y políticas, o solapadas las sociales que sin dudas corren tras las dos primeras. Los enfoques que siempre el lector encontrará están del lado dialéctico, y no de la consecutividad armoniosa.

Dejando claro que lo “trascendente estribó en el ímpetu por acorralar poderes administrativos, judiciales, eclesiásticos, institucionales, sociales  y culturales”; episodios que no solo  son dados a la llamada región central. Santa Clara como provincia (1878), o Las Villas (1940), y sus ribetes, van hasta las más altas aspiraciones de capitalidad de la nación, dejándonos sedientos por conocer hasta qué punto habían penetrado ciertas tendencias anexionistas en la convulsa y naciente “republica” de los primeros veinte años del siglo XX con un macro proyecto sobre el “supuesto” puerto.

 

No estamos en presencia del  culturalismo, ni las cacafoneadas tradiciones que brindan una idea difusa de un organismo social en movimiento. La obra es una demostración de los epítetos que acompañaron a Santa Clara en el tiempo: “La Muerta”, “La Ciudad Dormida”, o “La Ciudad de Gringos”, “La Ciudad del Polvo”, “La Ciudad Cenicienta”, “La Ciudad Tullida”, y “ La Ciudad Callada”, pues como se esclarece,  Santa Clara no pudo ofrecer una alternativa de desarrollo  que  dejara atrás los lastres de su herencia colonial, quedando atenazada ante dos ciudades que emergieron  con un inusitado impulso azucarero y comercial: Sagua La Grande y Cienfuegos.

Tampoco se deja atrapar por los dos grandes acontecimientos bélicos que sumergieron a la colonia cubana en la segunda mitad del siglo XIX —con sus consecuencias económicas desbastadotas la primera  (1868-1878) hacia la región centro-oriental, y la segunda (1895-1898) a toda la Isla de Cuba—, pues como ilustra constantemente, las causas están en las profundidades del sistema productivo que la jurisdicción asumió como patrón. Las explicaciones hay que buscarlas en la hacienda, siendo la renta sobre la tierra el predominio ante lo cual sucumbió cualquier alternativa de una diversificación que, al no ser la agrícola, estuvo empadronada en la gran, mediana y pequeña propiedad.

 

El caudillismo de la  colonia, injertado  en la “república”, continuó y dio cabida  con amplias alas a la región central de Cuba, particularmente a Santa Clara. Fue expresión del logocentrismo gestando desde el hecho fundacional y expresado con todo su rigor por  el Capitán Luis Pérez de Morales que, con la espada y el arcabuz, ocupó la villa de San Juan de los Remedios en 1691. Seguiría una nueva era, llamada “republicana”, en la cual Machado Ordetx se adentra hasta la década del cincuenta del pasado siglo,  cuyos contextos son económicos, políticos y sociales. No existen otras diatribas, y el autor las expone en su obra.

 

El gran muro que ha tenido que saltar  “Ciudades en Pugnas”, es el hilo de continuidad para captar el hecho en momentos cronológicamente y sistemas diferentes; de ahí su complejidad. En “San Lázaro del Granadillo” está solo el “ardid” que descubre el hegemónico papel de un grupo social o élite para alcanzar sus fines, sean consumados o no. Expresan la adecuación de las aspiraciones políticas a las nuevas circunstancias. Es una tarea nada fácil de lograr si no se mantiene la persistencia del enfoque científico del problema que se investiga.

 

Por último, toda obra de investigación  encuentra un obstáculo que no se puede sortear: la documentación. Un gran estudioso de la colonia cubana como Jacobo de la Pezuela, refiriéndose a los censos de 1774, 1792 y 1817, los calificó como “esqueletos de censos”, por ser poco ilustrativos. De ahí la complejidad en la utilización de las fuentes, pues invariablemente hay que buscar todas aquellas fiables que permitan transitar con cierto “reposo” por el camino de la investigación. Con “Ciudades en Pugnas” de Luis Machado Ordetx, sujeto a esas inclemencias, se cumple brillantemente con la expectativa: una amplia documentación la respalda. Están atesorados en los Archivo Históricos, como las Actas Capitulares de los Cabildos o Ayuntamientos, u otros  de inapreciable valor que existen en fondos de esas instituciones. Hay una amplia bibliografía de consulta en obras de autores de obligada referencia, y  la utilización de la prensa como un sostén de inapreciable precio  para calar en la sociedad y su cultura. Contiene  apuntes de censos, estadísticas, informes, y otros tantos documentos originales sueltos que la propia búsqueda  va poniendo de la mano de un método riguroso de selección y una adecuada concatenación que posibilita probar la hipótesis planteada. “Ciudades en Pugnas”, es ante todo una exposición científica con la sujeción al método histórico de investigación, que como novedad expone el acontecimiento en su larga duración.