
Por Luis Machado Ordetx
Amanece enero con una frialdad en las temperaturas, pero preñado de innumerables señales artístico-literarios que sumergen a la ciudad de un acontecimiento en otro, como si el despliegue de la vida cultural jamás cesara en esa mirada escrutadora -haya o no un teatro de la dimensión de «La Caridad»- dispuesta a enaltecer el espíritu de los espectadores.
Casi recién cerrada la tercera Temporada «Para Bailar en Casa del Trompo» -no a la altura de cuanto desearon los anfitriones de Danza del Alma por carencias de aseguramientos materiales y ausencia de algunas prestigiosas compañías impedidas de viajar aquí por falta de transportaciones-, hubo un éxito reconocido por el público que durante un mes se personó frente al Museo de Artes Decorativas, ávido en percibir la magia del cuerpo humano en movimiento; metáfora del encantamiento poético señalado por Lezama Lima para distinguir al hombre y sus proyecciones singulares de reconstructor de realidades.
Después surgieron exposiciones de artes plásticas, y los caricaturistas de Melaíto se afirmaron más en el estruendo por el aniversario 39 de su fundación; simultáneas ocurrieron las discusiones teóricas previas a la celebración del VII Congreso de la UNEAC, pactado en su edición villaclareña para el miércoles entrante.
En el cónclave se aguardan expectativas propias del trazado la reflexión sobre la política cultural del país en las condicionantes actuales, y su incidencia y proyección en el territorio; mientras otros hechos se entroncan con la segunda edición del encuentro «Magdalena sin Fronteras», sustento del Estu
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