
Por Luis Machado Ordetx
La música cubana, con toda su efusión melódica, trascendencia nacional y foránea, tiene un antes y un después del surgimiento de Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo; y de similar modo, tiene un antes y un después del surgimiento de una antológica banda, cronista social de los últimos 40 años de la vida de nuestro país; por nombre, un antológico marcaje del paso, del que camina aun aquellas adversidades: VAN-VAN, la orquesta líder de Juan Formell, encargada de revolucionar el mundo de las sonoridades, el contagio de los bailadores y la reflexión de las ideas que expone en las letras de las canciones.
No por gusto, en el mundo entero la denominan el "Tren de la Música Cubana"; esa que lo mismo en Europa, que en Asia, África, Sudamérica y Norteamérica, levanta comentarios de elogios de cuantos la escuchan en emisiones radiales, en fonogramas; discos en DVD o presentaciones en vivo; no hay un escenario cubano sin que la presencia de VAN-VAN haya estado ausente; y esa es la lógica del aprecio, de la distinción, del canto al hombre de pueblo, a las realidades más singulares.
Si bien Carlos Puebla, el trovador, y sus tradicionales hicieron el recuento de la historia nacional en la primera década posterior a 1959; VAN-VAN vibra en similar proyección a partir de 1969, fecha en que el maestro Juan Formell abandonó la Orquesta de Elio Revé y formó su propio piquete artístico, del cual infinidades de músicos populares y instrumentistas sientan cátedras en los más disímiles escenarios.
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