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Por Luis Machado Ordetx


El misterio y la claridad inaudita descorren hacia el interior de la vetusta San Juan de los Remedios del Cayo, la mítica Octava Villa de Cuba, segundo asentamiento eminentemente español  —después de Baracoa—, surgida en la isla como hecho irrebatible.

Un nacimiento fermentado entre el odio y el clamor. No importa, incluso, el signo de cálculo que la ubicó en ¿1513, ó 1514 y 1515? El «origen y fundación es tan oscuro y nebuloso», aclaró José A. Martínez-Fortún y Foyo. Los historiadores ahora, más allá de dimes y diretes, irán, irremediablemente, a pesquisas  documentadas. Por el momento la última fecha es la legítima, pero quedan otros caminos...

Fue el «feudo de aquel colono tan acaudalado como imperioso», nombrado Vasco Porcallo de Figueroa.  Diría más: constituyó, como todos saben, la «Villa escondida», del intrépido capitán español que acompañó a Diego Velázquez hacia algunos sitios de la conquista, y optó por el pillaje o el delirio de cotos particulares.   

Aquellos Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción (1930), de Fortún y Foyo, son prolijos en datos que, incluso, amplían los pliegos de historias o leyendas. Es una poética singular de luces y sombras que se reproducen en los territorios más cercanos y propagados con el desgajamiento poblacional que llegó, por último, en 1689 al Pueblo Nuevo, Santa Clara.

Allí, en la Octava Villa, desde la primera hasta la última piedra, tienen un rostro profundo. Un legado inaudito  recuenta, c&oa

... (... continúa)

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