
Las Actas Capitulares del Cabildo de Santa Clara, a partir de 1690, después de la fundación de la jurisdicción, acentúan la mirada hacia la identidad cultural e histórica de la localidad.
Por Luis Machado Ordetx
Santa Clara y su historia “antigua”, o menos cercana en el tiempo, asombran. Los pasajes menos manoseados tienen urgencia de reclamos e interpretaciones explicativas. Muchos permanecen ocultos en papelerías fundacionales de tres siglos atrás. Todos precisan de detalles y argumentaciones. Al contextualizarlos tienden un puente dirigido hacia el presente y su contemporaneidad: fundamentan cómo se formó la manera de pensar con cierta irreverencia en el coterráneo forjado en estas tierras.
Desde esa óptica se penetra en acontecimientos referidos a la idiosincrasia y la identidad cultural. Son dos fenómenos que transitan juntos en el epicentro psicológico de lo después denominado como cubano. Es vital la manera de escarbar, o de inquirir, en lo encubierto. Constituye, por tal razón, el signo de una hermenéutica, o de un inequívoco y plausible cimiento de definición.
Por fortuna hay una avalancha sostenida en repasos diferentes. Todos tienden a los detenimientos previos a esas edificaciones que ahora ofrecen afeites transformistas, o cuando apenas por entonces constaban los inexistentes espacios jurisdiccionales. En tanto llegaron las huellas histórico-culturales desplazadas, allá en 1607, hacia la primera división político-administrativa colonial.
La Isla, entonces, fue fragmentada en dos gobiernos, uno radicado en La Habana, el rector, y ot
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