
Por Luis Machado Ordetx
Un poblado de entrecruces de caminos en los puntos cardinales, Cifuentes, arribará al bicentenario fundacional en octubre próximo. Todavía no escucho las fanfarrias y anda carente de aspavientos. No todos los días se llega a ese tipo de existencia en predios centrales del país.
La ocasión es única para la localidad. Modesto Cifuentes en su actuación. Desconozco el por qué del mutismo. Al menos escribo unas letras simbólicas y de alertas. A diferencia de otros territorios, hay en la superficie que ahora domina (San Diego del Valle y Mata), marcas de referentes en la historia y la cultura cubanas. No importa que, de próspero asiento de ingenios azucareros durante siglos, partiera a la nulidad. Ahora exhibe un ánimo con otros señoríos.
Un cambio de entorno rural y urbano, en simbiosis, se volcó hacia el contexto agropecuario que abrió otros pasos a los lugareños. Todo marcha en contratiempo. Las chimeneas de los ingenios se apagaron al unísono. Cierto conjuro apareció en esa ruta de Santa Clara-Sagua la Grande, un punto, casi equidistante, de camino real con ambas ciudades.
De una y de otra siempre hubo un brebaje que tomó en lo particular. La antigua coexistencia de Cifuentes comenzó con las mercedes de tierra entregadas por los cabildos de San Juan de los Remedios y del Espíritu Santo (Sancti Spíritus), juridiscciones entonces.
A partir de 1582 arrancan las haciendas comuneras en San Lorenzo de Mata, San Diego y Amaro, en lo fundamental. El alférez Antonio Díaz, quien dio cobijo en su hato a las familias que fundaron Santa Clara, adquirió posesi
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