
Días atrás, en Caibarién, sostuve un afectuoso encuentro con el maestro Flores Chaviano Jiménez, quien desde Madrid viajó a su terruño natal y aguarda por el reconocimiento que próximamente recibirá en la Universidad Internacional de la Florida. De la amena conversación, aquí están los apuntes rescatados de la memoria.
Por Luis Machado Ordetx
Flores Chaviano Jiménez, el concertista de Caibarién, no conversó de su instrumento inseparable y de privilegio, la guitarra. El diálogo derivó hacia otros temas artísticos. También abordó, por supuesto, el universo de la música, la familia y el reencuentro con el terruño natal con olor al salitre que expande el puerto norteño de la Isla añorada.
Fue la primera ocasión que lo tuve cerca. Hombre espontáneo y facundo, constantemente abierto a la conversación, confesó sin protocolos sobre algunas predilecciones. Abarcó también fragmentos de un pasado de adolescencia que jamás olvidará.
Es un recuerdo en apariencias perdido, afirmó. Todo subyace en la atracción por el retoque de negativos de películas y la fotografía en las más variadas dimensiones. Ahí están aquellas imágenes añejas que lo trasladó al infinito sentido de la medida que brota cuando pulsa las cuerdas de su guitarra.
A contrapelo de la brisa marina que entró caliente a la sala de la vivienda y del tropiezo inusual, allá en Caibarién, el concertista Chaviano Jiménez hizo mención a los actos crea
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