
Por Rainer Castellá
Ante los ojos de los poetas griegos sería develada la semilla del corpus poético desde una lírica preconcebida para enaltecer la belleza, digna de un diseño semántico enriquecedor del discurso pleno de la imagen tal como lo concebía Lezama Lima en su novela Paradizo: el creador contemporáneo deberá hacer una regresión a los postulados de la cultura clásica griega, o lo que es lo mismo, viajar a la semilla, parafraseando un tanto a Carpentier.
Afanado por vislumbrar en su catalejo creativo los modos y formas que componen una obra artística, en este caso la literatura, cuyo instrumento es la palabra que ofrece un objeto del cual se desprende en mayor o menor medida una minuciosa gama de símbolos que brindan coherencia al discurso durante un trayecto lírico, que si bien en la narrativa, precisa además de otras herramientas técnicas, en la poesía su fuerza se concentra en los postulados de la imagen, descifrable ante los ojos del período clásico griego y su posterior transición helénica que aún hoy disgrega sus vestigios en la poesía contemporánea.
Incluso dentro de la heterodoxia discursiva de la antipoesía, fecunda en su precursor chileno Nicanor Parra y que goza hasta nuestros días, de mucha influencia en latinoamericana, e incluso modula los aspectos estructurales de la actual poesía cubana cultivada por los poetas postmodernos de nuestro siglo venidero.
El lirismo de la
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