
Todavía al paso por la calle Maceo, en Santa Clara, hay siempre un recuerdo a un irrepetible artista que defendió con profunda mirada el hacer creativo en la pintura popular, la música, el teatro, la literatura y el periodismo impreso y radial.
Por Luis Machado Ordetx
Sorprendido, ante una grieta profunda que se abrió de la noche a la mañana en el comedor de la casa familiar, Albertico Anido Pacheco, no atinó a dar respuestas. Allí estaba un alijo de botellas vacías. Unas con los vidrios rotos, y otras intactas. Tal vez procedían de aquellas viejas destilerías —El Infierno, de Sagua la Grande, y Villaclara, en la finca Las Cañas—, existentes en siglos pasados. El hombre pasmado, ante la interrogante, no tuvo explicación para el hallazgo.
«Son misterios, como embrujos, para seguir sacando imaginerías y “bichos” en La Casa en silencio (1994), título de mi novela», confesó entonces el exhaustivo artista. Ahora evoco la historia, entre otras muchas surgidas en conversaciones ocasionales, cuando a los 83 años, cumplidos en mayo último, se apagó por siempre el polifacético intelectual villaclareño.
Hace horas, al amanecer del domingo, último día de octubre, dijo adiós, en afonía infinita, un prolífero integrador de las artes. Un hombre único e irrepetible que, en sencillez extrema, contaba de aquellos sitios que en infancia recorrió junto a la familia y jamás volvió a verlos porque su univers
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