
Por Luis Machado Ordetx
Una preferencia, no muy difundida en investigaciones, sintió siempre Nicolás Guillén por los frecuentes recorridos al territorio villareño. Unas veces vino en misión político-ideológica de los comunistas, y aprovechó las circunstancias para hacer periodismo militante. Fue también el poeta que, en otras ocasiones, ofrecía el rostro de la palabra cargada de metáforas. De regreso del exilio, en enero de 1959, decidió que en Santa Clara haría el sexto y séptimo de los recitales públicos. Así fue.
Antes hubo otras historias de cercanías. Aparecieron crónicas con «una naturaleza ríspida, dura, de nervio de animal sacado al sol», como decía. Los textos que lo aproximan a la ciudad están carentes de estudios, y se esconden en páginas de Noticias de Hoy, donde cimentó una columna periodística que nombró Motivo, así de simple, para describir sucesos nacionales.
De aquellos relatos, entre otros, destaca la celebración de la III Asamblea Nacional del PCC en el teatro La Caridad, cuando en enero de 1939 dirigió el programa artístico-cultural que representó por vez primera en Cuba la pieza Mariana Pineda, de Federico García Lorca. Era la versatilidad propia de Guillén.1
Por esos días intervino en protestas contra la discriminación racial que acontecía en el parque Vidal, el recinto urbano de confluencia de la vida social y cultural en la ciudad. Las crónicas del camagüeyano calaron en particularidades de la Escuela Luz y Caballero y el Centro de Cultura Popular José Martí, así como en el Puente de los Buenos, llamado así por las despedidas de duelos a lo
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